Pre adolescencia.

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No sabía lo que esperaría en aquel momento. Así que derrumbando el silencio incomodo que habia entre los dos, saqué la muñeca, de nuevo.
-¿Puedo hacerlo?-Dije mirando directamente a sus ojos porque sabía que estaba asustado.
-¿Hacer que?-Dijo él, aún más asustado de lo que estaba antes.
-Después del fracaso en la escuela y pérdida de amigos, aún quedaban esperanzas en mi, sin duda una de las experiencias marcadas en mi vida fue toda mi preadolesencia, donde encontré el alcohol, el suicido y la anorexia, hoy en día, muchos se reservan sus problemas tanto como yo lo hice, pero hablando, tal vez, mi vida seria diferente, a mi vida tan detestable ahora. A mis 12 descubrí el alcohol, no sabía, seguir llorando no me ayudaría en nada, y sabía que cortarme no sería la solución, pero ¿que pasa con el alcohol? Te ayuda a olvidar y no te hace ningún daño, o al menos eso es lo que pensaba, sin pensarlo, le daba a mi madre pastillas para que durmiera en su refresco de la noche, y a media noche, sacaba una botellita de vodka que guardaba mi madre en la refri, al principio un pequeño trago o dos, me quitaban el antojo y me hacían dormir, pero al volverse una adicción, decepcionada de los problemas que existían, acabé la botella completa, y así, volviéndose una adicción, hasta que llegó la época, del acoso escolar, es decir, bullying.
A veces las chicas nacen con imperfecciones, por ejemplo, yo nací con problemas de sobre peso. A mis 12 años, siendo una bolita andante, mis amigas flacas mencionaban palabras, que aunque por fuera, no diera el mínimo interés, por dentro podían destrozar parte de mi moral, en segundos.
Mi anorexia había comenzado, y yo hacía lo posible para evitar comer. A la hora del almuerzo, la ensalada era lo principal, y eso era lo que comía, en todo el día.
Cuando pasaba mi límite de alimento, me hacía vomitar, porque quería llegar a ser una gran princesa, hermosa, y con el cuerpo, más espectacular que había, sin duda, la ignorancia me atrapaba, las niñas en el colegio me miraban raro, y chismeaban sobre mi aspecto, cada vez que bajaba de peso, mi moral caía aún más, sin saber el daño que me hacía a mi misa, cortando mi estómago cada vez que mi cuerpo lo pedía, mi madre intentó hablar conmigo sobre ello, no respondí nada al respecto. Ya no podia hacerlo, ya no podia continuar, ya era mi final.
Y ahí tomé en cuenta mi balcón y las navajas, cada noche ensayaba lo que haría aquel día, que me atrevería a quitarme la vida que por suerte no había sido la mejor.
Y llegó aquel día, donde yo estaba en aquella noche fría mirando los edificios y la gente caminando agarrando mi balcón con fuerza, ahí fue cuando mi vida pegó un giro completo.

Mi Muñeca RotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora