Capítulo 25

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Laerthes se encontraba  en una silla normal con las manos amarradas en la espalda, en medio del comedor. Todo a su alrededor estaba oscuro, a excepción de una lámpara que lo iluminaba desde arriba.  Apenas empezaba a recobrar la consciencia, le dolía la cabeza y se sentía mareado. No recordaba absolutamente nada de lo que había sucedido y tampoco reaccionaba del todo bien, pero lograba vislumbrar una silueta frente a él. Le dolía la cadera y los brazos por estar en esa posición tan incómoda. Con poca fuerza trató de mover sus brazos, sin embargo unas ganas de vomitar lo invadieron y no pudo contenerse.
 
—Me alegra que hayas despertado—apenas y alcanzó a escuchar una voz aguda de una mujer. Supuso que provenía de la silueta que tenía enfrente. Dejó de sacar la poca comida que le quedaba en el estómago y se repuso.

— ¿Quién eres tú?—dijo él con la respiración agitada.

—Enserio que esa estúpida pregunta ya me tiene harta—dijo la voz de la mujer de manera calmada.

— ¡Muéstrate!—le ordenó él.

—Te sorprendería saber quién soy.

— ¿Dónde se encuentran los demás?

—Deberías agradecer que me he deshecho de toda esa sarta de miserables—se escuchaba que la mujer estaba dando pasos alrededor de él.

— ¡Ni siquiera me interesa lo que les pase a esa bola de imbéciles!—gruñó en respuesta.

— ¿Enserio?—preguntó ella con fingida sorpresa. —Bien. Déjame decirte que agradezco mucho tu generosidad.

— ¿De qué estás hablando maldita perra?

—Sino hubieses sido tan considerado conmigo, a estas alturas ya te habría arrancado la lengua por tal vocabulario que tienes—se acercó a él por la espalda y le puso la mano en su hombro sintiendo el estremecimiento de Laerthes. —Como te decía… Creo que sin tu gran aporte, no habría logrado llegar a tales alturas—le susurró en el oído.

— ¡Quita tus manos de mi!

—Mi padre estaría revolcándose en su tumba de tan sólo ver como tratas a su hija.

— ¿¡Que!?—se exaltó. —Yo no te conozco.

—Pero yo sí. He estado vigilando cada movimiento tuyo, cada respiración y suspiro que has dado. Ahora sé muy bien cuál es tu punto débil—soltó una risa.

—Tú no sabes nada de mí. Nadie sabe de mí.

— No olvides que sólo hay una persona que sabe todo de ti, y te puedo asegurar que ella aun sigue respirando. No costó mucho para que delatara tus crímenes. Ahora todo el mundo sabe de lo que eres capaz y no tardaran en venir por ti, pero para cuando eso suceda, tú ya estarás muerto. Muerto como debiste estarlo desde un principio—se colocó frente a él y lo obligó a que la mirara.  —Muerto… Así como tú mataste a mis padres. Ahora me toca a mí acabar contigo y con tu toda tu maldita descendencia.

— ¡Tu!—abrió los ojos sorprendido al ver a esa mujer frente a él. Esa mujer de la que le habían confirmado que había muerto al no haber aguantado el aborto que tuvo.

— ¿Me recuerdas abuelo? ¿¡Recuerdas este rostro marcado!? ¿¡Recuerdas a esta estúpida que pensó que algún día la llegarías a querer!? ¿¡Recuerdas a esta niña que dejaste sin padres y que además le arrebataste a su hijo!?—Laerthes comenzó a agitarse y a faltarle la respiración. Se suponía que ella estaba muerta o al menos eso le había dicho Tibalt la vez que la fue a ver.

—Tu… Tu no… No… —no podía articular palabra alguna. Si antes la cabeza le daba vueltas, ahora estaba mucho peor.

— ¿Qué yo no debería de estar viva? ¿Eso es lo que me tratas de decir? No te preocupes que tú tampoco deberias de estarlo. Prendan las luces—ordenó ella a alguien y enseguida estas se prendieron dando una escena de terror al lado de él. Todos se encontraban sentados alrededor de la mesa con una venda en los ojos y amarrados. Inclusive Krischnan que estaba denudo, Berenice, Rowena que solo tenía una tela transparente que apenas y lograba cubrir su cuerpo todo amoratado. Y por último, Beatriz. Ella estaba ubicada arriba de la mesa, en una posición como si fuera un cerdo para un banquete con la cara deshecha y cubierta de sangre. Después de ver a todos sus familiares, dirigió la vista a un lado de la entrada. Se encontraban: Verónica, Karla y Tess.

¡Maldito seas! Ahora y siempre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora