XX

4.9K 484 208
                                    

Capítulo 20:
¡¿Dónde estabas?!

A pesar de que Zeus tenía una temperatura corporal elevada que se percibía a través de la ropa, el frío del aire empezó a calar en mis huesos.

Varias horas pasaron desde que dejamos a los lumbianos luchando contra los guerreros de Séltora. No estaba segura de cuántas horas exactamente, pero habíamos dejado la selva atrás.

Me sentía agotada por el estrés, pero no dejaba de maravillarme por estar volando sobre el lomo de un alicornio.

Un alicornio. En carne y hueso.

Eché una mirada hacia Theo; miraba constantemente alrededor del cielo en busca de algún peligro. Mike lo imitaba y Finn dirigía la marcha voladora. Theo tecleó cada cierto rato cosas en su CodeMessage y se acercaba a Finn para darle lo que parecían indicaciones.

Los alicornios batían sus alas armónicamente y llevaban un vuelo tranquilo. No sabía cuántos metros nos separaban del suelo o a qué velocidad íbamos, pero veía algunos caminos y construcciones.

Le había preguntado a Mike qué tal estaba su ojo y solo me había respondido con un "no te preocupes" y con una sonrisa que desbordaba amabilidad. Pero yo sabía que no era una herida menor. Por otro lado, la herida en mi mandíbula ya se había secado.

Posé la frente de vez en cuando sobre el cuello de Zeus, pero al mirar hacia abajo me daba vértigo.

Confirmado, las cosas extremas no eran lo mío.

Aunque he de admitir que estar volando con una criatura mitad unicornio mitad pegaso valía la sensación de vacío en el estómago. Me pregunté cómo sería el impacto del lado humano si se diera a conocer la existencia de alicornios.

—Pensé que las criaturas así solo existían en los libros de mitología —comenté sin dirigirme a nadie en particular.

Theo volaba a mi derecha, Mike a mi izquierda y Finn adelante. Dos alicornios nos seguían sin jinete atrás, fieles a su manada.

—¿Creías que a un simple humano se le ocurriría dibujar un jodido alicornio sin ninguna fuente de inspiración? —resopló Theo, aún demasiado serio.

No habíamos hablado del porqué no estaba en mi habitación cuando ocurrió el ataque. Estaba dispuesta a romper... no todas, pero sí muchas reglas para asegurarme de que mi familia estaba bien, y había valido la pena. No es que el ataque hubiera sido por esa llamada ni nada.

—Los humanos sacan sus ideas de alguna parte. Todas sus criaturas mitológicas son inspiradas en nuestras especies de fauna —aclaró Mike. Su ojo cada vez se veía peor, pero siempre se las arreglaba para tener una sonrisa con cada respuesta—. Aunque algunas especies, como las sirenas, se extinguieron hace mucho, por problemas de conflicto con otras especies.

Sirenas. Oh, vaya.

Me parecía tan increíble y fantástico como la primera vez que Theo me habló sobre Atanea y sobre las otras extensiones. Eso me llevó a preguntarme algo grande: «¿dónde viviré cuando todo acabe?» Días atrás esa respuesta estaba más que clara. Hoy no estaba tan segura.

El cielo se tiñó de unos colores que solo significaban el paraíso. El púrpura luchaba contra el naranja y el rosa, y el sol descendía por el horizonte.

Al parecer, Theo se percató de mi deslumbramiento.

—¿Le estás tomando el gusto a la vida sobrehumana, princesa? —preguntó con una media sonrisa y unos ojos mucho más suaves que la última vez que los había observado.

Heredera doradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora