Introducción

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— Lo siento mucho, sé que eres un excelente estudiante, y que definitivamente serás un extraordinario médico, pero desafortunadamente nosotros como institución no podemos seguir pagando tus estudios. Puedes conseguir una beca por tus calificaciones, pero el costo de los libros son altos también.

Observo por unos momentos al hombre sentado frente a mí. Es el Director de Apoyos a la Educación. Por dentro estoy realmente decepcionado, pero tampoco es como si fuera su culpa el que tenga que dejar de estudiar.

Ya he cumplido los 18 años y es tiempo de iniciar una carrera universitaria, ya no soy más un niño desamparado al que deban pagarle sus estudios. Aunque aún sigo siendo un chico sin padres, ya tengo edad para trabajar, así que debo empezar a valerme por mí mismo.

Suspiro hondo. Bajo la mirada, observo mis manos. Sé que puedo ser algo más que un empleado de medio tiempo, quiero ser de utilidad, y sé que con estas manos puedo ayudar a salvar vidas. Si tan sólo tuviera el dinero para pagar mi Universidad.

— Do Kyeom... - levanto la mirada para verlo. — ¿Inicio los trámites para la beca? – levanta una ceja preguntándome realmente si voy a poder conseguir lo que falte para poder pagar mis estudios.

Muerdo mi labio inferior, y de pronto viene a mi mente de nuevo ese recuerdo de hace tres años. El jovencito lindo y su hermanito. Su appá, tan dulce y amable, que me dio su tarjeta para que lo contactara si necesitaba algo.

De nuevo bajo la mirada. No puedo hacer eso. Al final de cuentas, solo los he visto una vez, seguramente ni siquiera me recuerda.

— ¿Do Kyeom? – niego con la cabeza.

— No. Aún no. Déjeme pensarlo un poco.

— Bien. Puedes empezar por buscar otro trabajo.

— Si, tal vez haga eso.

Suspiro hondo. La verdad es que para alguien sin estudios universitarios es muy difícil encontrar un trabajo que sea bien pagado.

Me pongo de pie y hago una venia.

— Gracias por todo.

— Regresa cuando tengas decidido lo que harás.

— Sí, lo haré.

Salgo de la oficina. Cierro la puerta y suspiro hondo. Levanto la mirada para ver a varios chicos menores que yo, esperando a ser recibidos. Chicos que aun necesitan terminar sus estudios básicos. Que necesitan más este apoyo que yo.

Niego con la cabeza y salgo de la oficina de gobierno. En realidad hace más de un año que he estado juntando dinero para poder rentar un pequeño departamento, hace apenas una semana que he logrado mudarme, aunque aún sigo visitando a las monjas del orfanato a los pequeños que viven ahí.

Aunque las monjas siempre procuraban darnos lo mejor en cuanto a alimentos y cuidados, siempre había niños que caían enfermos y necesitaban de un buen médico. No siempre se encuentra a un médico dispuesto a prestar sus servicios de manera gratuita o a un costo más accesible.

Es así como decidí que quería ser Doctor, no solo los niños en los orfanatos necesitan de alguien, también hay mucha gente de escasos recursos a la que quisiera ayudar. Si tan solo pudiera conseguir el dinero suficiente para mis estudios.

Me detengo frente al viejo edificio en donde se encuentra mi pequeño departamento. Suspiro hondo.

No puedo darme por vencido tan fácilmente.

Llevo una mano al bolsillo trasero de mi pantalón. Saco la vieja cartera y busco en su interior. Apenas si tengo algunos billetes, y uno que otro papel. Lo más importante, esa pequeña tarjeta de presentación.

Muerdo mi labio inferior mientras observo la tarjeta, realmente bien conservada bajo el plástico de mi cartera.

— Park Jung Min...- Leo. — "Cappuccino, Dongsuh Coffe Corporation".

Con cuidado saco la tarjeta y la giro para leer el nombre escrito al reverso.

— Park Hyung Jun...

Él dijo que podía llamarlo cuando quisiera, pero han pasado tres años, ¿aún me recordará? ¿No sería demasiado de mi parte llamarlo para pedirle dinero para mis estudios? ¿Qué tal si solo lo dijo por ser amable?

Levanto la mirada, en la acera de enfrente está la pequeña que presta su teléfono por algo de dinero. Suspiro hondo. El llanto de un niño me hace girar mi cabeza y capta mi atención. Un joven appá levanta del piso a su hijo, con las rodillas raspadas y una cortada en su mano.

Lo observo cargarlo y decirle palabras de consuelo mientras lo lleva a la farmacia ubicada en la esquina.

Es solo una cortada, pero aun así tuve el impulso de ir a ayudarlo. Sí, en verdad quiero seguir estudiando, convertirme en un buen médico.

Suspiro hondo. Enderezo mis hombros y atravieso la calle decidido.

— ¿Me presta su teléfono? – le digo al dependiente de la tienda.

— Sí, claro.

— Gracias.

Tomo el auricular y marco el número al reverso de la tarjeta. El del joven Park Hyung Jun. No me atrevo a llamar a su marido, eso me pondría más nervioso de lo que ya estoy. Espero unos momentos hasta que contesta.

— ¿Sí? — su voz suena igual de dulce y alegre a como la recuerdo y eso me hace sonreír.

— Umm... ¿Es el joven, Park Hyung Jun? – pregunto nervioso.

— Sí, soy yo. ¿Quién habla?

— No sé si me recuerde. — siento mi corazón latir acelerado. — Nos conocimos hace tres años. Usted me dio su tarjeta.

Me detengo unos momentos. En verdad siento que mi corazón va a salirse de mi pecho.

—Soy... Do Kyeom. 

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