Mal Humor

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Después de dar mil vueltas en la cama pude conciliar el sueño. Ya habían pasado tres días desde el último encuentro con él, cosa que agradecía, pero dudaba que el día de hoy no me lo encontrara.

Durante este tiempo reflexioné un poco y estaba completamente segura de que tenía que escapar a como diera lugar. No podía seguir intimidada por él y aunque sabía que, si no lograba mi objetivo una vez poniendo un pie fuera de esta casa, me mataría, pero eso ya no me importaba. Prefería mil veces estar muerta a seguir presa en las cuatro paredes que me rodeaban. Prefería mil veces morir a ser obligada a hacer algo en contra de mi voluntad.

Cuando la habitación fue aclarada por los primeros rayos de sol escuché un tremendo ruido en la planta baja.

—Déjame solo —vociferaba una voz que sabía bien a quien le pertenecía y me asombré al darme cuenta de que se atragantaba con sus propias palabras.

—Te estoy diciendo que no —gritó Miguel, ahora todo se escuchaba más cerca.

—La quiero a ella y va a ser mía ya. —Me alarmé, estaba segura de que se encontraban en las escaleras.

—¡Guardias! —Siguió gritando Miguel.

Lo último que escuché fue decir a Matías que lo soltaran, después de eso fue todo silencio, completamente silencio, aunque yo ya no podía volver a cerrar los ojos. No sabía que pasaba, pero no creía que este día fuera a ser muy bueno que digamos.

—SEÑORITA. —TOCÓ ROSA la puerta, justo cuando secaba mi cabello.

—Entre, Rosa.

—¿Le gustaría bajar? —cuestionó con cautela

—No, estoy bien, gracias. —Lo último que quería era encontrarme a Matías.

—El señor no está. —Me espanté en cuanto pronunció aquello, entonces era evidente que yo le temía. Me preguntaba como reaccionaria él si se diera cuenta que las personas del servicio pensaban eso, seguramente se enfadaría a morir conmigo.

—No es eso, sólo que... —Ahora que excusa decía, no había algo que me impidiera salir—. Está bien —pronuncié rendida—. Ahora bajo.

Rosa me dedicó una sonrisa para después desaparecer de mi habitación, mientras yo me preguntaba qué era lo que había pasado con Matías, ¿acaso Miguel tenía alguna autoridad en él? Eso era simplemente imposible, pero cabía la posibilidad de que fuera viable cuando él no se encontrara en sus cinco sentidos, ya que Matías estaba borracho o al menos eso imaginaba.

No quería seguir con pensamientos absurdos que simplemente no debía tener, así que mejor bajé hasta la cocina donde se encontraba Rosa picando fruta.

Criaturas Malditas #2: Tu Dueño, Tu TormentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora