Capítulo 29:
La coronaMe tenían sentada frente a un ostentoso tocador. No tenía ninguna de mis extremidades libres, tampoco la cara, ni menos el pelo. Eran seis mujeres las que me arreglaban cada defecto del exterior.
Tamaña estupidez.
Mi habitación era tan lujosa como el resto de la mansión. La habitación de mi casa cabía cinco veces en mi habitación de Atanea. Pero no solo estaba sorprendida por el porte o por las delicadas terminaciones, ni tampoco por la gigante y cómoda cama, sino porque todo estaba armado y decorado especialmente para mí.
La cabecera de la cama tenía unas lindas letras blancas que formaban "Princesa Claire". La guarda del papel mural era de un campo, muy parecido al campo Olivander. Del techo caían diminutas estrellas doradas (mi color favorito). En el enorme closet, que estaba tras una puerta corrediza, había todo tipo de ropa y accesorios. Todo era de mi talla.
Pero sin duda, lo que más me sorprendió por lejos, fue que en una de las paredes había tres marcos con fotos de mi familia. No sé cómo las habían conseguido, pero se me apretujó el corazón al verlas.
Allí estaba, entre manicure, pedicura, peinado, maquillaje, depilación y masajes. Ya no era la princesa que estaba corriendo por su vida. Era una princesa normal, y no me gustaba.
En todos mis años, jamás imaginé que mi vida se podría transformar en esto, una delicada princesa.
Estaba callada. Ni un reclamo salió por mi boca por el hecho que estaba recién llegada a la casa de mis abuelos. No quería parecer una niñita malcriada.
Me limité a cerrar los ojos y pensar en mi familia. Así quizás el tiempo se pasaría más rápido. Pensé que, si Theo presenciaba esto, seguro se reiría de mí toda la semana.
—No la maquillen tanto, es hermosa al natural —ordenó una voz que entraba a la habitación.
Era la reina Eloise, mi abuela. Le sonreí a través del espejo agradeciendo sus palabras y su ayuda para no terminar como un payaso.
—Querida mía, si necesitas algo o quieres hacer una petición especial, solo pídelo —ofreció con ojos bondadosos acercándose al tocador—. Este lugar es tan tuyo como mío, y todos estamos preocupados por ti.
—Gracias... —titubeé. En esos momentos sentía un aguijón en mi estómago por extrañar a mi mamá. Con ella todo sería más fácil y natural—. Todo es más que suficiente, podría haber hecho todo esto sola, sin tener que molestar. —Sonreí agradecida.
—Oh, no, por favor. Has pasado un infierno desde que te separaste de tus papás. Ahora quiero que descanses y vivas en paz —respondió haciendo una mueca.
La observé un momento.
—Te pareces mucho a mi mamá —comenté.
A la reina Eloise no le importó quebrarse ahí mismo. Dos grandes lágrimas rodaron por sus mejillas mientras me sonreía con melancolía.
—Tú eres mucho más bonita que nosotras dos juntas —comentó, acariciándome el pelo. Las asistentes le hicieron espacio—. No sabes cuánto la extraño... Te prometo que estamos haciendo todo lo posible para que la veamos pronto.
—Lo sé —contesté, intentando contenerla. Lo último que quería era hacerla llorar.
—Claire, ¿te puedo pedir un favor? —preguntó tomándome la mano. Asentí un poco confusa. ¿Qué podía hacer yo por ella?—. ¿Podrías llamarme abuela? He soñado que me llames así desde que te fuiste cuando eras un bebé.
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Heredera dorada
Fantasy[Libro I Saga Atanea]. Mi vida habría sido como cualquier otra. Terminaría el colegio e iría a la universidad. Mi mayor problema sería aprobar los exámenes. Me graduaría y crecería. Nunca habría sabido que hay algo diferente en mí. Se suponía que c...