PREFACIO.-
Así será en el fin del mundo; los ángeles saldrán, y sacarán a los malos de entre los justos.
Mateo 13:49
No le digas a la muerte que te deje vivir. Convence a la vida de que aún no quieres morir.
Los Saqueadores solían decir que cuando uno muere, el primer sentido en perderse es la vista y el último es el oído y por esa razón decían palabras al oído de los muertos. Él lo hizo con su padre, pero no eran palabras de aliento para que buscaran su lugar en el ocaso; ellos simplemente les decían cuál había sido la causa de su muerte. Él se lo dijo a su padre: estás muerto porque fuiste débil.
Nunca dijo a los otros aquellas palabras y, a decir verdad, ellos tampoco preguntaron. Era asunto de él con los muertos. Siempre se preguntaba qué era lo que hacían con ellos las personas del interior. Nunca los veía salir a excepción de aquellos que se asomaban con sus trajes blancos, como si el aire de fuera no sirviera igual que el de dentro; solamente los Saqueadores más viejos podían acercarse al domo.
El niño se pasó la mano por la sudorosa frente retirando los restos de ceniza que se mezclaban con el sudor. Deseó poder verse limpio, como las personas que salían del domo con sus trajes blancos para explorar. Pero, ¿cómo podía desear algo que nunca había tenido? Desde el momento de su nacimiento había estado sucio. Dejó de observar y siguió cavando. Tenía que cavar muchos agujeros: algo le decía que los iba a necesitar pronto. Hacía mucho tiempo, desde que su padre murió, que los callos y las cicatrices habían curtido sus manos; sus uñas no eran más que un muñón ahora. Sin embargo, recordaba cómo eran sus manos antes de empezar con ese trabajo. Mucho antes de que pusieran una pala entre ellas.
―Los agujeros, Samuel ―solía decirle su padre―. Siempre debe haber agujeros, ya que la muerte llega todos los días.
Él ya pensaba en cavar, en ver la tierra y sentir la humedad al final del agujero; eso hacía que se sintiera bien. No sabía si era felicidad, pero se acercaba; la frescura de la tierra húmeda era como gloria para él. Los demás Saqueadores pensaban que era sólo tierra. Buscaban agua en muchos lugares; querían robarla del domo; pero Samuel sabía, muy en su interior, que solamente debía seguir cavando, no en dirección a los lados como lo hacía su padre, no; él quería cavar más y más abajo, donde la tierra era fresca. La vida y los sueños de Samuel se limitaban a tierra y palas.
― ¡Muchacho!― gritó el más viejo de los Saqueadores― ¡Ven acá!
El niño miró a su alrededor, esperando ver a algún sacerdote o sacerdotisa entre la niebla y las cenizas, pero no había nadie más que Saqueadores y cavatumbas. Ignoró al jefe y siguió cavando; necesitaba cavar porque pronto habría más muertos.
― ¿Se te han llenado de ceniza las orejas? ¡Muévete!
Samuel se estremeció y dejó caer la pala al sentir una mano sobre su hombro. Odiaba que lo tocaran, nadie podía tocarlo. El chico empujó al dueño de la mano y retrocedió, lo que provocó que tropezara con sus propios pies y cayera dentro del hoyo en el que había estado trabajando toda la mañana. Miró entre la niebla. De pie en la orilla estaba Caín, el líder temporal de los Saqueadores; lo sería hasta que alguien más fuerte lo retara en un duelo a muerte. Samuel nunca podría retarlo, a él o a cualquiera; él no era un Saqueador, era un cavatumbas; así había nacido y así iba a morir.
―Tengo un trabajo para ti ―dijo Caín. Su voz, al igual que su aspecto, era de temer.
El niño miró alrededor. Las capas de la tierra dificultaban su visión. Estaba solo con Caín, ni siquiera los otros cavatumbas se habían quedado cuando lo escucharon llegar. Se puso de pie, casi temblando, salió del hoyo y tomó su pala para utilizarla como arma en caso de ser necesario. No era la primera vez que uno de los Saqueadores quería propasarse con él, pero siempre había alguien cerca para defenderlo: antes había sido su padre; después los sacerdotes del templo, aquel que se encontraba más allá del domo sur.

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El Quinto Amanecer
Khoa học viễn tưởngCristina vive en la Fortaleza norte, aquella que ha sido la base de la sociedad durante los últimos cien años. Un día, los Padres Fundadores desaparecen sin dejar rastro. El mundo ha pasado por guerras y desolación. Se dividió a la sociedad en...