Me desperté cuando el reloj despertador sonó, era miércoles, mi día libre.
Me lavé el rostro y luego me dirigí a la cocina para preparar el desayuno de Jason y el mío.
Mientras esperaba que el agua hirviera me dirigí a la habitación de Jason. Me senté en el borde de su cama y lo moví suavemente para que despertara. Cuando abrió de a poco sus parpados me incliné para darle un beso en la frente.
─ Buenos días, mami –dijo despeinándose aún más de lo que ya estaba con su mano.
─ Buenos días, mi pequeño. ¿Acaso no piensas levantarte? –dije al ver que no se movía.
─ Hoy no debes ir a trabajar, ¿cierto? –asentí. –Entonces, ¿puedo quedarme en casa?
─ ¿Qué? –reí. –Sabes que no te dejaré faltar al jardín de niños a menos que estés enfermo ó que sea tu cumpleaños.
─ Al menos lo intenté –dijo riendo mientras quitaba sus frazadas. – ¿Puedo elegir lo que me pondré hoy?
─ Eso, sí. ¿Qué quieres ponerte? –dije dirigiéndome hacia su armario.
─ Los tejanos negros que me regalo Liam el mes pasado y la remera azul de las tortugas ninjas.
─ Amas esa remera, Jason –reí.
─ ¡Amo a las tortugas ninjas! –lo miré seria.
─ ¿Más que a mí?
─ ¡No! –exclamó, corrió hacia mí y me abrazó –jamás querría a nadie más que a ti, mami.
─ De acuerdo, pequeñín –dije con una gran sonrisa en el rostro, la cual había sido provocada por las palabras que acababa de decir mi hijo. –Vístete que iré a preparar el desayuno. Si tienes problemas para atarte los cordones, me avisas.
─ No tendré problemas, ya soy un niño grande y sé hacerlo –dijo levantando el mentón orgulloso de sí mismo.
De vuelta en la cocina vertí el agua caliente en una taza con una bolsa de té inglés dentro y luego leche y cereales en un tazón para Jason. Llevé todo a la mesa, serví jugo de naranja en dos vasos, saqué una manzana de la fuente de frutas y la dejé junto al resto del desayuno de mi pequeño quien justo en ese instante salió de su habitación y se sentó frente a su desayuno.
─ ¿Me puedes dar una cuchara, mami? –pidió con una dulce voz.
Luego de hacer lo que me pidió me senté a su lado y comenzamos a desayunar.
─ Te tengo una sorpresa para cuando terminemos de desayunar –dijo emocionado.
─ ¿Qué traes entre manos, Jason?
─ Nada malo –rió. –Solo que no puedo decírtelo porque entonces no seria una sorpresa.
─ De acuerdo, no me lo digas, que sea una súper sorpresa.
Terminamos el desayuno en silencio ya que dieron un capítulo especial de las Tortugas Ninjas y Jason estaba tan emocionado mirando la televisión que no quise interrumpirlo.
Luego de llevar los trastes al fregadero y lavarlos me dirigí a mi habitación para cambiarme. Me puse un vestido de color azul francia, que me llegaba hasta apenas por encima de las rodillas, y unas sandalias negras. La variedad en mi guardarropa era escasa, a diferencia de la mayoría de las chicas de mi edad que siempre vestían con shorts y ropas extravagantes, yo vestía con ropa menos reveladora. Desde que Jason nació creí que todo ese tipo de prendas era inapropiada para una madre, sin importar la edad.
Peiné mi cabello y lo dejé suelto, por suerte no había tanta humedad así que no se veía tan mal.
Cuando salí de la habitación vi a Jason esperándome en el sofá de la sala.
─ Mamá, quiero mostrarte la sorpresa –dijo corriendo a mi lado y tomándome de la mano.
─ Y yo quiero verla –dije divertida.
Jason me condujo hasta su habitación, pero antes de entrar en ella me hizo cerrar los ojos.
─ ¿Estás espiando? –preguntó mientras me hacía caminar dentro ella.
─ ¡Claro que no Jason!
─ ¿Estás segura? –volvió a preguntar.
─ Síp.
─ Entonces puedes abrir los ojos.
Al separar mis párpados me encontré con algo inimaginable. Jason había hecho su cama, por más de que no estuviera perfecta, eso me ponía muy feliz.
Jamás pretendí que Jason hiciera su cama, era muy pequeño aún para hacerlo. Para mí la única responsabilidad que él tenía era divertirse y la mía, entre muchas, era tratar de que él fuera lo más feliz posible.
Me agaché para darle un gran abrazo a mi hijo y cuando ya lo tenía en mis brazos dije:
─ Estoy muy, muy orgullosa de ti.
─ ¿En serio? –soltó una risita.
─ ¿Cómo no estarlo? ¡Tengo al mejor hijo del mundo!
─ ¡Y yo a la mejor mamá! –dijo entre risas ya que comencé a hacerle cosquillas.
Luego de que ayudé a Jason a peinarse nos subimos al auto y conduje hasta el jardín de niños, Jason no dejó de cantar en todo el camino.
Cuando estacioné a un par de metros de la entrada vi que Brody, un compañero de Jason, caminaba de la mano de su padre rumbo al jardín.
─ ¿No es ese Brody? –pregunté mientras me quitaba el cinturón de seguridad.
─ Sí –dio un grito de alegría –al fin ha regresado de sus vacaciones.
─ Al parecer lo has extrañado, es tan evidente que se han ido al caribe. Él y su padre están súper bronceados –dije a modo de broma.
─ ¿Puedo hacerte una pregunta?
─ Seguro cariño, ¿qué sucede?
─ Mamá, ¿porqué yo no tengo papá como los demás niños? –su dulce voz rompió mi corazón.
¿Qué respuesta podría darle a un niño? ¿Qué su padre no lo cuidaba cuando era un pequeño indefenso? ¿Qué no se había interesado en saber nada de él durante años? ¿Qué no estaba segura de que él lo quería?
No sabía que responder, jamás había pensado en qué hacer en una situación como esta. Me sentía tan estúpida por no haberlo hecho. Era obvio que eso algún día sucedería, y para ser honesta no sabía como salir de esa situación.
No estaba en mis planes mentirle, jamás lo había hecho y no estaba dispuesta a comenzar ahora.
El ruido del vidrio del auto siendo golpeado me sacó de mis pensamientos, era Matty, el mejor amigo de Jason.
─ ¿No entrarás? Quiero jugar al fútbol, pero sin ti no es divertido –dijo cuando Jason bajó el vidrio de la ventanilla.
─ Sí, ya voy Matty –dijo sacándose el cinturón de seguridad.
Bajé del auto y abrí la puerta trasera para ayudar a Jason a salir de él.
─ Adiós, mami –dijo regalándome un abrazo y un beso para luego salir corriendo junto a su amigo.
─ Adiós, Jason –mi voz era casi inaudible.
Luego de que me aseguré de que mi pequeño había entrado al jardín de niños volví al auto. Apoyé mi cabeza en el volante y sentí como mis ojos se llenaban de lágrimas.
¿Qué haría ahora?
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Bad Father
Hayran KurguMamá, ¿porqué yo no tengo papá como los demás niños? –su dulce voz rompió mi corazón.