XXII

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Capítulo 22:
Un plan

Pasé todo el camino sumergida en mi mente, sin apreciar el paisaje del reino Ava. No sabía cuánto tiempo llevábamos andando, no me importaba.

Espié de reojo a Mike, tenía los ojos cerrados y dos dedos agarrándose el puente de la nariz. Evité observar a John, quien no se movió en todo el trayecto. Fuimos en completo silencio.

La camioneta se detuvo, no quería moverme. Quería a Theo de vuelta. Esto sería difícil sin él. Estaba furiosa.

Ambas puertas se abrieron y me obligué a recordarme a mí misma que debía cumplir mi promesa.

Por primera vez observé el reino Ava en tierra firme. Todo era de piedra con madera y hormigón. Las casas eran blancas con techos de tejas oscuras en su mayoría. La gente caminaba por aquí y por allá, tranquilos. El centro del reino estaba decorado por una gran fuente de agua que expulsaba grandes chorros. Las calles de piedra eran irregulares y enredadas, unas en subida y otras en bajada. En el horizonte, el cielo tocaba los enormes campos de vegetación en colinas que resultaban de ensueño.

—Princesa —la desagradable voz de John interrumpió mi encuentro con el reino Ava—, bienvenida al...

—Sí, ya sé —lo interrumpí grotesca elevando una de mis manos—. No hace falta una bienvenida cínica, soy el bulto que deben proteger —espeté y pasé a su lado sin mirarlo.

Al darme vuelta, me enfrenté a la fortaleza. Era mucho más pequeña que el castillo de Séltora, pero mucho más maciza. El castillo de Séltora estaba escondido entre la vegetación y tenía mucha madera, algo que combinaba con la selva. En cambio, la fortaleza Ava estaba hecha de enormes rocas color ladrillo que encajaban a la perfección unas con las otras. Tenía cuatro puntas verdes puestas sobre unas torres grandes y redondas. Se llegaba a la entrada por dos enormes escaleras blancas, una a cada lado, para terminar en una enorme puerta de madera y fierro forjado.

Algo en el cielo atrajo mi atención. Al levantar la vista, vi a Finn en su alicornio junto a los otros siguiéndoles en fila.

Mike tomó mi brazo y me empujó hacia las escaleras.

—Entremos de una buena vez, aquí afuera no solucionaremos nada —propuso con tono agrio.

Una fila de guardias con trajes blancos, en su mayoría pelirrojos (para variar), nos esperaban en los pies de una de las enormes escaleras. Con mi furia y desagrado interno, apreté el brazo de Mike y lo dirigí hacia la otra escalera, donde no había nadie, evitando así la inminente y estúpida reverencia que seguro esperaban hacer. Subimos a toda prisa percibiendo las caras de desconcierto.

En el interior, nos aguardaba el presidente Keane.

—Sean bienvenidos al castillo de Ava. Los dirigiremos hacia su habitación donde tendrán que aguardar hasta que John se comunique con el resto del Consejo de Atanea y le cuente lo sucedido. —Su postura era calmada—. Luego se dispondrán las órdenes en relación a la princesa.

—¿Ava tiene solo presidente o también tiene rey? —pregunté de la nada, como si no hubiese escuchado lo demás.

—Ambos —respondió sereno—, pero el rey solo ve temas muy específicos de territorio, política y relaciones exteriores.

Cuando Keane acabó de hablar, Finn atravesó las puertas del castillo y se dirigió apresurado hacia nosotros.

Dos mucamas se acercaron y nos dirigieron hacia los dormitorios. Cuando caminábamos por el pasillo, Mike le contó a Finn lo sucedido.

—Por eso tengo que comunicarme con Atanea lo más pronto posible —repuso Mike, una vez dentro de la habitación—, para saber qué pasa exactamente, y así sepamos cómo actuar.

Heredera doradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora