capitulo 42

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Pov. Percy

No me presenté a cenar aquella noche, lo cual fue un error, porque Quirón y Grover vinieron luego a buscarme.

—¡Lo siento, Percy! —dijo Grover, sentándose en la cama a mi lado—. No sabía que ellas... que tú... ¡De verdad!

Comenzó a gimotear y pensé que si no lo animaba un poco, o bien se pondría a sollozar a gritos o bien empezaría a mordisquear mi colchón. Tiene tendencia a comerse los objetos domésticos cuando está disgustado.

—No importa —mentí—. De verdad. Está todo bien.

Le temblaba el labio.

—Ni siquiera pensaba... Estaba tan concentrado en la idea de ayudar a Artemisa. Pero prometo que buscaré a Annabeth y a Anastasia por todas partes. Si me es posible encontrarlas, las encontraré.

Asentí y procuré no prestar atención al cráter que sentía abrirse en mi pecho.

—Grover —dijo Quirón—, ¿me dejas hablar un momento con Percy?

—Claro —repuso.

Quirón aguardó.

—Ah —dijo Grover—. Solos, quieres decir. Por supuesto, Quirón. —Me miró desconsolado—. ¿Lo ves? Nadie necesita a una cabra.

Salió trotando al tiempo que se limpiaba la nariz con la manga.

Quirón suspiró y flexionó sus patas de caballo.

—Percy, yo no pretendo comprender las profecías.

—Ya. Quizá porque no tienen ningún sentido.

El observó la fuente que gorgoteaba en el rincón.

—Thalia no habría sido la persona que yo hubiese elegido en primer lugar. Es demasiado impetuosa, actúa sin pensar. Se muestra demasiado segura de sí misma.

—¿Me habrías elegido a mí?

—Sinceramente, no. Tú y Thalia sois muy parecidos.

—Muchas gracias.

Él sonrió.

—La diferencia estriba en que tú estás menos seguro de ti mismo. Lo cual puede ser bueno o malo. Pero de una cosa estoy seguro: los dos juntos seríais una combinación peligrosa.

—Sabríamos controlarlo.

— ¿Cómo esta noche en el arroyo?

No respondí. Me había pillado.

—Quizá lo mejor sea que vuelvas con tu madre para pasar las vacaciones — añadió—. Si te necesitamos, te llamaremos.

—Ya —dije—. Quizá sí.

Saqué del bolsillo a Contracorriente y lo dejé en la mesilla. Por lo visto, no tendría que usarlo para nada, salvo para escribir felicitaciones de Navidad.

Al ver el bolígrafo, Quirón hizo una mueca.

—No me extraña que Zoë no quiera tenerte cerca. Al menos mientras lleves esa arma encima.

No comprendí a qué se refería. Entonces recordé algo que me había dicho mucho tiempo atrás, cuando me entregó aquella espada mágica: «Tiene una larga y trágica historia que no hace falta contar.»

Iba a preguntarle por aquella historia, cuando él sacó un dracma de oro de su alforja y me lo lanzó.

—Llama a tu madre —dijo—. Avísala de que irás a casa por la mañana. Ah, y por si te interesa... Estuve a punto de ofrecerme yo mismo como voluntario. Habría ido de no ser por el último verso: «Uno perecerá por mano paterna.»

YO SOY ANASTASIA jACKSONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora