Capítulo 22

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OWEN

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OWEN


Me han clavado mi propia daga, recuerdo que eso fue lo último que sentí al caer inconsciente. Eso y la necesidad de proteger a Emma, que había golpeado fuerte contra el suelo antes de que alguien pudiera cogerla. También evoco el momento en que grité sin importarme que eso llamara a algún otro enemigo. Clamé porque vi cómo Emma desapareció a un ángel con solo tocarlo; cómo luchó contra Zhiel sin siquiera haber sido entrenada. Exclamé porque sí, ella es peligrosa.

Es mucho más fuerte de lo que se creyó alguna vez.

Pero eso no significó nada para mí.

No hay más vacío que aquel que se siente cuando descubres que has mantenido contigo mentiras que nada valían; creencias que se evaporaron ni bien descubriste que no podían ser ciertas, pero tú no podías ver otra verdad, otra realidad, otro mundo.

Hasta que aparece, hasta que se esclarece todo y entonces debes mandar a la mierda lo que alguna vez pensaste o te hicieron creer.

Es como si uno de esos castillos antiguos de los humanos se convirtiera a sus ojos en un montón de ladrillos apilados en tan solo un segundo, perdiendo el valor histórico, su riqueza cultural.

Volviéndose vacío.

Vacío.

Un lugar repleto de mentiras.

Algo que quizás jamás existió.

Así me siento yo.

Pero sé muy bien que no importa.

Estoy débil, incluso me cuesta abrir los ojos. Un sudor helado recorre mi cuerpo, que se siente incluso entumecido. Trato de moverme y punzadas de dolor adormecido llegan a mí, haciéndome apretar los dientes.

Estoy jodido si tengo que luchar contra el maniático de mi padre: si logro soltarme puedo dar batalla, pero definitivamente no ganar. Es cierto, en un momento casi me siento agradecido por la presencia de Josha, pero no duró demasiado, menos al ver ese nefilim que lo acompaña. El muy cabrón le hizo algo a Emma.

Cuando logro abrir los ojos, noto que estoy en una especie de casa rústica, demasiado oscura e incluso húmeda. Frunzo el ceño al no reconocer nada de lo que estoy viendo, porque definitivamente no se parece a nada humano en lo que me haya alojado antes. Me encuentro sentado en un sillón, amarrado con cadenas y sostenido fuertemente desde mis alas con hierro; el mensaje está claro: estás amarrado; trata de huir y te rompes las alas.

Al parecer alguien quiere evitarse un escándalo aquí.

Alcanzo distinguir algunas figuras de muebles, pero también hallo rocas en las paredes, como si el lugar se tratara de alguna especie de cueva. Una jodida habitación en el medio de una maldita caverna.

Ojos de cristal [LIBRO 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora