XXVI

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Capítulo 26:
Te lo advertí

El sol volvía a brillar en el cielo, pero comenzaba a esconderse en el horizonte. Los rayos lograban atravesar los pequeños espacios que dejaban las ramas tupidas del espeso bosque. Aunque el sol se posicionaba justo al frente, la temperatura había bajado bastante y soplaba un frío polar. La ropa y el pelo seguían húmedos por la última lluvia y la temperatura no ayudaba a secarlos.

Subíamos por una colina donde el bosque se hacía aún más cerrado. Las piernas me pesaban, pero me negaba a pedir que alguno de los tres me cargara.

Yo también era una hummon, y si quería asumirlo por completo, debía empezar a esforzarme, no solo por lo mental, sino que debía empezar a pedirle más a mi físico.

—¿Cuánto falta para llegar a ese helicóptero? —pregunté con inocencia, intentando evitar que el cansancio quedara expuesto.

—A tu paso, aún falta mucho. —Theo me miró de reojo, formando una pequeña sonrisa torcida.

—No es verdad, es que no podemos correr y cargarte porque podríamos hacer demasiado ruido —refutó Finn, que iba justo delante de nosotros, con Mike de cabecera.

—Yo creo que la princesa quería una excusa para ir en la espalda de Theo —soltó Mike.

Súper. Logró que el rojo invadiera mi cara.

—Nada que ver —gruñí.

—Princesa, puedo cargarte, no tienes que hacerte la cansada. Lo haré gratis solo por ti —ofreció Theo, acercándose—. Incluso dejaré que me abraces.

—No —bufé—. Solo era una pregunta.

Theo se detuvo y me tomó del codo, obligándome a detenerme con él.

—Te duelen los músculos. —Miró una vez hacia mis piernas.

—Sí, obvio, no soy una hummon toda poderosa como ustedes y llevamos horas caminando cuesta arriba —murmuré desdeñosa.

—No estoy de acuerdo. Eres poderosa. —Me sonrió y se veía irresistible, maldita sea.

—Ya, lo del alma y eso. —Paseé la mano por mi pecho—. No nací acá como ustedes.

—Corrección: si naciste acá —replicó Mike, detenido unos metros más adelante—, solo que te fuiste muy pronto.

—Pero no me desarrollé como Spiderman —siseé.

Theo arrugó la cara por mi comparación.

—Déjenla. Tiene razón —intervino Finn—. Claire, ven acá, yo te llevo en mi espalda —dijo sincero, como si estuviera cansado de nuestra discusión.

Finn se devolvió, me dio la espalda y se inclinó hacia adelante, extendiendo sus brazos para atrás, invitándome así a subir a su espalda.

Antes de que pudiera negarme, Theo se interpuso entre nosotros.

—En tus sueños, rizos —gruñó—. Claire es mi responsabilidad. Yo la cargo.

Finn se giró en redondo y encaró a Theo con sus profundos ojos azules.

—Todos cuidamos a Claire, no importa quién la lleve, lo importante es que esté a salvo. Y que nos demos prisa —replicó.

La tensión entre sus miradas me dio fastidio.

−Por supuesto. —Sonrió falso—. Tal como la cuidaste dejando que viniera hasta acá —atacó Theo, chispeante.

—No fue su culpa —intervine con los dientes apretados por el frío—. Deja de decir eso, todavía no sabes la historia.

Heredera doradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora