6.

188 25 5
                                    

Me quedé en el mismo lugar dónde me había quedado, viendo cómo bajaba las escaleras desesperado por "ayuda", algo que obviamente no iba a pedir ésta vez. Dependiendo de su reacción, pude percibir que trató de encubrir todo lo mejor que pudo; lo esperado hubiese sido que haya subido mi mamá a gritarme junto con su madre a acusarme de... Ese algo.

Suspiré, tratando de analizar detenidamente todo lo que había pasado, todo lo que había hecho. Fue un acto reflejo. Sí, otra vez. La realidad es que, él nunca va a saber de mí o de mi pasado. Nunca sabrá, quienes fueron mis amigos o enemigos... Nunca sabrá la vida que viví sin su presencia. Pero, todo lo que brotaba de mi ser, era pura y exclusivamente... Genuino. Imposible de manejar, imposible de borrar y rehacer. Era imposible, en pocas palabras.

Pero estaba pasando.

Siempre me permití una vida liberal... Causa y efecto. Acción y reacción. Yo soy yo, la mayoría del tiempo que vivo sin Atavan. Un degenerado, ¿Quizás...? Pero es lo que brota de mi inconsciente. Quizás mi inconsciente esté mal. Quizás tengo un ello, pero no un yo. Ni un superyó.

"Lo que hago, sale de mi corazón". Eso es lo que digo siempre. Siempre que no estoy drogado para hacer pasar rápido las horas que estoy solo.

Bipolaridad.

Me senté en la cama mientras pensaba toda esa clase de cosas, revaluando la posibilidad de meterme un tiro en la sien o morirme de una sobredosis metiéndome la primera estupidez que encuentre. Lancé una suave risa al pensar la muerte más dramática posible.

Escuché la puerta y consigo, el sonido de su voz tímida tras la misma. Otra vez sentí la necesidad de vaciar mi mente de todos esos pensamientos, porque tenía dos claras opciones: Abrir la puerta y nuevamente, hacerle saber todo de mí. O, dejar que el tiempo se encargue de borrar mis errores como una ola que borra un dibujo sobre la costa de la playa...

Me levanté de mi lugar, pensando en no hablar sobre mi pasado, ni tampoco en dejarme manejar por esa otra parte de mí que aparece súbitamente, y abrí la puerta sin decir una sola palabra. Me quedé mirándolo, tratando de no desatar esa parte. Tratando con todas mis fuerzas de no dejarla escapar... Creo haber suspirado como mínimo unas 5 veces en su presencia, y sus ojos me decían que yo no estaba bien. Le creí. Mis problemas no estaban siendo correctamente solucionados, pero tenerlo en frente era ponerme a prueba... Una y otra, y otra vez. Causa y efecto, causa y efecto.

- ¿Si?- Le pregunté.

Y dudó sobre qué decir, yo me quedé en silencio esperando por una respuesta. Parecía estar al borde de una crisis, pero yo no podía decirle "vamos, no pasó nada"... Sería una aberración enorme al sentido común y lógico del hombre.

- Vamos a pretender que no pasó nada y me vas a dejar pasar... - Hizo una pausa, mientras sus manos temblaban - Es que mi mamá me obliga a quedarme... Aquí.

Me quedé mirándolo nuevamente, pero esta vez me sorprendió la valentía. Lo normal sería que no me quisiera ver nunca más, pero éste niño por su madre, se tiraría al mar con los cocodrilos. Al menos, eso me hizo pensar. Pobre, pobre corderito.

- ¿Y por qué tengo que dejarte pasar...?- Bromeé.

Entre todos sus nervios al borde del colapso, sonrió lo que me hizo reír. Pero vamos, cada vez me confundía más. Parecía el ojo del huracán, una calma transitoria en medio del caos.

- Ya no estoy herido, ni necesito ayuda... Sólo me obligaron- dijo mientras se reposaba en el marco de mi puerta.

Asentí con la cabeza, demostrando un sarcástico (pero gran) interés por la comanda que le habían hecho.

- ¿Y si tu madre te pide que te tires de un puente? ¿Lo harías?

- No soy estúpido, llevaría cuerdas... - Se rió.

¿Qué mierda es ésto? pensé.

- ¿Cuál es el juego? ¿Volviste para que te ataque de nuevo, o qué?

Mi pregunta le hizo dar escalofríos, no había sonrojo, ni una sonrisa cómplice. Parecía real.

- No, es lo último que quiero que pase- Se quedó pensando- Es más, ni siquiera quiero que pase.

Sonrió.

- Perdón.

Nuevamente, se puso derecho y me miró con sus ojos claros parecidos a la obra de Van Gogh: La noche estrellada, azules con leves tonos verdes, amarillos... Ya ni sabía. Dejé de reconocerlos de tanto observarlos. Sonrió, otra vez.

- No tienes que pretender que no pasa nada... Está bien si prefieres golpearme o ya no verme nunca más... -suspiré.

- No, no podría... Me mataría la culpa.

Me aparté de la puerta, dejándolo pasar. Antes de que se sentara en la cama, corrí a acomodarla un poco, se rió ante mi reacción. Cerré la puerta, pero al verlo, lo incomodé así que la dejé sólo entreabierta.

- Gracias...

- Está bien, - me dijo- todos cometemos errores, pocos creen que hay vuelta atrás. Yo no, yo sí creo que hay vuelta atrás.

Lo que dijo, me reconfortó el alma. Me hizo sonreír.

Rápidamente, mientras la conversación avanzaba, pensaba que realmente podríamos llevarnos bien, él podría ser mi cura. La cura de mis enfermedades, la solución a mis problemas, la lluvia de mi sequía. Me senté a su lado.

El tú de mi yo. No digamos media naranja, eso es muy estúpido.

- ¿De qué te ríes?- Dijo, empezando a reírse lentamente.

- Un pensamiento estúpido, nada más.

- ¿Podrías decírmelo?- Me pidió.

- El dicho de la "media naranja", ¿No te parece estúpido? ¿Qué tienen de parecidas las naranjas con las personas?

- Sabes, es un dicho demasiado muy antiguo...- comenzó para luego hacer una pausa antes del relato- Muy antiguo y de hecho muy... "atrevido".

- ¿Por qué? - le pregunté lleno de curiosidad.

- Es que en éstos tiempos antiguos, según ellos, claro. Las personas eran seres "perfectos" y su vanidad hizo que Zeus los partiera a la mitad, dejándolos tristes buscando su otra mitad faltante.

Me reí de sólo pensarlo.

- No te rías... Yo no hice la teoría. Cuando Zeus "nos partió a la mitad", pidió que miráramos el sexo de nuestros semejantes en búsqueda del sexo correspondiente.. Ya sabes, hombre-mujer. Porque sexualmente son "compatibles"... Y además para dejar descendencia. - Dijo, sonrojándose un poco y riendo de por medio.

- ¿Y la naranja? - Le pregunté queriéndole arruinar el relato.

- Pues, según ellos, el ser humano era esférico como una. Tenían dos caras opuestas sobre una misma cabeza, cuatro brazos y cuatro piernas...

- Por eso ahora sólo tenemos dos piernas, dos brazos y una cara solamente.

- E-Eh... Sí, básicamente -Dijo, antes de reírse fuertemente por mi reacción.

Nos reímos un largo rato sobre el origen de la expresión de la "media naranja", hasta que su madre lo llamó desde la planta baja de mi casa.

Confused [Peterick].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora