Capítulo 8: La elección de Boo Seungkwan

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Seungkwan se quedó mirando el teléfono al cortar la llamada con Jun.

Tras unos segundos, decidió que estaba harto.

Estaba acostumbrado a que se lo tomaran a broma. Siempre sonreía, tonteaba con y por cualquier cosa y procuraba levantar el ánimo del equipo cada vez que se acercaba una temporada de trabajo dura o la fecha límite de cualquier informe. Si alguien estaba de mal humor le traía un café o un bollo de esos malos que sirven en la cafetería pero que sientan tan bien cuando necesitas un chute de azúcar o algo que te arranque una sonrisa. A veces fingía ser más patoso de lo que era en realidad para aligerar el ambiente, a menudo tenso por las constantes peleas y problemas en esto o aquello. No le molestaba ser más un secretario que un trabajador corriente porque así se sentía más útil. Se pasaba el día cotilleando y observando a sus compañeros porque quería asegurarse de que todo iba bien, para ser de ayuda si algún día pasaba algo. Como ahora, cuando Jun se sentía solo y perdido y no sabía que hacer.

Pero no era Soonyoung o Seokmin, que sin hacer nada se volvían el centro de el centro de ayuda de la oficina de forma natural. Hablaban con una sabiduría y una experiencia que Seungkwan no tenía. Tampoco era Wonwoo, siempre con ese instinto maternal que lo ponía en la primera línea de batalla si pasaba algo. Todos confiaban en él. Porque era serio, agradable y tranquilo, y la gente sabía que si se proponía algo lo conseguiría a pesar de todo. Y no era Minghao, tan testarudo y malhumorado como responsable y entregado al trabajo. Nadie quería ir en su contra por si acaso, pero no había escuchado muchos comentarios en su contra a pesar de ser un jefe tan joven. Todos ellos no lo intentaban realmente, pero sin forzar la maquinaria se habían vuelto puntos claves de sus equipos. Si alguno se fuera todos lo notarían.

Seungkwan se miró al espejo.

Y él...

¿A él quién lo tomaba en serio?

Sonreía tanto que ya nadie sabía podía saber cuándo era verdad y cuándo era apariencias. A veces lo evitaban por si acaso cotilleaba de más y los ponía en un aprieto, cuando jamás había dicho nada de nadie siendo consciente de que tendría repercusiones negativas o que, al menos, no fuera verdad. Por bromear tanto no lo tomaban en serio. No lo marginaban, pero era consciente de la distancia que lo separaba de todos. En sus cabezas ya era "el cotilla, el que le tira los trastos a Vernon", y solo podría cambiarlo convirtiéndose en quien tanto odiaba.

Pero estaba cansado.

Que riera al decir que deseaba que Hansol le hiciera caso no lo hacía menos verdad. Le quería. Estaba enamorado de él. No era un juego tonto como la mayoría pensaban. A veces creía adivinar alguna clase de cariño cuando Vernon lo miraba, pero era tan fugaz que enseguida tenía que recordarse que era una batalla perdida. Insistía por testarudo, pero sabía que lo suyo no tenía salida.

Suspiró y tragó saliva.

Desde que fue consciente de que era omega supo que su cuerpo tenía algo raro, algo diferente. Sus hormonas eran mucho más calmadas, más sutiles. Fáciles de detectar por cualquiera, no podía esconderlas, pero tenía que seducir para conquistar a alguien. No le bastaba con aparecer y ponerse delante de algún alfa cuando estuviera en celo (celo que siempre le duraba mucho más que al resto, por otro lado). Tuvo que aprender cuales eran sus puntos fuertes, qué frases surgían más efecto... Prueba y error, siempre fallando y siempre acertando de alguna manera. Pero siempre fue celoso de los que conquistaban a sus deseados solo con poner ojitos y morderse el labio. De los que solo tenían que decir "me siento solo" para que quince personas vinieran a consolarlos, ni que fuera solo por si había la posibilidad de terminar acostándose con ellos. Aunque fuera por pura envidia, estaba harto de ser el que perseguía, el que tenía que vigilar que no hubieran omegas más apetecibles cerca para tener alguna oportunidad con el alfa guapo.

Hide and Freak ▲ JunHao [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora