capitulo 4

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Un suave ulular llegaba de una tienda oscura que tenía un rótulo que decía: «El emporio de las lechuzas. Color pardo, castaño, gris y blanco». Varios chicos pegaban la nariz contra un escaparate lleno de escobas. «Mirad —oímos que decía uno—, la nueva Nimbus 2.000, la más veloz.» Algunas tiendas vendían ropa; otras, telescopios y extraños instrumentos de plata . Escaparates repletos de bazos de murciélagos y ojos de anguilas, tambaleantes montones de libros de encantamientos, plumas y rollos de pergamino, frascos con pociones, globos con mapas de la luna...

—Gringotts —dijo Hagrid sacándome de mis pensamientos levante la cabeza . Habían llegado a un edificio, blanco como la nieve, que se alzaba sobre las pequeñas tiendas. Delante de las puertas de bronce pulido, con un uniforme carmesí y dorado, había... gnomo

Cuando entraron nos saludó. Entonces encontraron otras puertas dobles, esta vez de plata, con unas palabras grabadas encima de ellas. Que no entendí por culpa de mi dislexia .

—Como te dije, hay que estar loco para intentar robar aquí —dijo Hagrid. Dos gnomos nos hicieron pasar por las puertas plateadas y se encontraron en un amplio vestíbulo de mármol. Un centenar de gnomos estaban sentados en altos taburetes, detrás de un largo mostrador, escribiendo en grandes libros de cuentas, pesando monedas en balanzas de cobre y examinando piedras preciosas con lentes. Las puertas de salida del vestíbulo eran demasiadas para contarlas, y otros gnomos guiaban a la gente para entrar y salir. Nos acercamos al mostrador. —Buenos días —dijo Hagrid a un gnomo desocupado—. Hemos venido a sacar algún dinero de la caja de seguridad del señor Harry Potter y para sacar un poco de plata que el ministerio dejo para estudios de los niños

. —¿Tiene las llaves? —pregunto el gnomo

-Las tengo por aquí —dijo Hagrid, y comenzó a vaciar sus bolsillos sobre el mostrador, desparramando un puñado de galletas de perro sobre el libro de cuentas del gnomo el cual Acua no perdió tiempo para comérselo. Éste frunció la nariz.—Aquí está —dijo finalmente Hagrid, enseñando dos pequeñas llaves doradas. El gnomo las examinó de cerca. —Parece estar todo en orden. — Dijon con frialdad

-Y también tengo una carta del profesor Dumbledore —dijo Hagrid, dándose importancia—. Es sobre lo-que-usted-sabe, en la cámara setecientos trece. -El gnomo leyó la carta cuidadosamente.

—Muy bien —dijo, devolviéndosela a Hagrid—. Voy a hacer que alguien los acompañe abajo, a las tres cámaras. ¡Griphook!

Griphook era otro gnomo él nos guio hacia una de las puertas de salida del vestíbulo.

—¿Qué es lo-que-usted-sabe en la cámara setecientos trece? —preguntó lia.

—No les puedo decir —dijo misteriosamente Hagrid—. Es algo muy secreto. Un asunto de Hogwarts. Dumbledore me lo confió.

Griphook les abrió la puerta. Donde nos topamos con un estrecho pasillo de piedra, iluminado con antorchas. Se inclinaba hacia abajo y había unos raíles en el suelo. Griphook silbó y un pequeño carro llegó rápidamente por los raíles. Subimos mientas Acua movía su cola y nos pusieron en marcha. Al principio fueron rápidamente a través de un laberinto de retorcidos pasillos. El veloz carro parecía conocer su camino, porque Griphook no lo dirigía.

—Nunca lo he sabido —gritó Harry, para hacerse oír sobre el estruendo del carro—. ¿Cuál es la diferencia entre una estalactita y una estalagmita?

—Las estalagmitas tienen una eme —dijo dalia con una sonrisa de autosuficiencia cuando el carro por fin se detuvo, ante la pequeña puerta de la pared del pasillo, Hagrid se bajó y tuvo que apoyarse contra la pared, para que dejaran de temblarle las rodillas. Griphook abrió la cerradura de la puerta. Una oleada de humo verde los envolvió. Cuando se aclaró vimos que Dentro había montículos de monedas de oro. Montones de monedas de plata. Montañas de pequeños knuts de bronce.

YO SOY ANASTASIA jACKSONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora