III

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Capítulo 3
¿Quién eres?

A las nueve cincuenta y cinco bajé para despedirme de mi familia. Pasaba por fuera de la puerta del comedor cuando vi que mis padres seguían con la visita, esta vez hablando muy bajo, y mi madre se había acercado más a ellos.

Notaron el ruido de mis zapatos y los tres voltearon a verme.

—Papá, mamá, Amil está por pasar a buscarme y... —Dudé, desconcentrada por Theo—. No volveré tarde, ¿ya? Los quiero.

Me encaminé hacia la puerta cuando mi madre por fin rompió el silencio:

—Claire, hija... Theo se quedará con nosotros esta noche, ¿y si lo invitas a tu fiesta? Sería interesante que te conociera.

Mamá se acababa de ganar el premio a la mejor madre del año.

Ella nunca me incitaría a salir con alguien, menos con un desconocido. ¿Invitar a un tipo raro a una fiesta? ¿Qué rayos?

—Mamá, es que... es la fiesta de un primo de Amil y no sé... —titubeé, dejando la frase en el aire.

—No —interrumpió Theo con su voz ronca—. No iría a una fiesta de colegiales —bufó con obviedad—. Solo necesito dormir un poco. —Curvó sus labios, mostrándose amable hacia mis padres y me lanzó una mirada rápida.

Sonó mi teléfono, lo que significaba que Amil estaba esperándome. Los tres en la mesa se daban miradas extrañas, pero los ignoré.

—Ya... Buenas noches, nos vemos. —Sonreí tajante al despedirme, cortando el rollo.

Le di una última ojeada ansiosa a Theo y salí por la puerta. Alcancé a escuchar un "¡te quiero!" de papá.

Subí al auto de mi amiga en silencio y me abroché el cinturón a toda prisa, como si estuviera escapando. En realidad, eso era justamente lo que hacía.

—¿Qué te pasa? —inquirió Amil, juntando sus cejas negras.

—Oh, no te imaginas —respondí, soltando todo el aire que había estado aguantando sin darme cuenta—. No me lo creerás.

Pasé todo el camino resumiéndole lo ocurrido ese día. Amil se asombró y me preguntó por qué no le había contado a mis padres, y me hizo prometer que en la mañana les contaría sin falta. También le admití que mi mayor motivo de ir al cumpleaños era escaparme de ahí.

Nos tomó unos cuantos minutos llegar a la casa del primo de Amy. Vivíamos en Galveng, una ciudad pequeña entre Dallas y Austin. La amaba, había sido mi hogar durante mis diecisiete años, y también el de mi familia.

La casa de su primo era una construcción de dos pisos con muchos adornos y luces. La música se escuchaba desde una cuadra de distancia. Mi amiga estacionó junto a los otros y nos encaminamos a la fiesta.

Al entrar, me encontré con muchos compañeros de instituto y amigos de otras partes, incluidas mis otras amigas.

Pasé el rato a veces bailando, a veces tomando ponche. Estaba cansada, y mis amigas no dejaban de coquetear con chicos de otras partes.

Yo no coqueteaba, no por santa o algo así, sino porque salía con alguien. Se llamaba Brad y hace unos días me había pedido ser su novia. Ahora estaba muy lejos, de vacaciones con su familia. Él me gustaba mucho y lo extrañaba.

De todos modos lo estaba pasando bien, y al menos ver a Amil caerse en la pista improvisada hizo que olvidara lo ocurrido en la cena. Ya nada se sentía tan extraño, quizás fue el efecto de estar en una fiesta con mis amigas, sin nada de que preocuparse.

Heredera doradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora