Día #8.

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No hacia falta decir que las cosas eran extrañas, pero así eran sus vidas por lo que poco podría importar.

—¿Alguien quiere pan?

No, claro que no.

Suspiró notando que estaba hablando solo y es que nadie le hacía caso... ¡Nadie, maldita sea!

Miró el lindo clima del día, el hermoso lugar donde estaban, la deliciosa comida que estaba servida y su magnífico peinado permanente.

Suspiró.

¿Por qué no estaba nada bien, entonces? ¡Oh, ya lo recordaba!

—Xanxus, ¿podrías dejar de ver mal a Yamamoto? —rogó cansado—. Lo mismo para ti, Gokudera, deja de ver así a Squalo... ¡Y Reborn baja el arma!

Los tres hombres bufaron desviando las miradas, Tsunayoshi les miró con reproche.

Estaban celebrando que Nana había accedido a que el tutor volviera a casa, ¿y que mejor para celebrar que una salida en un día tan hermoso? ¡Tarde de paseo familiar en Japón! ¡Yay!

Vale, quizás habría sido mejor si no se hubiera invitado a Xanxus y Squalo, si no acabase de llegar a la ciudad y más aún, si no estuviera tan jodidamente cansado y harto de todo.

¡A la mierda la vida, mataría al mundo!

—¿A esos dos qué demonios les pasa? —bufo Superbi con molestia mirando al castaño y la otra lluvia—. ¿Se han peleado con ustedes? De Xanxus ya me espero todo.

Sawada se encogió de hombros, restándole importancia y abrazándose a su pareja, ¿se ha mencionado su cansancio? Pues eso, se moría.

—Reborn siempre mira mal a Kyōya —sonrió—. Lo mismo con tu loco novio, Takeshi.

—¡Hayato no está loco, Tsuna! —se quejó el guardián—. No entiendo porque dirías algo así.

La lluvia de Varia, la nube y el cielo se miraron entre ellos, ¿acaso iba en serio con eso?

¡Si el italiano imbécil había intentado matar a su amadísimo Juudaime por un malentendido referente a Yamamoto! Ni qué decir de las miradas asesinas que le dedicaba a Haru y al espadachín de la elite de asesinos.

En serio, estaba loquísimo.

—Ya... Claro... —el emperador de la espada le miró despectivo—. ¿Por qué será...?

—¡Me estás tratando de loco! —chilló indignado—. ¡No estoy loco, Squalo!

—Claro, cariño —acarició su cabeza como si fuera un niño—. Lo que digas, yo siempre te creeré.

—¡Squalo!

Tsuna observó la extraña interacción entre las lluvias, notando la atmósfera fraternal entre ellos y las ansias asesinas de las parejas de ambos.

Se arrastró un poco hacia atrás, llevándose a Hibari con él.

—¿Preocupado?

—Por mi integridad, sin lugar a dudas —suspiró—. Lamento haberte arrastrado a esto, Kyōya.

—No hay problema —se encogió de hombros—. Me divierte ver el mundo arder.

El castaño le miró largo rato, el azabache le devolvió la mirada... Reborn también les tenía en la mira mientras Gokudera y Xanxus aprovechaban para alejar a sus parejas del grupo.

Ni caso les hicieron.

¿En qué estaba...? ¡Ah! Bueno eso, que ese trio se miraba.

Y Tsuna reaccionó.

—¿Quién eres y qué hiciste con mi novio? —cuestionó mirándole raro—. A mi Kyōya no le gustan las multitudes, ósea...

—Ya, pero es que en tu molesta ausencia me sentí solo —rodó los ojos—. Y siento que acabo de vomitar un pulmón por decirlo.

El décimo se sonrojó completamente tomado por sorpresa y sonrió nervioso, al tutor no le gustaba como pintaba aquello.

—También te extrañé, Kyōya.

—No dije eso.

—Sabes que sé leer entre líneas.

—Ya... —bufo y recordó algo—. Oye, mencionaste que querías hablar algo importante conmigo, ¿no? Estamos aquí para que me des una noticia y para celebrar que mi tortura sigue.

—No le llames tortura a Reborn.

—Es lo que es —suspiró—. Y yo soñando que no tendría suegro que soportar porque Iemitsu es un cero a la izquierda...

El castaño rió alegremente mientras observaba la dramáticamente soñadora expresión de su pareja, definitivamente estaban hecho el uno para el otro.

—Ya, pero la tortura es mía —rió—. ¡Es a mí a quien entrena!

—Sí, sí, niño, lo que digas —rodó los ojos—. Al punto, hijo, estoy sintiendo como los planetas se alinean y soy apuntado con un arma.

—Va, va —cerró los ojos, nervioso—. Pues... Verás yo... Hmm... Sabes que...

—Tsuna, no comprendo.

—¡Ugh! ¡No me presiones, esto es demasiado para mí! —se sonrojó—. Te quiero pedir que vivamos juntos, ¿vale? Mamá ha sugerido que debería empezar la universidad en Italia, independizarme un poco ya que seré mafioso y... Pues llevamos tres años ya, quiero estar contigo...

Hibari le miró sorprendido y el chico cerró la boca, cuando el azabache se decidió a responder la guerra se desató.

—¡Dije que no vivirían juntos hasta que tuvieras treinta y cincuenta años, Dame-Tsuna!

¿Falta decir que ese número no existe? El cielo se molestó.

—¡Yo decido cuándo vivir con Kyōya! —se cruzó de brazos levantándose—. ¡Tú no me mandas!

—¡¿Qué?! ¡¿Acaso se te olvida quién te crió, mocoso?! —exclamó indignado—. ¡Soy como tu padre! ¡No vivirás con esa alondra!

—¡Pues mirame hacerlo! —se mofó—. Ya he alquilado un piso para nosotros.

Vale... Eso Hibari no lo vio venir.

—¡Entonces viviré con ustedes!

—¡No, en ese caso me quedaré en Japón para siempre! —se horrorizó la alondra—. ¡No quiero vivir con mi suegro! ¡Reborn va a criticar como hago el té!

Fue entonces que todos se enteraron del futuro que tendría Hibari Kyōya si se casaba con Sawada Tsunayoshi.

El asesino número uno le disparó, por indiscreto.

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30 días de infierno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora