IX.

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Carter entró y me ayudó a quitarme las amarras de la silla. Le pregunté qué había pasado con el interrogatorio, pensé que me había quedado inconsciente, pero después me explicó lo del extractor de recuerdos, ojalá no hayan visto nada vergonzoso.

Aunque admito que me sorprendió que Carter estuviera allí, me sentía feliz, de verdad había venido a buscarme. Sin embargo, vi la cara que tenía, estaba sumergido en su mente, era como si sus pensamientos lo estuvieran ahogando. Ni si quiera me volteaba a ver, empecé a sentirme un poco incómodo, por un segundo creí que Carter había sido remplazado por un robot, pensé que quizás él no estaba tan contento por volvernos a encontrar. En fin, no es como si esperara caravana con trompetas, pero al menos una sonrisa forzada, por pura cortesía, no hubiera estado mal.

Bajé de la silla y me di la vuelta para sacudirme un poco, dándole la espalda a Carter por un momento.

—Ah... Thai... ¿Sabías que las batas de hospital tienen descubierto el trasero? — habló él.

¿Qué clase de pregunta era esa para romper el hielo?

—Ah, sí, ¿por qué? — respondí yo.

—Porque traes puesta una desde que saliste del centro médico...

Oh mi Dios... ¡Estuve desfilando con el trasero expuesto por todo el tramo! y... ¡¿Cómo es posible que este tipo no me vea a los ojos, pero si vea mi trasero?!

Puse mis manos en mi espalda baja, cubriéndome la retaguardia, y sentí mi cara ponerse roja por la pena. Luego lo volteé a ver, tenía una sonrisa extraña en su cara, pensé que se estaba burlando de mí. Mi pena se transformó en un poco de enojo.

—¿Qué? — interrumpí— ¿Acaso querías seguir viendo? — y arqueé una ceja.

Su expresión pereció regresar al momento y luego puso una cara sarcástica.

—Siento decepcionarte, pero no tengo tiempo para eso, y tú tampoco, así que mejor vámonos— Al menos ahora podía asegurar que sí era Carter.

Se empezó a quitar la chamarra que traía, dejando ver su camiseta blanca y una cadena con un dije al estilo militar se movió en su cuello. Una vez que se la quitó, se escondió el dije y me lanzó la chamarra, la cual atrapé.

—Átatela a la cintura hasta que lleguemos a los vestidores— me la puse y salimos del cuarto.

La base era más grande de lo que imaginaba. Había muchos túneles y pasillos por los cuales atravesabas departamento tras departamento. Personas iban y venían de aquí, allá, siguiendo o dando órdenes, realizando actividades, todos se veían ocupados. Me pregunto cuál será mi labor aquí, quizás podría ayudar a Julie en el centro médico, o simplemente me pongan a hacer el aseo, los omegas no podemos hacer mucho en esta clase de cosas, pero bueno, en algo he de ayudar.

Después de atravesar varios corredores, elevadores y escaleras llenas de gente, llegamos a los vestidores. Eran pasillos con regaderas y casilleros, no había puertas, ni cortinas, nada que te evitara quedar expuesto al desnudo ante las personas, literalmente. Parecían las regaderas de una prisión, aunque debo admitir que el lugar estaba muy limpio.

—Toma el casillero que no tenga candado, encontrarás una muda de ropa y un par de botas, vístete y no te tardes, te quiero listo en tres minutos— dijo, o más bien, ordenó Carter— te esperaré a fuera— luego salió.

Me apresuré a hacer lo que dijo, no quería quedarme demasiado tiempo allí, así que tomé el primer casillero que pude ver sin candado, número 125, y efectivamente había una muda de ropa dentro. Una camiseta blanca y un pantalón estilo camuflaje, junto con unas botas negras militares y unos calzoncillos, ropa básica, creo yo. Me puse la ropa lo más rápido que pude, pero había un pequeño problema... me quedaba realmente enorme. La playera me llegaba a las rodillas, el pantalón se me caía, las botas se me salían y no quiero hablar de la ropa interior.

PROYECTO OMEGAVERSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora