Capítulo 16

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Decidimos acompañar a Ana y José hasta la ciudad desde donde cogerían un autobús hasta Barcelona.

Antes de volver paramos en una cafetería a la que iba a menudo cuando vivía en ella. Lo muebles eran modernos, pero conservando un toque rústico que hacía que el lugar fuera muy acogedor, además varias paredes estaban cubiertas por estanterías de libros que podías leer o comprar.

La dueña era una chica muy agradable con la que había hablado varias veces y que me había acercado a casa una tarde que llovía en su Simca 1000.

—Hola, Ana.

—¿Celia?

—La misma —contesté con una sonrisa.

—¿Cómo estás? Hace tiempo que no te pasas por aquí.

—Es que me he ido con mi tía.

—¿Has dejado al merluzo de Manu? — inquirió abrazándome.

—Técnicamente fue al revés. Y no lo insultes.

—No lo insulta, es un merluzo —intervino Enzo que se había quedado en un segundo plano.

—¿Este hombre tan guapo quién es?

—Enzo, encantado.

—Yo soy Ana.

La susodicha me miró y me guiñó un ojo antes de situarse tras la barra y servir dos tazas de té de menta.

—Yo invito —dijo poniendo otra más para ella.

—Gracias —respondimos al unísono.

—¿Es tu pareja? —preguntó sin rodeos.

—Sí.

—Me gusta —me informó haciendo como si él no estuviese delante.

Lo que le falta a su ego, que la gente le vaya echando piropos, cualquier día de estos echará a volar de lo hinchado que lo tiene.

—¿Dónde está Aaron?

—Con Julia, olvidándose de que su mamá necesita ayuda —contestó con humor. Se notaba a la legua el gran amor que les tiene.


Cogíamos el coche de vuelta a las cuatro de la tarde, así que llegaríamos sobre las seis a nuestro destino. Por suerte, todavía no nos habíamos adentrado lo suficiente en el otoño como para que a esas horas ya no hubiese luz.

Mi mano apoyada sobre la falda del vestido azul marino que me había puesto ese día, sujetaba la de Enzo que nunca suelta la mía mientras conduce.

Aún dentro del coche se podía notar la diferencia de temperatura conforme nos acercábamos a casa. Las medias que llevaba ese día parecían insuficientes en aquel momento, y mi chico conocedor de lo friolera que soy, paró en el arcén en un momento dado y me tendió una mata que había metido en el maletero para casos como ese.

—Toma, caprichosa.

—Gracias, cielo.

—¿Vuelvo a ser cielo? —preguntó. No lo llamaba así desde hacía más de tres años.

—Bueno, solo si quieres.

—Sí, quiero —dijo dejando un beso sobre el dorso de mi mano —. ¿Tienes ganas de ver a tu tía?

—Muchas, ya lo sabes.

—¿Y por qué estás tan nerviosa?

Mierda. Mierda. Mierda.

—Pues porque hace mucho que no la veo y, además, también quiero ver a los animales.

—¿Solo por eso?

—Tengo miedo de llegar y que Carmen me diga que toda la fiesta está mal planificada y tenga que volver a empezar.

Al menos eso no era mentira, era algo que me martirizaría hasta que llegase San Martín.

—Ya verás como no —afirmó dándome un suave apretón. Y ahí fue donde supe que él sabía algo que no debía. 


***

Un capítulo más y llegamos al final :( Espero que todo estéis preparados para lo que viene...

Estrellita si te ha gustado o comenta lo que piensas, me gusta demasiado leer vuestras opiniones:)

Pau

¿Quieres casarte conmigo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora