CAP. 6.- ACTA EST FABULA

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(La comedia ha terminado)

Tras tomar algo de la poca sopa que había podido salvarse Pegaso se recostó nuevamente en el sofá por imposición de Saori, quedándose dormido. Lo cierto es que estaba muy cansado y dolorido y, siendo sincero, los cuidados de la joven no le desagradaban.

Saori le velaba en la butaca junto al sofá, sin embargo, no tardó en dejarse vencer por el abrazo de Morfeo. Poco duró su descanso, un acertado instinto la desveló nuevamente, el joven deliraba fruto de la calentura, la herida se había infectado y supuraba.

La limpió como buenamente pudo pero nada podía evitar que siguiera sangrando. Era una sangre sucia, negruzca y que desprendía un olor nauseabundo, pútrido. "Perdóname, Pegaso" se dijo así misma, cogió su teléfono y llamó a Shun.

El joven de cabellos verdes tardó apenas media hora en llegar cargado con una mochila llena de instrumental y medicamentos.

- Menos mal que me has pillado en el laboratorio, el tiempo apremia Saori, tendrías que haberme dejado venir antes, déjame verle. - Le increpó sin coger aliento según le abrió la puerta.

- Pasa Shun pero, por favor, no te asustes ¿vale? Te explicaré...

- ¿Pero qué! - El muchacho no cabía en su asombro - Saori, esto es lo último que me esperaba. - Intentó esconder su incipiente enfado. - Claro que me explicarás, vaya si lo harás. Pero primero trae agua caliente y alcohol etílico, todo el que tengas, y todos los medicamentos que encuentres. - La joven salió a buscar lo que necesitaba dejando a los dos solos por un momento.

- Contigo hablaré más tarde - susurró al oído del aquejado Pegaso - ¿En qué pensabas viniendo aquí?

Saori regresó con un escaso arsenal, apenas algo de alcohol, betadine, algún analgésico y antibióticos caducados, ofreciéndoselo suplicante a un Shun que la mirada con todavía cierta reprobación por las circunstancias en las que se encontraba.

- Ese olor impuro... - cavilaba el joven - esto es algún tipo de veneno. Pásame unas tiras blancas de mi mochila y el bote que pone XIUMIL 45. - Manchó una de las tiras con la sangre de Pegaso y la impregnó con el líquido, en pocos segundos se tornó de color verde oscuro. - Lo que imaginaba. Pásame la mochila.

Saori observaba absorta los movimientos del joven con las manos enlazadas frente a su pecho en gesto de oración. Limpió la herida con dedicación retirando cualquier impureza, el herido se estremecía de dolor con su tacto, para finalmente extender un extraño gel de un azul brillante, casi fosforescente. Al parecer se trataba de un nuevo producto que estaban desarrollando en el laboratorio, un medicamento con alta concentración antibiótica y regenerante, lo llamaban las "lágrimas de Athena" por la famosa leyenda de la fuente sanadora. Vendó el torso del muchacho y machacó unas pastillas, también desconocidas para Saori, que le hizo tragar.

- Creo que no puedo hacer más por él...- se retiró mientras secaba el sudor de su frente. - Tendremos que esperar a que le baje la fiebre.

Ambos compartieron la lenta agonía de una espera que se tornó interminable, no fue sino hasta que los primeros rayos de sol se colaron tímidos entre las cortinas cuando la fiebre bajó y el joven comenzó a respirar normal, sin esa agitación que había mantenido en tensión a sus dos centinelas durante toda la noche.

- Saori, creo que es mejor que me vaya. - Acertó a decir el más joven de los hermanos Kido. - Ya no corre peligro y quizás sea todo más sencillo si cuando despierte no me encuentra aquí. - La joven se limitó a asentir con un gesto, sin apenas tener valor para mirarle a los ojos. - No sé qué tratos te traes con este tipo pero, por favor, aléjate de él, está claro que es peligroso.

El honor de un hombre muertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora