CAP.13.- SERVA ME, SERVABO TE (2º parte)

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(Sálvame y te salvaré)

Ya era tarde cuando el teléfono del despacho sonó. Se había quedado hasta tarde revisando papeles e intentando hallar una solución alternativa ¿quién querría hablar con ella a esas horas?

- ¿Señorita Saori?- era de la centralita – Disculpe no encontré a nadie más y parecía importante.

- No se preocupe, páseme la llamada. – Una musiquilla de ascensor la mantuvo a la espera escasos minutos. – Sí, soy yo. – Contestó a la voz al otro lado. - ¡Qué? ¿Pero qué ha ocurrido? ¿Está bien? – La noticia la alteró. – Si, si, voy enseguida. Repítame la dirección por favor.

Arrancó el papel de su agenda en el que había anotado la dirección, cogió su bolso y salió corriendo del despacho.

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Unas horas antes a esa llamada en las instalaciones de Toro and Co. Seiya se presentó a cumplir con su compromiso. Shiryu le había reprendido bastante por su bocaza y le había insistido en que tenía que hacer lo que fuera necesario para solucionarlo. Él confiaba en sus capacidades de lucha pero aquella no era su disciplina, aún así, si algo le caracterizaba era su fuerza de voluntad.

Aldebarán estaba junto al ring de boxeo, apoyado sobre la tarima del cuadrilátero gritaba instrucciones a los dos boxeadores que se batían en duelo. Un delgaducho y estirado asistente le advirtió de su presencia.

- Veo que eres un hombre de palabra joven Kido. – Su monumental voz retumbó por toda la sala. Seiya se limitó a asentir, acercándose hasta apoyarse a su lado a los pies del ring. - ¿Cómo que has venido sólo?

- Mi hermano tenía otras cosas que hacer, además, yo he provocado esto, yo debo solucionarlo, tal y como le prometí.

Una amplia risotada del empresario hizo saltar en su sitio a Seiya.

- No se si eres realmente noble o un inconsciente. Sea lo que sea, veamos de lo que eres realmente capaz muchachito. – Se giró hacia su asistente. – Llévale a prepararse.

Media hora después Seiya regresó a la sala del cuadrilátero ataviado como un auténtico boxeador: vendajes, guantes de cuero, calzones rojos, bocado, cinturón soporte, casco, coquilla e incluso una bata con su apellido.

- Todo un detalle lo de la bata Aldebarán, aunque hubiera preferido otro apodo. – Le advirtió Seiya mientras subía al cuadrilátero.

- Eres como un dolor de muelas chaval ¿te lo han dicho alguna vez? – Golpeó su espalda soltando una de sus particulares y grotescas carcajadas. – Bueno no demoremos más esto, ciertamente tengo curiosidad por ver cómo te defiendes. Déjame presentarte a uno de mis campeones: el titán Cassios.

Al fondo de la sala apareció un auténtico gigante, mediría más de dos metros, sólo su espalda de ancho era más alta que Seiya. Vestía con bata y calzones negros como si de un estado profético se tratara y se presentara ante él su sepulturero. Llevaba una cresta blanca y sus ojos eran amarillentos, parecían los de una serpiente.

-¡Pero qué diablos!- Exclamó Seiya. - ¿Esto no iba en función del peso?.

- Qué pasa chaval ¿te arrepientes? – La socarrona sonrisa de Aldebarán no hizo más que azuzar la voluntad del joven. No se amedrentaría ante ningún oponente fuera lo grande que fuera. El brillo de determinación en sus ojos llamó la atención del presidente de la empresa del Toro. – Recuerda que debes aguantar 3 asaltos.

- Esperemos que tu chico los aguante también. – Si Shiryu hubiese estado ahí habría clamado al cielo ante su comentario.

La campana sonó y los dos contrincantes tomaron posiciones. Seiya estudiaba a su adversario. Estaba claro que su fuerza residía en su volumen y altura, si extendía los brazos casi abarcaba todo el cuadrilátero. Seiya a su lado parecía una hormiga, pero quizás esa voluminosa complexión sería también su punto débil, indudablemente él podría ser más rápido.

El honor de un hombre muertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora