CAP.- 16 TOTUM REVOLUTUM (1ª parte).

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CAP.- 16 TOTUM REVOLUTUM (1ª parte).

("Todo revuelto").

Tan sólo la luz de la pequeña lámpara de lectura iluminaba la discreta biblioteca donde el curtido empresario ahogaba recuerdos dolorosos en su copa de coñac. Aquel pequeño rincón, dentro del laberinto victoriano que erigió en el conocido como el país del sol naciente, era su particular refugio donde el eco del latido de las ilusiones de su juventud le permitía abstraerse del mundo, hasta ese día.

Esa noche lamentaba más que nunca su decisión. Él, que siempre fue hombre de gustos sencillos y austeros, invirtió su fortuna en un palacio para su princesa nórdica, un castillo para su princesa, a la altura de una gran dama de postín como ella. Aquel lugar iba a ser su regalo, la promesa finalmente cumplida, su forma de garantizarla que junto a él no le faltaría de nada, que siempre estaría segura y sus necesidades cubiertas. Su hogar para construir un futuro juntos al fin.

Ella nunca llegó a verlo y a él siempre le pareció frío y desolador desde que la luz de su vida se apagó aquel fatídico día. Esa tarde, su corazón, del que apenas conservaba unos añicos mal ensamblados, había dejado de latir por completo. Sólo aquél rincón aún conservaba cierto calor, recuerdos del hombre que algún día fue, antes de todo, antes incluso de ella.

- En mi caso tengo excusa por el viaje pero ¿qué es lo que impide tu descanso viejo amigo?

La bella dama de cabellos plateados le observaba desde la puerta. Su mirada era tan profunda como la de su padre y del mismo color que el del cielo de la tierra de la nieve eterna que era su reino.

- Soy un viejo ya Hilda, los viejos no necesitamos dormir tanto. – Con un galante ademán la invitó a sentarse a su lado.

- Ambos sabemos que no eres tan viejo como presumes. – La mujer se sirvió una copa antes de sentarse a su lado a observar la tranquilidad de la noche tras los grandes ventanales. – ¿Estás bien? Te noté raro desde que bajé de ese avión Camus... sabes que puedes confiar en mí, tiene que ver con ese chico Kido que te acompañaba ¿verdad? – La compasión ajena nunca era de su agrado, pero viniendo de ella se permitió hacer una excepción.

- En cierto modo sí, él me recordó a alguien.

- Te recordó a ella. – Aquella joven tenía la perspicacia de su padre. – Natassia, la bella e inocente Natassia. Hace años que mi padre me contó tu... bueno, vuestra historia. – Ella no esperó reacción alguna en él, continuó confesándose aún sin haber sido preguntada. – Cuando tenía unos 13 años creí estar enamorada de ti, creo que mi padre me contó la historia de tu gran amor para acabar con todas mis tonterías de adolescente.

- Él es su hijo. – Hilda frenó el sorbo de su copa ante su declaración, si bien, procuró que no fuera evidente, no era propio de ella. En cierto modo no le extrañó aquella revelación, ciertamente el joven se parecía mucho a Natassia

- El joven Kido es su hijo... curioso, ignoraba que Natassia y Mitsumasa hubieran sido... - No quiso continuar la frase por respeto a Camus. – Ni siquiera sabía que se conocieran.

- Yo los presenté en uno de nuestros viajes de negocios a Rusia, en aquel momento Natassia y yo estábamos juntos, pero su padre no lo veía bien, ella iba a venirse conmigo a Japón en cuanto yo me asentara aquí y consiguiera hacerme un hombre de provecho para poder encajar en su familia. Mitsumasa era mi puerta para conseguirlo. Según mis cálculos, el joven debió nacer aproximadamente un año después de ese viaje. – Dejó su copa sobre la mesilla cercana a su butaca y se acercó a la ventana. - Ella me engañó Hilda, ahora entiendo muchas cosas...

La noble rusa no dijo nada, no había nada que pudiera decir. Camus, quien había sido fiel amigo de su familia durante años estaba destrozado, sólo en una ocasión anterior le había visto tan derrotado, en ambos casos la misma mujer fue la culpable.

El honor de un hombre muertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora