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Se hizo un silencio, de esos silencios que deseas que pasen rápido. De los incómodos, de los que te aprietan tanto el alma, que te ahogan. Solamente, enfoqué la vista en el camino, mientras el chico (cuyo nombre, a veces, me era difícil de recordar...) me indicaba la ruta hasta su casa. Me sentí incómodo, pero de una forma agradable. Sentí una calidez en el pecho inexplicable, porque finalmente alguien pudo cambiar el curso de mi día, de sacarme de la rutina, de "mi rutina".

El chico sólo miraba por la ventana del auto, miré las vendas de su mano para asegurarme de que el sangrado se había detenido. Estaba bien todavía. Me pregunté miles de cosas en ese momento, sobretodo el porqué de... haberle pedido su número. Había sido un movimiento casi imperceptible, un acto reflejo, como el cerrar los ojos al estornudar. Quería seguir en contacto con él, porque había un algo de él que simplemente me había olvidar mi vida. Mis problemas. Mis trastornos. Mi todo. Así que al llegar a su casa sólo me detuve, sin decir una palabra.

Me miró extrañado y yo sólo me quedé mirando la calle. Estudiando cada parte de la misma. Pensé en algo mientras, pero...

- ¿Pete..?- Me llamó la atención su tono de voz, algo quebradizo.

Me giré a verlo sin decir una sola palabra y su mirada asustada, me trajo de vuelta a la Tierra.

- Oh, lo siento... - Me disculpé- Entonces... Aquí estamos.

Tuve que sonreírle para romper un poco el hielo, estaba distraído, sólo quería asegurarme que sabía el camino a casa... El camino a su casa desde la mía. Había una razón, por la cual, no quería olvidarla... Pero, no lo supe en ese momento.

- Aquí estamos- Dijo, saliendo de su incomodidad.

- Bueno... - Le dije removiendome en el asiento del conductor.

Pronto, la puerta de la casa se abrió, dejando al descubierto a una mujer rubia entre la noche. Parecía enojada, algo preocupada. Parecía su madre. Entonces, en ese momento, comprendí que "el chico" tenía, seguramente, menos de 18 años. Patrick, se bajó del auto, empalidecido, con la mano tras él y corrió al encuentro con su... ¿Madre? Inevitablemente, me quedé en el auto, esperando socorrerlo por si pasaba algo más.

- ¡¿Por qué no me llamaste?!- Le gritó, sin importarle los vecinos que rápidamente, al escuchar el grito salieron o miraban cómplices desde atrás de sus cortinas.

- ¡Lo siento!- Se disculpó el rubio, intentando calmar las ansias de la señora- ¡Tuve un accidente!

El pequeño levantó su mano, que yo mismo había sanado y vendado, para demostrarle a su madre de que estaba lastimado y que realmente, había tenido un accidente. Y yo estaba ahí para comprobarlo.

La mujer tomó la mano de su hijo con el mismo cuidado con el que yo la había sostenido anteriormente, la revisó. Por delante... Por detrás, y enfocó su vista en el chico otra vez. Él la miró con la misma mirada que me había dado a mí horas antes, le contagió a la mujer el dolor a través de sus ojos, de la misma manera en que me lo había pasado a mí; y eso, inevitablemente, me hizo sonreír, tomando nuevamente el volante de mi auto con una mano y sosteniendo mi rostro con la otra, mientras observaba divertido el escenario. Tierno escenario.

- Lo siento, mamá...- se disculpó mientras volvía a colocar su mano a sus costados- Perdí mi celular entre todo lo que pasó... Después te contaré.

Con los ojos llenos de lágrimas, la rubia miró por sobre el hombro de su hijo y dirigió su vista hacia mí. Yo, sin expresión alguna, le devolví la mirada hasta que Patrick se dió cuenta que ella se había percatado de mi existencia. Él volteó hacia mí y se sonrojó.

- ¿Y ese muchacho?- Le preguntó, llamándole la atención al chico, me miró.

Dudó un momento, fue evidente. Estaba encontrando las palabras justas en su mente para no alterar a su madre. Pensé que, Patrick era su pobre esclavo y que, por eso, él se comportaba así. Por eso la torpeza, la vergüenza; poco a poco, el pequeño iba creando un perfil de persona en mi cabeza. Continuó dudando, hasta que ella se acercó sin aviso alguno a mi auto, agachándose a la altura de mi ventana para tenerme frente a frente. Casi desafiante. Podía ver que ella creía que yo era el culpable de todo ésto.

- ¿Qué le pasó?- Me preguntó cambiando totalmente el tono de su voz.

Rápidamente, el rubio se acercó a la escena casi queriendo evitar una especie de "pelea". Yo no iba a pelear con ella, claro. Yo no tuve nada que ver, así que tomé aire y respondí con la peor de mis caras:

- Tocó a mi puerta pidiendo ayuda desesperadamente porque se había lastimado, - Hice una pausa- yo lo ayudé.

- Mamá... No hagas ésto... -le pidió su hijo- ¡Él solo me ayudó!

Se quedó mirándome como queriendo intimidarme, pero eso ni el mismo diablo puede. Dejé de mirarla, y volví mi vista nuevamente hacia adelante. Quería reírme, porque el pequeño niño, tenía más de la edad que ella creía.

La señora retrocedió hasta el jardín de su casa con la misma cara, sospechando millones de cosas, que nunca iba a saber, porque en su momento no me interesó. Patrick, se acercó a la ventana del auto, esperando a que la madre entrara.

- Te espero dentro- le dijo en un tono de voz bajo, pero que solamente él pudo escuchar.

- Sí, mamá.

Entró, pegando un portazo. Patrick suspiró y soltó una risa avergonzándose de sí mismo.

- Lo siento...- Se disculpó.

Yo me reí.

- No te preocupes, - le sonreí- No me intimido fácilmente, ni aunque me estén acusando de algún asesinato en el que yo no tuve nada que ver...

¿Qué carajo dije? Pensé sin decirlo, cerrando los ojos cómo si quisiese yo mismo golpearme en la cara. El muchacho me miró y se rió. Entendió el punto, pero no lo vió tan siniestro como yo.

Inocencia. Volví a pensar y miré sus ojos. Claros, por cierto, puros. Inocentes, compradores, sinceros. Él sólo se limitó a mirar hacia otro lado, disimulando lo evidente, yo ya había visto el sonrojo que trataba de ocultar. Había algo en el ritmo de su respiración, que me interesaba, que me enloquecía de una particular forma. Se había vuelto una necesidad para mí.

Pero, nuevamente, pensé en que estaba enloqueciendo por él, sin él haber hecho algo muy significativo por mí. Solamente, cambió el curso de mi patética vida... Nunca entendí el porqué de tanto alboroto en mi, en mis ideas.

Alzó la vista y me miró, tomando aire para hablar.

- ¿Cómo puedo comunicarme contigo?- Me preguntó.

- No lo sé, sabes dónde vivo...- Lo miré también y segundos después le sonreí.

Se quedó pensando un momento.

- Creo que sé... - Hizo una pausa- ¡Está bien! Debería entrar, así que... Hasta luego.

Otra vez le sonreí y esperé a que retrocediera de mi ventana, para poder subirla y así esperar a que entrara a su casa seguro. Cuando la subí, emprendí la marcha de mi auto hasta mi casa.

Confused [Peterick].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora