Capítulo 18

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Estudiar

Dana, cubierta ahora por su cobertor y mirando las luces de su habitación, se acurrucó al pensar en los besos de despedida que Ethan le había dado junto a su puerta. Se sentía tan bien y feliz que prácticamente podía percibir los deseos de su corazón en escapar de su pecho al latir con tanta rapidez. Aun así, sabía que no podía seguir teniendo estos hermosos momentos con su humano, ya que ahora debería concentrarse en los libros que esperaban en casa de Adam; debería aprender más sobre sus enemigos para poder combatirlos y así proteger a Ethan, no iba a dejar que unos demonios acabaran con él, menos uno de los peores que se habría imaginado: Gabriel. Sin embargo, se durmió con una sonrisa en sus labios.

El sonido del timbre hizo que sus ojos se abrieran para descubrir que ya había amanecido y nadie había atacado sus sueños, por lo que su conciencia no se vio atormentada por haber besado a Ethan el día anterior. De un salto Dana salió de la cama para ponerse un suéter que le quedaba ancho e ir a la puerta. Mientras avanzaba fue arreglando su cabello.

— ¿Qué hora es? –dijo notando por las ventanas de su sala que era bastante temprano.

Cuando abrió la puerta se quedó con la boca abierta mirando a quienes tocaban a su puerta.

—Dana –ella miró a su humano con los ojos bien abiertos ante la sorpresa de verlo junto a una acompañante –esta mujer dice que necesita hablar contigo –dijo él con dos cafés comprados.

El ángel se quedó de una pieza mirando a la madre de los niños que ella no había podido ayudar, además de poder observar las dos llamas celestes eléctricas que giraban alrededor de la cabeza de Ethan, provocando que este se molestara, pero que tratara de disimularlo por la mujer que se encontraba a su lado.

Después de no haber dormido nada desde que Dana la había visitado, la madre de Amy y Miguel había ido a la dirección de la extraña mujer que juraba tratar de ayudarla a ella y a sus fallecidos hijos; no pudo soportar otra noche sin saber de qué trataba todo lo que le dijo aquel día, cuando la apuntó con la escopeta.

—Buenos días –dijo el ángel, sonriendo al darse cuenta que la madre de los pequeños había decidido ir donde ella.

—Hola –la mujer esta vez parecía haberse duchado pero aun mantenía una imagen descuidada, su cabello estaba despeinado y el abrigo que llevaba era demasiado ancho para ella, que se mantenía delgada por la pena.

— ¿Dana? –llamó la atención Ethan que no entendía nada de lo que estaba pasando.

—Si –susurró su vecina sin saber que decir — ¿me puedes dar un minuto con ella? Tienes que ir al trabajo ¿no? –él asintió.

Claro que tenía que ir a trabajar, habían quedado el día anterior en que desayunarían juntos porque ella pensaba ir donde Adam para comenzar a estudiar y seguir entrenando, cosa que no había explicado con detalles a Ethan.

Sin embargo, el momento en que Dana pensó salir sin problemas de todo esto, los pequeños, Amy y Miguel, se revelaron, sonriendo a cada lado de su madre que ignoraba, en parte, su presencia.

—Dana ¿es esta la mujer que te amenazó? –dijo Ethan ahora atando cabos y frunciendo el ceño.

La mujer lo miró de mala forma y comenzó a jugar con sus manos, dándole una peor imagen a Ethan, como si eso fuera posible.

—Ethan, por favor –dijo Dana sorprendiendo a Ethan, ya que tomó los dos cafés y lo miró suplicante.

—Está bien, esperaré aquí afuera –él le entregó los café que pensaba compartir con su vecina y que ahora bebería una desconocida.

Un Ángel CaeráDonde viven las historias. Descúbrelo ahora