-Sí quiero.
La voz de cierto joven que varios títulos y motes llevaba a la espalda rebotó por las paredes de piedra más segura que nunca. Ni cuando pregonaba una estrategia perfecta a sus aliados se lo había visto tan decidido. Caló en todos los asistentes a la boda como una promesa y una sentencia. Sobre todo en el detective frente a él. Kunikida sonrió, tomando el anillo que Aya le tendía, ese que reposaba sobre un cojín de terciopelo, y deslizándolo suavemente en el dedo anular de su pareja. Sostenía una mano sin vendas. Le había costado lo indecible lograr que se las quitara para ese día tan especial, pero lo había logrado. Algo de maquillaje aplicado por Naomi cubría un par de cicatrices que en otro momento podrían haber sido desagradables a la vista. Sin embargo, este al final era innecesario. En un día tan especial como aquel, nadie estaba dispuesto a reparar en ellas.
La sencilla sortija dorada brilló a la luz que se filtraba por las ventanas, esa que iluminaba el rostro de Dazai. Sonreía, ambos mantenían en sus rostros sendas expresiones de dicha. Uno vestía con un clásico traje negro hecho a medida para la ocasión. Y quizá el moreno no era digno de ir de blanco, quizá era la persona más impura del mundo, pero le habían insistido tanto que no pudo negarse. Yosano llegó a amenazarlo con un machete para que su traje fuese del color de la nieve. Sin embargo, no lo lamentaba. Ambos eran felices, más de lo que nunca llegaron a pensar que serían.
-Yo os declaro marido y... marido.
A Osamu le estaba costando contener una risita, como seguramente le pasase también a un par de asistentes. Otros lloraban a moco tendido. En el lado de los invitados por parte de Doppo se encontraba la Agencia al completo -Katai y su futon incluidos-, y lo curioso es que ahí se estaban gastando menos pañuelos. Vale, Atsushi no hacía más que llorar, cierto, pero el resto aguantaban el tipo más o menos bien. El problema eran los invitados por parte de Dazai, la peligrosa Port Mafia. Mori llevaba ya tres paquetes de clínex y los lamentos se escuchaban perfectamente en la silenciosa capilla. Rashomon tuvo que amordazarlo en la parte del "que hable ahora o calle para siempre".
-¡No me puedo creer que mi hijo se case! -Lloriqueaba. Y no era el único.
-¡No me puedo creer que mi senpai se case!
-¡No me puedo creer que este bastardo se case!
-¿Y se supone que se alegran por mí? -Masculló el ex ejecutivo por lo bajo.
-Eso creo. -Le contestó el rubio, sujetando su mano.
-No me puedo creer que me case. -Confesó en susurros.
-Te dije que el matrimonio estaba en mi ideal. Ibas avisado.
-¡Ejem! ¿Me vais a dejar terminar de hablar? -Se quejó la persona que oficiaba su ceremonia.
-Perdón...
-Sin más dilación, puedes besar al novio.
Y a Kunikida no se lo tuvieron que decir dos veces. Mientras en sus manos derechas brillaban entrelazados los anillos, con la izquierda acunó el rostro de Dazai. Los párpados de ambos cayeron en cuanto sus labios se rozaron, dejando contemplar a los invitados la promesa más fuerte y más dulce que jamás se harían, la que los mantendría juntos para siempre.
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Kiss me, Kunikida-kun [BSD yaoi] [Kunikidazai fanfic]
FanfictionConjunto de drabbles inspirado en un reto que me encontré por Tumblr: el askfic kiss meme. Y que sí, que dice ask, pero no va a ser necesario que nadie pida nada, tranquilos. Ya me encargo yo de enseñaros todos esos besos que Kunikida y Dazai pueden...