Beach

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El ambiente era incómodo, más que incómodo. Él fingía que todo estaba bien y solo manejaba tranquilamente hacia algún lado.

Me planteé la idea de que lo mejor era quedarse callada y así lo hice. No pregunté qué quería, a dónde ibamos o por qué estaba haciendo aquello.

— ¿No vas a decir nada? —Habló cuando habían pasado treinta minutos y esperábamos a que la luz del semáforo cambiara a verde.

— ¿Debería? —No volteé a verlo.

— No fui tan rudo, es que no aguantas nada. Si de verdad te enseñara —señalé al frente para que viera el semáforo verde y continuara conduciendo.

Bufo entre dientes y siguió conduciendo. Pensé que se disculparía, pero una vez más estaba equivocada. Odiaba la horrible sensación en mi pecho por querer que me pidiese disculpas. Quería que me abrazara y besara, como si fuéramos una pareja, pero una vez más me doy cuenta de que para él no soy nada.

Llevábamos mucho rato en el auto, demasiado como para ir a casa. Varias veces quize preguntar a dónde ibamos, pero como siempre, el orgullo me ganaba. En un punto del viaje, dejé de pensar, dejé de mirar el paisaje y comencé a respirar más pausadamente. No sé por cuánto tiempo dormí, pero tampoco pude evitar hacerlo.

— Llegamos.— Un fuerte golpe me hizo saltar del susto. Él ya estaba fuera del auto, mirándome através de la ventana y riendo por mi reacción.

Hice una mueca de disgusto, como le encantaba joderme. Me estiré sobre mí misma y cerré los ojos con mucha fuerza. Un fuerte bostezo y salí del auto.

— Ya era hora.— No me volteé a verlo, seguía estirandome como un gato.

Rasque mis ojos y me di la vuelta. Casi se me cae la mandíbula al ver el inmenso mar teñido por el naranja del sol. Había visitado la playa solo una vez, tenía siete años así que no recordaba la inmensidad y lo imponente que era el mar.

Caminé casi hipnotizada por la arena. Los zapatos comenzaron a molestar así que no tardé mucho en quitármelos.

Estaba justo en la orilla, cada ola que venía amenazaba con mojar mis pies.

Olía a sal y arena. Sentía la brisa fresca entrar por mis fosas nasales y purificar mis pulmones.

No podía borrar esa estúpida sonrisa de mi rostro, era hermoso.

Podía ver al sol y aunque estaba a cientos de kilómetros, podía sentirlo casi al frente. Era enorme, anaranjado y hermoso. Jamás había visto semejante espectáculo como lo es la bellísima e imponente puesta de sol, tan de cerca.

Miraba mis pies con miedo a que el agua salada los salpicara. Por una parte quería sumergirlos ahí y jugar en el agua por horas, pero por otra parte, tenía miedo de hacerlo.

Él pasó junto a mí y entró al agua sin dudarlo un segundo. Lo miré con ojos abiertos, no había echo contacto visual con él desde la noche anterior y debo de admitir que sus ojos, su sonrisa, su nariz, todo él... Eran mi punto débil.

Me extendió una mano con una sonrisa pícara curvando sus labios. Apreté los labios en un intento inútil por evitar sonreír y tomé su mano con algo de miedo. Me acercó a él con cuidado.

Dio un pequeño salto cuando mis pies hicieron contacto con el agua fría. Él rio bajo y me sonrió para darme confianza.

— ¿Ves? —Miró hacia nuestros pies y luego a mis ojos de nuevo— no pasa nada.—Asentí con una sonrisa—. Esto sobra... —Me tomó de la cintura y con una de sus manos, comenzó a desabrochar mi blusa. No dejó de mirarme a los ojos ni por un segundo.

Call me Daddy ❣ Choi SiWon ❣Donde viven las historias. Descúbrelo ahora