Capítulo 15

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EMMA

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EMMA


Por un momento creo que me estoy imaginando todo, pero luego me vuelvo a pellizcar para comprobar si realmente lo que está sucediendo es real. Lo es: yo me encuentro caminando sola hacia el hotel, llevando la bicicleta que Emmanuel y yo habíamos reservado (porque sí, él ni siquiera se molestó por ella cuando se marchó sin decir nada).

Refunfuño sin saber cómo sentirme. Creí que todo estaba bien entre nosotros, que su lado demente había desaparecido; Emmanuel se estaba comportando realmente dulce conmigo, tanto que, sin quererlo, me enredó completamente. ¿Y si él realmente no quería besarme? No, no puede ser eso. Emmanuel se inclinó hacia mí por primera vez; él depositó pequeños besitos que, tranquilamente, pudo detener en el primer segundo.

Pero, ¿y si ahora piensa que fue un error? De alguna forma, me siento asquerosamente culpable por haber dejado que me besara. ¿Por qué siento culpa? No lo sé, tal vez porque presiento que eso arruinó la especie de relación que ambos estábamos construyendo. Y, aunque odie admitirlo, a mí me gustaron sus besos.

Sin embargo, lo único que estoy pensando justo ahora es en hacer desaparecer esa imagen de mí; quitar la sensación de sus tiernos labios sobre los míos y sus manos sobre mis caderas. También quiero borrar el momento en el que se giró y comenzó a irse, como si yo no estuviera ahí, como si no me hubiera dejado con el corazón estrujado.

¡¿Qué tiene en la mente él para irse así?! ¡¿Qué tengo en la mente yo para olvidar lo raro que Emmanuel puede ser?!

Insulto una y otra vez mentalmente mientras que me prometo que esta vez él deberá explicarme bien por qué se comporta así conmigo. Pensé que ya habíamos pasado esa etapa, pero al final no es así.

Entonces dejo de refunfuñar. Apoyo la bicicleta en el primer árbol que veo y freno en seco. Una parte dentro de mí recupera un poco de fuerza al notar su figura unos metros adelante. Me encuentro a mitad de camino antes de llegar al hotel cuando veo que Emmanuel está caminando hacia mí, con los labios apretados y los ojos sacando chispas de ellos.

¿Ahora qué le pasa?

¿Estará molesto? ¿Por qué?

¿Vendrá a pedirme perdón? Más le vale.

Él no sonríe ni tampoco me ve demasiado a los ojos, tal y como lo hizo cuando se fue. Mi estómago se retuerce con cada paso molesto que da; no me agrada su forma de moverse, es casi como si estuviera obligando moverse a sus pies. Yo me cruzo de brazos, intentando parecer fuerte, sin dudas.

Su mirada es fría, ya no me transmite la seguridad ni el calor que antes poseía. Sus gestos parecen más duros, menos amigables, como si no conservaran ningún rastro del beso que nos dimos.

—Emma, debes alejarte de mí —pronuncia cuando llega a mi lado. No puedo vislumbrar ni una pizca de dulzura en su voz y, de alguna forma, solo logra enojarme más. ¿Qué mosca le ha picado ahora? ¿Me besa para decirme que me aleje?

Ojos de cristal [LIBRO 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora