Un Ángel Caerá

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¿Qué harías por la persona que amas cuando esta se encuentra perdida? Esa es la pregunta que ella se hacía mientras miraba como aquel humano que había visto crecer, se quedaba sentado, mirando durante horas a través de la ventana en su departamento, lugar que había conseguido hacía un par de años después de crear una excelente publicidad para una compañía importante.

Dana había sido designada como ángel custodio desde hacía ya veinticinco años humanos, tiempo que no corría para ella. Un año de su existencia equivalían a un par de décadas en la tierra; obtuvo la sabiduría adecuada para poder ser guía de un ser humano al mismo tiempo que obtenía sus alas, no todos los ángeles eran premiados con ellas cuando se les asignaba un humano.

Sin embargo cuando ya había logrado sus años como ángel custodio, llegó su primera decisión ¿dejaría a su humano para seguir creciendo como un Arcángel? Era el momento de avanzar y dejar que otro ángel se hiciera cargo de Ethan, pero ella no lo pudo aceptar, era su Ethan el que estaba en juego y él solo tenía dieciocho años en ese tiempo.

Llamando la atención de sus compañeros, ella decidió quedarse como un ángel custodio. El más sorprendido era Eric, su guía y consejero, pero él nunca le hizo saber que esperaba que ella dejara a Ethan para poder guiar a los nuevos ángeles y formarse como arcángel, solo aceptó su decisión creyendo que en este caso especial, el humano debería seguir teniendo tan buen ángel custodio.

Nadie ni por un segundo se le pasó por la mente que ella no podía dejarlo porque se había enamorado, jamás, en toda la existencia de los ángeles algo como eso había sucedido, es por ello que nadie dudaba que la entrega de Dana, solo era porque Ethan estaba perdido.

Un secreto como ese no podía ser guardado por un ángel, su conciencia no se lo permitía, es por eso que los únicos que sabían de los sentimientos de Dana, eran sus amigos más cercanos, Sophia y Quentin, quienes como los pocos ángeles, habían sido pareja desde hace ya cientos de años. Ninguno de los dos se atrevían a juzgarla, aquel pensamiento no era parte de ellos.

Ethan suspiró y miró hacia un lado, como si estuviera observando a Dana, quien se escondió detrás de sus hermosas y amplias alas, tan blancas y con plumas que parecían brillar; ella muchas veces se asustaba al pensar que él podría verla, pero la capacidad que tenía Ethan solo se adjudicaba a las almas que no podían cruzar hacia la luz, las que tenían asuntos pendientes o simplemente las que se negaban a la idea de haber muerto. Esta habilidad era la que hacía a Ethan un ser tan especial, pero él no lo podía concebir como un don... sino más bien una maldición.

La brisa que creó el movimiento de las alas de Dana alcanzó a llamar la atención del humano, no era la primera vez que le sucedía y siempre pasaba cuando él estaba perdido en sus pensamientos. No tenía la menor idea de qué se trataba, pero le daba la paz que necesitaba.

Ethan se acercó al mueble negro como el color del resto de su habitación y abrió una gaveta para después sacar las pastillas que escondía en ese cajón. Se tomó una más de lo que correspondía, ya que su cuerpo no estaba respondiendo a los relajantes y necesitaba dormir, mañana tendría una reunión importante y tenía que estar atento. Se metió a la cama y cerró sus ojos, esperando que las pastillas hicieran lo suyo... cinco minutos después ya se había entregado a Morfeo.

Dana lo miraba desde el final de la cama, triste por ver la situación en la que estaba Ethan. Esas pastillas se las tomaba como si fueran dulces, a la hora que fuera... evitaban que viera cosas que él no quería. Las había descubierto a los dieciocho años, desde ese entonces nunca más se acordó de su ángel custodio, por eso ella podía viajar y recorrer otros lugares... si su humano no se acordaba de ella era porque su fe no era la suficiente para que su cercanía fuera efectiva.

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