¿Libertad? No, Aún No

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Una semana había pasado ya, una en la que se había prometido a sí mismo tener una solución a sus dilemas, pero no, era todo lo contrario. Entre más tiempo pasaba en su interior se formaba algo parecido a una maraña de espinas encendida que crecía poco a poco, desangrando todo cuanto había en él. Dejándolo inquieto, incapaz de pensar con sensatez.

El día en que Laila había perdido la cordura no fue capaz de soportarlo y quedarse a contemplar cómo se desmoronaba. Él sabía bien que lo odiaba, pero aquel día mantuvo la esperanza de cambiar, aunque fuera un poco aquello. Y al final del día se odió igual o más que el simple hecho de ser el monstruo que era, porque no tenía la menor idea de lo que le sucedía.

Cuando la conoció no le importaba nada, suficiente tenía con su propio odio como para molestarse por los intereses o preocupaciones por los demás, pues ya no habitaba en él ninguna esperanza de ser una persona normal, sin la responsabilidad de tantas personas, atrapado en circunstancias que, para muchos eran místicas. Pero después todo cambio, comenzó a preocuparse por ella y todo debido a que podía sentir lo que le ocurría, sus estados de ánimo... completamente TODO. Era algo tan asfixiante que estaba decidido al menos poder llevar una relación armoniosa con ella, pero la cruda realidad lo golpeo súbitamente.

Por absurdo que le pareciera ahora, la idea de que en realidad podía ser su mate lo acechó por dos largos días, los que había creído como los más complicados, aunque le quedaba claro que se equivocaba. No podía atribuirle sus enredos emocionales a su queridísimo abuelo, pues en el fondo sabía que se vería obligado tarde o temprano a pasar por lo que ahora trataba de sobrellevar.

Molesto consigo mismo aquella mañana salió hacia la mansión, pues pensaba que con cualquier asunto de la manada podría distraerse, como siempre, tratando de escapar de su realidad y no sentir en lo absoluto lo que le pasaba a la chiquilla. Pero para su sorpresa se encontró con el Alfa de Alfas en su despacho.

Aún sin cruzar palabras supo que su día no podía ir peor.

—Supongo que te han contado con lujo de detalles lo sucedido —soltó sin preámbulos, todo con tal de que desapareciera pronto.

—No estoy aquí por el hecho de que casi asesinas a dos miembros del consejo, así que no tienes nada que temer.

Le fue casi imposible no soltar una carcajada, utilizar la palabra "asesinar" era algo extremo, teniendo en cuenta que ellos nunca estuvieron en peligro.

No veía el caso de contradecirlo o algo parecido, por lo que mejor decidió seguir con su tonto juego.

—Entonces, ¿a qué debo tu visita?

—Me han informado que tu mate es una humana.

En su rostro se dibujó una mueca que podía reconocerse como ironía, pues ahora comprendía a dónde quería llegar.

Criaturas Malditas #2: Tu Dueño, Tu TormentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora