XIII

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Capítulo 13
¡A cruzar!

Claire Moore Relish, princesa de Atanea

Me despertó una voz ronca y agradable, al principio pensé que la voz estaba dentro de mi sueño.

Ya más despierta, mi consciente se volvió dominante y recordé dónde estaba. Había dormido en el corazón de la jungla, en una torre, con cuatro guardianes y un gran leopardo cuidándome.

—Ya, dormilona, levanta esos párpados —ordenó la misma voz, que ya me parecía familiar—. Hay que mover a la fuente de poder, y para eso tenemos que mover tu trasero.

Gruñí antes de hablar.

—No hables de mi trasero.

—Entonces levántalo.

—Ah, la vida de los rehenes es muy mañanera —me quejé y abrí un ojo.

Theo llevaba su pelo castaño húmedo, olía a menta y me observaba con una gran sonrisa torcida que dejaba ver sus perfectos dientes. Sus ojos reflejaban entusiasmo.

—Sí, sobre todo cuando hay una cantidad ridícula de locos jodidos buscándote. —Amplió su sonrisa—. ¿Recuerdas?

¿Es posible sentir cosquilleo en el estómago treinta segundos después de despertar?

—La princesa debe bañarse y vestirse, será mejor que salgas —la voz formal de Texa interrumpió nuestras miradas.

–Sí, que se duche, por el amor a los hummons.

Levanté la mano y golpeé su brazo.

Theo se rio por lo bajo, pero se puso serio cuando Texa se acercó a mi cama. Se miraron unos segundos hasta que Theo asintió, se levantó y me sonrió otra vez antes de desaparecer por la puerta.

Después de unos parpadeos, miré a Texa. Su expresión felina estaba expectante e impaciente a mis movimientos.

Después de bañarme, me acerqué a la maleta para coger ropa, y algo saltó a mi mente, algo que no había recordado desde el día anterior.

La nota verde.

Rebusqué frenética por toda la maleta y no la encontré. Miré debajo, al lado, en la mesita. «¿La he perdido?» Por supuesto que no, sabía bien que la había guardado debajo de la misma camiseta rosa.

—Princesa Claire, debe darse prisa —presionó Texa.

Me rendí, no tenía idea de dónde estaba la nota.

Suspiré y me vestí con ropa ligera. Me tomé el pelo en una cola alta y me puse crema en la cara, sintiendo que las ojeras por levantarme tan temprano crecían poco a poco. Di unos mordiscos al sándwich que Texa me había llevado y me bebí el jugo de naranja.

Ah, demonios, hoy sería interesante.

Unos quince minutos después, nos montamos en el Wrangler, incluyendo al precioso Inago, que se acostó sobre las maletas en la parte de atrás. Esta vez manejaba Mike, con Texa de copiloto. Yo iba rodeada de Finn y Theo.

Antes de salir de la torre, todos susurraron y repasaron una especie de mapa con marcas. Era muy temprano para preocuparme, el sol recién comenzaba a asomarse y apenas podía pensar, mucho menos asustarme o tener nervios... Quizá solo un poco de ansiedad.

A medida que el Wrangler avanzó a través del camino rudimentario, mi corazón aceleró su golpeteo y mis nervios despertaron.

Mike conducía ágil y Texa, Theo y Finn iban extremadamente atentos al exterior, con alguna clase de armas en sus manos.

Heredera doradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora