17. No puedes dejarme.

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-Nunca te voy a dejar. - Lloré, luchando dentro del agarre de Leo. Sus ojos se cerraron por un mísero segundo y un suspiro salió de sus, ahora, rojo y brillante labios.


-Tú, cariño mío. - Pausó para poner sus labios sobre los míos en un desesperado beso.

 Se alejó solo un poco, su caliente aliento inundaba mi cara por completo.

-Sin duda tienes razón.

Me levantó de la posición en la que estaba y me sentó en su regazo, moviéndose hacia atrás y delante.

-Ahora, ¿qué castigo te gustaría? - Murmuró. Me encogí, pensé que eso era mi castigo.

-¿N-No sé? - Dije, insegura de mi misma. No me ha dado ninguna opción.

-Bueno, está el típico azote- - Me estremecí, odiaba absolutamente eso. -Podrías darme placer... - Mis ojos se abrieron de par en par y negué con la cabeza, me tocó suavemente la barbilla antes de abrir la boca de nuevo. -Y mi opción final es la pistola eléctrica.

Gemí, eran todas horribles y extremadamente dolorosas emocionalmente y físicamente. La pistola eléctrica haría que me doliese todo, mientras que los azotes solo me dolería un rato. Darle placer estaba fuera de las opciones.

-U-uhm supongo que los azotes. - Le dije, llevándome las rodillas al pecho.

-Ains, ¿estás segura, gatita? Estoy completamente necesitado de otro buen trabajo de manos. - sonrió y arrugué mi nariz. Se rió, levantándose y llevándome con él.

Se sentó al borde de la cama y me ordenó que me girase moviendo un dedo. Me quedé a su lado y me puso sobre su regazo.

-Hmmm, ¿cuántos te gustaría? - Preguntó. Me temblaban las manos así que las presioné contra el suelo. No quería que viese cómo de asustada estaba.

Me quedé en silencio así que suspiró.

-Serán 5 veces y sin ropa de por medio.

Jadee y solloce mientras el bajaba mis pantalones. Me volvió a colocar en su regazo y una de sus mano descansó en mi culo momentáneamente antes de echarla hacías atrás y golpearme fuerte. Lloré en alto, hincando las uñas en el suelo.

El se inclino y cogió una de mis manos en la suya.

-Solo 4 más, gatita.

Me volvió a azotar, esta vez un poco más flojo. Apreté su mano fuertemente con ambas  manos.

Sus golpes se volvieron más y más suaves, pero cuando vino el último, puso toda su fuerza en él. Grité, hincando las uñas en la palma de la mano de Leo. Me levantó y me sentó en su regazo.

Reclamada [EN EDICIÓN/TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora