Capítulo 17

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Vimos el cambio cuando aún faltaba un kilómetro para llegar.

Rodeado por una valla bastante alta, un edificio revestido de madera, de dos pisos, se imponía junto al resto de casas de la aldea. A su alrededor otras pequeñas construcciones que parecían comederos, decoraban los alrededores de la edificación.

En el mes que estuvimos fuera pasó factura al campo que ahora luce completamente diferente.

Al llegar a la verja mi tía nos estaba esperando y junto a ella la pequeña Edelweiss. Me vino justo para que Enzo aparcara antes de lanzarme fuera del coche.

Llegué a sus brazos cuando las primeras lágrimas ya desbordaban de mis ojos.

Jamás tendré palabras suficientes para expresar lo que sentí en ese momento. Este no era mi sueño, pero si el de dos de las personas más importantes para mí y, por fin, después de tanto tiempo, se hizo realidad.

Enzo algo apartado de nosotras, miraba fijamente a la edificación. Tenía las manos en los bolsillos y en su mirada se podía ver lo confundido que estaba.

Me acerqué despacio hasta él y me apoyé en su brazo izquierdo mientras lo envolvía suavemente entre los míos. Mi tía que se había acercado tras de mí, hizo lo mismo en el otro lado.

Pocas veces lo he visto llorar, pero ese día al devolverme la mirada supe que en cierta forma con aquel gesto habíamos llegado a su alma.

Ambas, para siempre.

Pasó su brazo por mi cadera y me pegó a él haciendo que mi rostro acabase pegado a su pecho. Allí escondida pude ver como abrazaba a mi tía por los hombros y le daba un suave beso en la frente. Gesto que repitió conmigo.

No sé cuánto tiempo estuvimos así, pero estoy segura de que fueron más de unos simples minutos.

—¿Qué os parece?

Intenté hablar, pero era imposible.

—Gracias —habló Enzo por los dos. Creo que ninguno era capaz de pensar nada más.

Ese día cumplíamos uno de los sueños de Pilar y de Enzo, tener un santuario para animales de granja donde pudiesen pasar el resto de su vida sin miedo a que se la arrebatasen, y yo tendría la suerte de poder verlo.

Fue mi tía la que nos hizo pasar dentro para poder ver todo más de cerca.

Ambos íbamos unos pasos detrás de ella con nuestras manos unidas y mirando a nuestro alrededor ilusionados como dos niños pequeños.

Edelweiss a su aire investigaba todo lo que encontraba a su paso.

Nos hizo parar ante las puertas de lo que parecía ser un establo y nos obligó a cerrar los ojos.

—Abridlos.

Había retirado una tela que cubría la parte superior de las puertas y ahora se podía ver el nombre del santuario esculpidas en madera.

Edelweiss.

Había llamado a su santuario Edelweiss, y digo suyo porque, aunque ninguno lo supiese, con Andrea habíamos puesto los papeles a nombre de Enzo y Pilar.


Todo fue perfecto. Sin duda se quedará en uno de esos días que ninguno podremos olvidar nunca.

Por la noche, en nuestra habitación, tras disfrutar de las nuevas instalaciones y de darle la noticia a la tía de nuestra relación, nos tumbamos a hablar en la cama.

—Gracias, caprichosa. Eres perfecta.

—Te quiero.

Sé lo que significó para él la creación de Edelweiss.

Significaba dejar atrás un trabajo que no le llenaba y poder comenzar a vivir su vida como en verdad quería.

Significaba un principio, uno que íbamos a vivir juntos.

—Pensé que solo me ocultabas que ya habías acabado la historia, pero veo que no.

—¿Quién te lo dijo?

—A Pilar se le escapó que ya estabais con la creación de la portada. Tú ni siquiera me dijiste que lo habías acabado.

—Perdón —dije mimosa mientras me pegaba bien a su costado.

—Jamás podré agradecerte suficiente lo que has hecho por mí. Te quiero —afirmó antes de besarme. 


***

¿Preparados para el epílogo? Yo desde luego no. 

Pau

¿Quieres casarte conmigo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora