※Tres

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Llegué a casa a eso de las once de la noche, estaba todo oscuro y silencioso y el único ruido que se escuchaba era el de uno de los relojes que habían en la pared. Encendí las luces de la sala y dejé mi bolso encima del sillón para luego tirarme en el y cerrar mis ojos. Hace mucho tiempo que no estaba todo apagado y en silencio aquí en el departamento.

¿Es normal sentirme tan miserable?, porque yo diría que no. Jamás había tenido una relación así de larga, es más... Con ella fue mi primera relación seria, mi primera novia y mi primer amor. Era la primera vez que me enamoraba, que sentía esa quemazón en el pecho con tal sólo ver a esa chica que me volvía loco. Era la primera vez que me rompían el corazón de ésta manera.

Pasé las manos por mi cabello y solté un suspiro, costaba mucho no pensar en ella, y eso me frustraba horrible, porque me hacía sentir débil. Era como si dependiera de ella para sentirme bien, para sentirme vivo otra vez; y odiaba depender de una persona que había estado conmigo pensando en otra.

Nuevas lágrimas habían comenzado a bajar por mis mejillas, por más que no quisiera seguir llorando por ella, era como si todo mi cuerpo hiciera oidos sordos a mis peticiones e hiciera lo que quisiera; pero por un momento dejé de llorar, fue casi inconsciente, y fue porque pensé en Emma. Pensé en lo mucho que me había echo reír los minutos que estuvo en mi auto, y lo agradecí en silencio, porque era lo que justamente había estado necesitando ese fin de semana.

Reír y olvidar.

Las semanas habían avanzado algo lentas para mi. Llegaba de la universidad, hacía algunos deberes y luego me iba al gimnasio y me perdía ahí toda la tarde y parte de la noche, y lo único que la hacía mas llevadera, era que cada noche después del gimnasio, dejaba a Emma en su casa; eso eran minutos de risas, anécdotas, y conversaciones sin ningún sentido y totalmente divertidas.

Ella en tan sólo una semana me había echo reír mas de lo que mis amigos lo habían podido hacer. Fue ella quien se encargó de subirme el animo aún sin saber por qué estaba mal.. Y es más, ella ni siquiera sabía que yo había estado pasando un mal momento. Simplemente se encargó de hacerme reír y contarme diferentes cosas de su vida, y yo por mi parte también le conté la mía. Y me había dado cuenta en éste corto tiempo que era una chica genial. 

Pero da igual lo genial que puede ser una persona, porque cuando estas constantemente pensando en otra, aunque tú no quieras... Lo genial se vuelve difuso. Lo lindo se vuelve invisible a tus ojos y tu mente sólo recrea momentos en donde estabas feliz, con esa persona. Es como si te gustara sufrir, o sentir dolor; y es irónico, porque el sufrir depende de ti.

—Hey, cambia esa cara —la voz de Emma me hizo volver a la tierra y despegar mis ojos del piso.

Como otro día más, me encontraba en el gimnasio, intentando hacer las cosas que hacia antes, intentando distraerme aunque sin tener mucho éxito que digamos.

—Estoy algo distraído hoy, lo siento —le di media sonrisa, sin muchos ánimos, y comencé a sacarme los guantes y luego las vendas. Suficiente gimnasio por hoy.

—¿Estás bien? —se sentó junto a mi en la banca, mirándome fijamente como siempre hacía cuando hablábamos, prestandome toda su atención.

—No, no lo estoy —mire el suelo unos segundos y luego miré sus ojos, los que eran muy bonitos— ¿Quieres salir? —abrió la boca para decir algo pero sólo miró hacia un lado, donde estaba el mesón y un chico nuevo trabajando— no quiero sonar engreído, pero soy el hijo del dueño del gimnasio, no te despedirán si sales conmigo hoy. 

Ella me miró con esa sonrisa divertida, que se me estaba haciendo costumbre ver a a éstas alturas.

—Tu intento de no sonar engreído falló con creces. —solté una risa viendo como ella lo hacia también— Debe haber un muy buen panorama para dejar mi trabajo, así que...

YOU & I (Terminada - SIN EDITAR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora