Capitulo 4

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Hola, bueno primero que nada quiero agradecerles por leer la historia, y decirles que espero sus comentarios. de esa manera se si les gusta la novela o no. Recomienden a sus amigos, asi me dan una manito! :)

Espero les guste este capitulo.. Saludos!

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Un dolor agonizante atravesó mi cabeza. Me incorporé y me dirigí al baño. Cuando vi mi reflejo en el espejo entendí el porqué de mi malestar. Me veía abatida y completamente demacrada. Mi cabello estaba alborotado en una cola y el maquillaje corrido por todo mi rostro. Era definitivamente algo imposible de ver.

Después de una reconfortante ducha, mi estómago comenzó a rugir. Me vestí rápidamente con mi cómodo piyama, unos shorts y una camiseta excesivamente grande. Bajé descalza y me apresuré en llegar a la cocina. Para mi sorpresa, Caleb estaba de espaldas a mí, cocinando.

Me detuve a contemplarlo, llevaba solo unos jeans, su perfecto torso desnudo me hacía babear. Su espalda era digna de un poema o una prosa. Completamente ancha y formada. Mire con detenimiento, los auriculares de su Ipod se perdían en el bolsillo de su pantalón. Una música que no pude distinguir apenas se percibía, y su voz tarareaba lo que sea que estuviera escuchando.

Una sonrisa curvó mis labios. Santo Jesús, has dejado libre a un ángel y cayó en mi cocina. De repente se giró y me atrapó en el escrutinio de su cuerpo. De inmediato mis mejillas se tornaron rojas, y deseé poder esconderme detrás de una roca o que la tierra me tragase, cualquiera de las dos opciones eran viables en ese momento.

—¡Ey! Pensé que dormirías hasta más tarde —comentó quitándose los auriculares.

—Bueno, el dolor de cabeza funcionó como despertador —logré responder.

Él volteó, sacó dos platos y dos vasos, dejándolos en la isla frente a mí.

—Espero que te gusten los huevos y el tocino —murmuró, mientras llenaba los vasos de jugo de naranja.

—¡Me encantas! —Me di cuenta de lo que dije e inmediatamente intenté arreglarlo — digo, me encantan. Del tocino y de los huevos, estoy hablando. No dije qué tú me gustaras… —Mierda, Jessie cierra la maldita boca —. Perdón, dejaré de hablar en éste momento —susurré enterrando mi cabeza entre mis manos.

Él rió, pero no dijo nada. Sirvió el desayuno, y comimos en un completo silencio. Cuando acabamos tomé los trastos y me dispuse a fregarlos.

—Deja, yo lo hago.

—No, tú hiciste el desayuno. Es justo que yo lave —murmuré apartándolo de mi lado, con un golpe de cadera.

—Está bien —respondió. Pero no se alejó, solo afirmó su cuerpo en la mesada y cruzó los brazos en su pecho, observándome. Después de sentir su mirada en mí durante unos minutos, tiré la esponja y me giré para enfrentarlo.

—¿Qué pasa?

—¿Por qué debería pasar algo? —preguntó sonriendo.

—¿Por qué estas mirándome raro?

—No pasa nada. Solo me intrigas —alcé una ceja dándole a entender que no sabía qué quería decir con eso —. Nunca vi que te emborracharas antes. ¿Esto tiene que ver con nuestra presencia en tu casa? ¿O intentas hacerme quedar mal ante tu padre por dejarme a cargo?

—¿Por qué todo tiene que girar a tu alrededor? —contesté con otra pregunta —. ¿No puedes solo creer que quise divertirme con mi amigo?

—No, porque tu idea de diversión consiste en quedarte en casa viendo películas o jugando a la Xbox —sentenció.

Irresistiblemente ImposibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora