XIX

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Capítulo 19:
El ataque

Las ventanas estallaron por los múltiples disparos que provenían desde el exterior. Guerreros y personal del castillo se tiraron al suelo para salvar sus vidas.

Gritos ensordecedores retumbaban por las paredes, otros gritos de guerra se escuchaban desde afuera. Mi visibilidad era nula, todo estaba cubierto de polvo y humo. Los integrantes del castillo de Séltora se arrastraban de un lado a otro con el miedo penetrado en sus ojos.

Me quedé en el suelo, bajo el brazo protector de Finn. Ya no mostraba ni una pizca de horror, sino que su semblante había cambiado a uno calculador.

—Claire —llamó mi atención con su voz firme. Noté que mis oídos se habían ensordecido por el impacto del ruido—. Mantente a mi lado. Haz lo que te digo y sigue mi paso, tenemos que salir de aquí antes de que te encuentren. —Sus ojos azules brillaban de adrenalina.

Un grupo de guerreros con enormes armas en sus manos pasó corriendo por el pasillo del fondo, encaminándose a la salida.

Observé a Finn algo insegura. Sus ojos expectantes esperaban mi respuesta. Miré fugaz a nuestro alrededor, inspiré profundamente y finalmente asentí con la cabeza.

Nos movimos a ras de suelo entre la nube de humo y polvo provocada por los disparos y las bombas que atravesaban vidrios y estallaban paredes.

Cada cierto tramo, nos cruzamos con grupos de guerreros que se desplazaban en posición de ataque. No había visto a ningún lumbiano dentro del castillo, solo veía el traje de Séltora.

«Theo».

Un escalofrío me recorrió el cuerpo cuando recordé que me había pedido expresamente que fuera a mi habitación y lo esperara ahí. Otro escalofrío. Se expondría a buscarme hasta mi habitación de puro gusto.

Tenía que encontrarlo.

—Finn... —Quise hablar mientras nos arrastrábamos. Finn espiaba frenético ambos lados del pasillo y a los costados, asomándose ocasionalmente por algunas ventanas rotas—. Te... Tenemos que encontrar a Theo. Me... Me debe estar buscando —logré decir con dificultad, traicionada por el pavor.

—Lo sé, pero primero debo ponerte a salvo. Los lumbianos están aquí por ti y por nadie más —respondió susurrando.

Un grupo de guerreros de Séltora se acercó a nosotros. Cuando estaban a unos pocos metros, diferencié unos distintivos dorados en sus hombros. Theo me había hablado sobre ese distintivo especial; eran los guardias del rey.

—Príncipe Finn —dijo el que se veía de más edad—. El rey está resguardado en la sala de direcciones, debemos ponerlo a usted y a la princesa Claire a salvo.

—Jeff, a la princesa Claire hay que sacarla de aquí, no resguardarla en este castillo —repuso autoritario—. Ha venido una cantidad asquerosa de lumbianos, no podemos arriesgarnos.

—Pero prínci...

—No, Jeff —insistió Finn—. Se hará lo que yo diga —sentenció—. ¿Han visto al guardián de la princesa?

Todos los guardias del rey negaron al mismo tiempo.

—De acuerdo, debemos llevarla a la caverna y de ahí podremos volar de aquí —decretó.

¿Volar? ¿Lo diría en sentido literal?

—Tú. —Jeff apuntó hacia uno de los guardias del rey—. Busca al guardián Jatar y dile hacia dónde nos dirigimos. Asegúrate de que reciba el mensaje, es primordial.

En ese segundo, una pared estalló justo detrás de nosotros y mi mandíbula golpeó el suelo. Alguien me levantó rápido y no tardamos en avanzar.

El gran guardia del rey, Jeff, me llevaba en brazos corriendo por el pasillo. Un paso adelante iba corriendo Finn. Doblamos a la derecha, luego a la izquierda. El dolor punzante de mi mandíbula iba en aumento, la toqué con el dorso de mi mano y vi sangre. Me obligué la mantener la vista fija en el pelo rubio de Finn.

Heredera doradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora