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°Era un desastre.
Ambos miraron de la criatura a Mukuro, la piña les devolvió la mirada completamente indiferente.
¿Era una broma? Tenía que serlo.
—Que lo cuide Varia.
—El bastardo de Belphegor intentó algo con él.
—Es normal.
—No, no lo es —frunció el ceño—. Tiene casi veintiún años, la rana tiene doce.
—Está grande.
—No.
—Herbívoro, deja que sean felices.
Rokudo le miró incrédulo, Tsuna y Fran se miraron fijamente, el francés finalmente le sacó la lengua y se fue a ver la televisión.
Era una ternura.
—Es demasiado joven para ser feliz —soltó por fin—. ¡Yo fui feliz a los dieciséis!
—Un placer hacer tu vida más alegre —sonrió el castaño—. Ahora deja que corrija a Kyōya, déjanos ser felices.
—¿No pueden hacerme este favor?
La pareja intercambio una mirada, estaban nuevamente en su hogar en Italia y los planes para la boda estaban en progreso.
Sí, definitivamente no querían meter en eso a un crío con problemas.
—Que lo cuide Chrome.
—Nagi está ocupada.
—¿Con qué?
—No ha querido decirme.
Sospechoso.
¿Aquello era un complot en contra de su felicidad?
Fran lanzó el control contra la pantalla... Él sí que planeaba su venganza.
«Voy a matarlos a todos. Al príncipe idiota por ser tan obvio. Al capitán por ponerse histérico y decirle a la piña, a esa hada maldita por creerle y a Chrome por... ¡Porque se fue de juerga sin mí! ¡Maldita sea!»
—Mukuro, tu hijo ilegítimo ha roto mi televisión —señaló Tsuna—. Vas a comprarme una nueva.
—Veré lo que...
—No. He dicho que vas a comprarla, será mi regalo de bodas.
El rostro del ilusionista se desencajó al tiempo en que a su aprendiz empezaban a escapársele sus malvados planes de asesinato.
Hibari les miró a ambos con preocupación.
—¿Bo...? ¡¿Boda?! —exclamó incrédulo—. ¡¿La boda de quién?!
—La nuestra, herbívoro.
—¡¿Qué?!
—Sí, ¿no es genial?
Tsuna podía sonreír todo lo que quisiera, su guardián de la niebla estaba shockeado.
Luego de una larga discusión del por qué era mala idea, Mukuro se fue a su cita con... El doctor.
Un doctor que, ambos juraban, era albino, no tenía doctorado alguno, estaba como una cabra y era adicto a los malvaviscos.
Ay, el amor...
La pareja miró al niño bajo su cargo... Rokudo pagaría los daños, en serio...
—Kyōya, ¿en tus familia no hubo poseedores de la niebla? —cuestionó esquivando los cuchillos que se dirigían hacia él—. Necesito saberlo ahora que vamos a casarnos.
Hibari lo pensó mientras tiraba de Tsuna, acercándolo a él y alejándole del cocodrilo a su espalda. Suspiró.
—Creo haber escuchado a Fon decir algo sobre mi madre —meditó sobre ello y el castaño lo empujó mientras entre ellos pasaba una flecha en llamas—. Mi hermano tenía deseos de ser ilusionista también, ¿por qué lo preguntas?
Sawada se encogió de hombros al tiempo en que el timbre sonaba por toda la estancia y el ambiente hostil desaparecía al tiempo en que Fran sonreía e iba a ver quién era, una peculiar risa los hizo suspirar.
—Definitivamente deberíamos pensarlo bien antes de tener hijos.
Kyōya sonrió mientras iba a revisar que el niño bajo su cargo no huyera con su novio mayor de edad, definitivamente aquello sería una buena idea.
—Bel, es ilegal —le recordó tomando a Fran del cuello de la camisa—. Espera unos años más, por Dios.
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Me olvidé... ¡Según mi teléfono son las 23.47! ¡No me importa que el reloj de mi hermano dé más de las 00.05! Xd
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