XVII

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Capítulo 17:
Cuidado

Metida en la cama con un pijama demasiado caluroso para la selva, pero adecuado para dormir en el mismo cuarto que Theo, observé la rosa entre mis manos, girándola una y otra vez.

La emoción me subía por la garganta. ¿Qué significaba eso? Tenía miedo de hacerme ilusión. Era muy pronto..., pero no muy pronto para una flor, ¿verdad?

Debía admitirlo, al menos para mí: Theo ya no era solo un guardián. Había pasado poco tiempo, pero mi vida cambió cuando él llegó, y al pasar por cosas duras, como estar a punto de morir, tener que dejar a mi familia y mi casa, enterarme de que lo sobrenatural y los hummons existen, sumándole que yo soy una hummon y que además cargo con el poder que es el motivo de una guerra, el vínculo entre nosotros estaba estrechándose. No era un desconocido, pero tampoco mi amigo. Y la atracción que sentía cuando él estaba cerca actuaba como un imán. Era raro, era nuevo.

Pero las dudas me asaltaban. No sabía si Theo era consciente de la química o si la atracción era recíproca. Tal vez solo intentaba animarme.

Era una estupidez pensar así, porque tenía una rosa roja entre mis manos.

Después de lo de Brad, ya no sabía qué pensar de nada.

Unas voces crecientes en el pasillo interrumpieron mis pensamientos ansiosos. Las voces eran familiares, por lo que me concentré para escuchar mejor. No fue difícil, los dueños de ambas voces se acercaban rápido.

—No puedes hacerlo, no corresponde que duermas con ella. —Finn se oía irritable.

—Te lo repetiré una vez más solo porque estamos en tu casa: no es tu maldito problema lo que haga —gruñó Theo, marcando cada palabra con odiosidad—. ¿Ahora sí lo entendiste o te lo escribo?

—Es mi problema, porque ella está bajo el cuidado de mi reino. —Estaban afuera de la puerta—. Eres su guardián, Jatar, no su príncipe azul —le refutó exasperado.

—Cuida tus palabras —le advirtió más bajo.

—Tu trabajo es llevarla a donde se te diga y tomar las decisiones adecuadas para protegerla... —Hubo un silencio de dos segundos—. Sabes que en su habitación no le pasará nada, hay guardias rondando sus paredes por fuera. Admite que lo que pasa aquí es que tus deseos están intervinien...

—Cállate, no sigas por ahí si no quieres que te haga el favor de reacomodar tu nariz —interrumpió Theo, hostil.

Se me aceleró el pulso por el tema de su conversación.

—Está prohibido, Jatar —siseó el príncipe —. Se supone que debes ser más profesional que esto.

—¿Quieres ver lo profesional que soy? Porque puedo demostrártelo poniendo tu jodida cara contra el piso y aprovechar a barrer —ofreció.

Cielos, qué matón.

—Está prohibido dejar que los deseos interfieran en una misión, más en esta —insistió Finn.

—Ella es más que una puta misión, brillante príncipe. Deja de tratarla como si fuera un maldito objeto —bramó Theo, apenas audible, pero me pareció que la puerta llegó a vibrar—. No la volveré a perder de vista —fue subiendo el volumen—, y no pondré mi confianza en unos guardias que no conozco. ¿Ahora sí entendiste? ¿O el problema es que tú quieres acompañarla?

Qué demonios. Qué vergüenza. Qué estupidez.

—¿Te volviste loco? —contestó Finn, incrédulo—. Por supuesto que no me siento de esa manera. Y si así fuera, jamás dejaría que mis ambiciones intervengan, me entrenaron para esto, pensé que a ti también.

Heredera doradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora