Tortura

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El día se veía tranquilo y nublado, de esos días en los que se antojaba salir a caminar o algo parecido, y sin embargo yo tenía que conformarme con solo verlo desde mi balcón. Cansada y rendida de tanto soñar despierta y dormida lo mismo, ser libre de vuelta, cerré el ventanal para salir de la habitación.

Me quedaba claro que ya no podía seguir temiéndole. Sabía que estaría por mucho tiempo en las mismas cuatro paredes y por esa razón necesitaba encontrar la forma de sobrellevar la situación. Tenía que encontrar un modo de convivencia con él, una que no fuera la misma de siempre, donde él era el victorioso. El único problema era que no encontraba como acabar con eso.

Ya no quería seguir con mis tonterías, de alguna forma u otra me las averiguaría para cumplir mis planes, así que me dirigí a la cocina. La verdad era que moría de hambre, aunque no se me olvidaba la orden de Matías, pero ignoré todo al mirar a Rosa rebuscando algo en los cajones.

—¿Qué busca? —La observé detenidamente.

—Buenos días, señorita. —Me dedicó una linda sonrisa y se la correspondí—. Busco la nota de lo que hace falta comprar, la hice ayer, pero al parecer ya la perdí.

—¿Le ayudo a buscar? —Estaba a punto de abrir un cajón cuando la escuché de nuevo.

—¡¡Aquí esta!! Cómo pude olvidar que la tenía en el delantal.

—Lo bueno es que la encontró.

—¿Nos quiere a acompañar a hacer las compras? —Su pregunta me tomó por sorpresa, ¿acaso no sabía que no podía salir de esta casa?

Esa podría ser una buena oportunidad para escapar, pero después sus ojos encolerizados pasaron por mi mente, su voz enojada seguro no se comparaba con sus gritos... y esas estúpidas manos esta vez no se detendrían si fallaba, si me encontraba.

—Ah no, yo... —Qué se supone que debía decirle, ¿la verdad? —. Yo tengo que... —Sin querer un nudo intenso se instaló en mi garganta, extrañaba tanto el exterior—. No puedo Rosa, no puedo salir de aquí.

Poco a poco una opresión que incrementaba en mi pecho me obligó a no sostenerle la mirada por miedo a terminar llorando. Así que tuve que salir literalmente corriendo de la cocina a mi habitación. Extrañaba tanto mi antigua vida, extrañaba sentirme libre y no atada a alguien tan cruel. Lo peor era que yo no lo había decidió así, esto se suponía que jamás pasaría, pero ya era tarde porque no había manera de escapar de él.

Me refugié en un rincón entre una cómoda y la pared, tratando de tranquilizarme. Si derramaba la primera lágrima sabía que no iba a poder parar y al final me faltaría el oxígeno, y aunque ya tenía el medicamento necesario, prefería no correr riesgos.

Mientras mi cabeza ordenaba cada pensamiento que vagaba cerca de ella, unos ojos negros me observan con muy poca tolerancia.

—¿Qué haces ahí? —Hizo una seña para que me incorporará, pero me reduje a observarlo—. Mira niña. —Frotó sus ojos con el dorso de sus manos— Ya me cansé de ti, tienes que ser discreta, Rosa ahora piensa que soy un animal contigo.

Criaturas Malditas #2: Tu Dueño, Tu TormentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora