ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 9

7.1K 447 139
                                    

Jay llegó con un paquete de galletas, de esas que a Louis le gustaban. Despertó a su hijo, que dormía en una incómoda posición.

—Lou... Cielo —susurró cerca de su oreja.

El chico sólo se limitó a mover su mano, tratando de espantar el ruido molesto que intervenía con su sueño; un hermoso parque con césped y solamente césped. Mirara donde mirara, era verde lo que encontraba. Verde de diferentes tonos: oscuros, claros, intermedios. Esmeralda. Y entonces una ráfaga de imágenes random atravesó su sueño. Una sonrisa, con blancos dientes, se le hizo presente. Y hoyuelos. Profundos hoyuelos que se situaban al lado de las comisuras de los labios. Una ronca voz llamaba desde lo lejos, pero el tercer llamado se suavizó.

— ¡Louis! —gritaron.

— ¡¿QUÉ?! —saltó de la cama, a tal punto que cayó al suelo de costado.

— ¡Louis! ¡Por Dios! —se sobresaltó Jay, tratando de socorrerlo y riéndose de la situación de su hijo—. ¿Te encuentras bien? L-lo siento tanto —dijo entre risas.

— ¿Cómo crees? —dijo él, de mala gana, al apoyar las palmas de las manos sobre el frío piso, dándose un empujón para levantarse—. Casi me rompo la cara, mamá —suspiró fuerte, acomodándose la ropa, el gorro y luego se sentó en la cama.

—Lo lamento, Lou.

—Procura no despertarme más así —sobaba todo su pecho y el brazo con el que había caído.

—Te he llamado como cuatro veces, hijo. De alguna manera debía despertarte.

—No importa, mamá —la miró, tallándose los ojos, un poco adormilado aún—. ¿Has podido hablar con Libby? —preguntó.

—...sí —su respuesta tardó en llegar.

— ¿Y qué te dijo? ¿Cómo está? —se estiró para tomar el paquete de galletas y abrirlo despacio.

—No la... no la vi bien —murmuró.

— ¿A qué te refieres? ¿Qué tiene? —Louis observó cómo su madre se ponía pálida.

—Avanzó muchísimo —el ojiazul sintió un puñal en el estómago, antes de morder la galleta.

— ¿Q-qué? —musitó.

—He preguntado por qué no te permiten entrar y es porque ella no quiere que la veas así —Louis no sabía que contestar—. Ve a verla.

—Per...

—Puedes, Lou —trató de suavizar una triste sonrisa que se le formó en sus bonitos labios.

Louis asintió, tomó un gorrito que había sobre la silla y salió hacía la habitación de Libby, tan rápido como sus piernas le permitieron y lo suficiente para que no lo regañen por correr en el pasillo. Caminaba nervioso, como si le faltara algo adentro. Se detuvo en la puerta y tocó dos veces, suavemente. La abrió con cuidado, dejando un suspiro atrás. Tragó saliva y asomó la cabeza para encontrar un bulto envuelto en sábanas, sobre la cama.

— ¿Libby? —llamó.

El bulto se movió y un rostro oscuro se asomó por detrás de todas las telas. Volvió a su posición original sin darle mucha importancia. Louis se adentró por completo en la sala y cerró la puerta detrás de sí. Se acercó lo suficiente para poder ver la cabeza calva de la muchacha que sobresalía por la parte superior de las mantas.

—Hey... —dijo él, en un susurro—. Te extrañé —ella no contestó. Tragó saliva de nuevo—. Te traje algo. Quisiera que lo vieras —pero la chica no mostraba interés alguno—. ¿Te encuentras bien? ¿Por qué de repente me dejas de hablar? ¿No dejas que te vea? Tengo cosas buenas que contarte y quisiera decírtelas, pero...

The Same Sky 🌌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora