Regreso a Casa

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Intentaba con todo esmero concentrarme en los malos recuerdos, pero no funcionaba tan bien como la primera vez. Aparté de mi vista el cuaderno y el plumón que me había proporcionado Rosa cuando se me ocurrió la brillante idea de transcribir cada uno de los malos momentos que Matías me había hecho pasar. Relatando todo, desde sus acciones, palabras y la bola de terror que me provocó con ellas, con la única intención de lograr odiarlo de vuelta, aunque no estaba ni cerca... sí, lo odiaba cuando recordaba, lo odiaba por horas mientras repasaba una y otra vez los mismos pensamientos, pero después bastaba una simple palabra de Rosa que describiera la salud de Matías para que terminara con ese sentimiento desagradable, o cuando mi mente me traicionaba recordando otro tipo de cosas.

Era tan frustrante.

Tomé de vuelta la libreta y la cerré cuando dieron pequeños golpecitos a la puerta. Sabía quién era y a qué venía. Rosa había estado tocando a mi puerta por dos días seguidos, intentando convencerme de que fuera a ver a Matías que seguía en cama. En realidad, tenía tres días de no verlo. El primero me deprimí, sonaba absurdo, lo sabía y no comprendía exactamente porque me encontraba de ese modo, tal vez se debía al efecto que causaba la simple idea de alejarme de él, fue ahí donde comencé a preguntarme si realmente Matías y yo no habíamos formado un vínculo cuando bebió de mi sangre. Él había afirmado que no, pero yo ya comenzaba a dudar.

Pese a mi mal estado busqué alternativas de cómo lograr verlo como lo que era, una bestia. Y si, la mejor solución era anotar y convencer a mi cerebro de que era malo, pero no funcionó tan bien como esperaba. El segundo día fue el más difícil, Rosa a cada cinco minutos llamaba a mi puerta pidiéndome que al menos fuera a verlo por unos segundos y todo empeoraba cuando bajaba y me la encontraba. Y exactamente hoy creí que ya no molestaría con lo mismo, ya que casi oscurecía y ella no había hecho ninguna petición de parte de él, pero me equivoqué también.

—Rosa, de verdad no puedo. Deja de insistir —hablé por lo alto, y aun sabiendo que no se atrevería a entrar, oculté la libreta debajo de mi almohada.

Apenas y había terminado mi acción cuando la puerta se abrió bruscamente dejándome perpleja. No se trataba de Rosa sino de Matías y no pude ocultar cuán alarmada me encontraba al verlo, pues parecía que en cualquier momento caería al suelo. Sin pensarlo dos veces corrí a ayudarlo.

—¿Qué haces aquí? —Cuestioné un poco enfadada por su descuido, y entrando en pánico como siempre me di cuenta de que necesitaría de Rosa—. ¿Rosa? ¿Podrías venir?

—No la llames, le he pedido que buscara a Miguel, no te escuchará.

Resoplé molesta, aunque no tuve suficiente tiempo como para reprenderlo, pues lo más urgente fue ofrecerle mi hombro para que se apoyara, luego intenté encaminarlo a su habitación, pero me freno.

Criaturas Malditas #2: Tu Dueño, Tu TormentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora