El Castillo de Mármol

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De nuevo, no sabia donde estaba, había mucha luz y era difícil ver, aparecí mi katana blanca en mi mano derecha, lista para atacar... en eso escuche su voz, grave y fuerte...

-Espero disfrutes de mi castillo, por que estarás aquí mucho tiempo
-Lo dudo mucho...
-No te confíes angelito caído
-Quien eres tu?

No me contesto, pero seguía lista para atacar... Paso un buen rato hasta que mis ojos se acostumbraron a la luminosidad, lo primero que vi fue que estaba en un salón enorme, la mayor parte estaba hecha de mármol blanco, había columnas alrededor del salón en el que estaba, haciendo un enorme circulo, estaba sola, intente desaparecer e ir a mi mundo, pero no lo conseguí, así que decidí explorar el castillo blanco con katana en mano.

Camine por muchos pasillos, sin encontrar nada interesante, así que busque la salida, la cual nunca encontré...

Disculpe mi Lady... su habitación esta lista- una voz femenina me tomo por sorpresa así que voltee rápido encontrando una joven hermosa de cabello dorado ojos azules y piel tan blanca como la leche...
-Habitación?
-Si, el señor desea que tenga una cómoda estadía aquí...
-Seria mas cómodo que me dejara ir-
murmure y la joven me había escuchado
-No puede irse, el Señor necesita una esposa y con sus habilidades combinadas crearan seres muy fuertes

Hijos? Maldita sea mi suerte, tengo que salir de aquí- pensé,  y a regañadientes seguí a la chica por una eternidad de pasillos que parecía un laberinto en ese enorme lugar, mi "habitación" era blanca como todo lo demás, tenia una cama con dosel y cortinas blancas, un tocador de madera blanca con un espejo en forma de ovalo, todo era muy hermoso pero yo no quería estar ahí, me quede en esa blanca habitación por varias horas hasta que dos jóvenes chicas llegaron indicándome que debía cambiar mi ropa, yo me negué, pero ellas insistieron que debían cambiarme para ver al "Señor"...

-Y si no quiero verlo?
-Debe de hacerlo mi Lady, El lo ha ordenado
-No iré
-El vendrá por usted si no lo hace

Las vi por unos momentos, se notaban asustadas, quien era este "Señor" y por que le temían tanto?, les indique que me mostraran que debía usar y que salieran, en cuanto lo hicieron me quite el vestido blanco que llevaba pero dejándome la ligera armadura de malla metálica, me puse el enorme vestido color lila que me mostraron, cepille mi cabello y las deje entrar, ellas me arreglaron para verme presentable como para ver a un rey, eso era? un rey que me quería como esposa?, ojala que no, quiero regresar con mi hermano.

En cuanto quede lista me escoltaron hasta el gran salón por donde llegue, el lugar había cambiado, era como una fiesta y en cuanto me paré en la entrada todos guardaron silencio, al otro lado del salón estaba un hombre de piel blanca con cabello oscuro, ojos azul brillante, vestía una armadura blanca, inmediatamente se levanto y camino hasta mi, cuando lo tuve enfrente me di cuenta que yo le llegaba a la altura de los codos, era enorme y también note que tenia alas de ángel...

-Mi nombre es Credo, un placer en conocerle Princesa Pamela
-Princesa??
-No sabes quien eres verdad?, dejare que lo descubras sola

No soporté estar en su presencia, así que me di la vuelta y camine a la entrada del salón, pero Credo me detuvo sujetándome la muñeca izquierda y murmurando muy molesto...

-A donde crees que vas?? dentro de unos momentos seras mi prometida y tienes que estar aqui
-No recuerdo haber dicho que si a esa proposición Credo!!!

-No me levantes la voz niña insolente

Me arrastro hasta el par de tronos que estaban al fondo del salón y anuncio a todos los presentes que la Princesa de la Corte Celestial era su nueva prometida, todo el momento apretó mi mano tanto que creí que me la rompería, me quede cayada, tenia que salir de ese lugar, no iba a casarme con este extraño ser, ni siquiera sabia que era. Estábamos sentados en los tronos que tenían piedras preciosas incrustadas y oro...

-Princesa de la corte celestial?
-Cállate Pamela, las mujeres no deberían hablar frente a tantas personas
-Podría cantar jeje
-Cantar?
-Claro, para animar esta horrible y aburrida fiesta, podría cantar un poco-
yo lo decía en sarcasmo pero...
-Me parece bien- rayos, me presentó a los invitados anunciando que cantaría para ellos, y en ese momento se me ocurrió algo, si iba a cantar, pero no terminarían de escuchar la canción... Me puse de pie, camine al centro del salón y comencé a cantar una opera que fue adormeciendo a cada uno de los presentes, poco a poco cayeron dormidos por todo el lugar, todos, menos Credo...


Memorias de una chica extrañaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora