Capítulo 16

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OWEN

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OWEN


Estuve toda la noche volando, intentando despejar mi mente sin conseguirlo. Agradezco mi buena genética angelical que me permite no tener esas ojeras que les aparecen a los humanos cuando éstos no descansan, aunque sí es cierto que me siento mucho más decaído que de costumbre.

Odio haber dejado así a Emma. Siento que la herí, que volví exactamente al principio, y no es eso lo que quiero.

Estoy seguro de que soy una amenaza para ella, pero también estoy convencido de que no podría lastimarla. Maldición, después de todo terminé enamorándome de mi enemiga. Caí a los pies de la supuesta destructora de mundos que reparó mi corazón. Este era un viaje donde yo debía descubrir a la híbrida, pero ella hizo que me encontrara a mí mismo y eso es algo que jamás voy a olvidar.

Emma no es lo que siempre me dijeron. Y, aunque lo fuera, ya no podría destruirla. Yo mismo caería junto a ella.

La he visto salir de su cabaña con los ojos vidriosos y la nariz enrojecida. Nada de eso me gustó, mucho menos cuando noté que tiraba una dura mirada hacia mi cabaña.

Se enojó, eso está claro incluso como para un novato en el mundo humano como yo.

Escondo mis alas y me encamino hacia el lugar donde ella se dirigió: el muelle. Recién están comenzando a pintarse las primeras luces en el cielo. El viento llega a mi piel, pero no produce nada en ella, a pesar de que es una mañana bastante fresca.

Emma no sale de mi mente. Tengo que arreglar lo nuestro.

Me detengo por un momento. ¿Acabo de decir nuestro?

Sacudo la cabeza y sigo avanzando. No puedo perder tiempo en palabras, menos pensar en un nosotros cuando yo probablemente he roto toda posibilidad de que ocurra.

Bueno, quizás si le explico... Quizás pueda entenderme.

La veo en el muelle, anotando algo en aquel diario que una vez robé. El diario que despertó cosas en mí. Sonrío un poco ante el recuerdo de Emma entrando a la fuerza a mi cabaña y anudo los pasos que me quedan hasta llegar a ella. Noto que el agua está quieta, tan serena que me da ganas de enloquecerla cada vez que la observo.

Lleva unos pantalones azules que se le pegan a sus largas piernas y una de esas camisas a cuadros que la vi usar en más de una ocasión. Noto que tirita un poco y arrugo mi ceño. Pero mi preocupación se disipa cuando descubro que está escribiendo. Una voz infantil en mí comienza a sonar en el fondo, preguntándose si está relatando nuestro beso. No puedo evitar interesarme.

Me acerco a ella sigilosamente y alcanzo a leer las primeras cinco líneas. Una ceja en mi rostro se alza involuntariamente mientras que mi voz interior grita, aunque no sé si por felicidad o tristeza.

Ojos de cristal [LIBRO 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora