Una enfermedad y un trágico accidente.
Una libertad restringida y plumas perdidas.
Una amistad dulce y un amor poderoso.
«-Pide un deseo.
-Estar en el mismo cielo que tú»
Descubre qué sucede cuando Louis conoce a Harry y miran el mismo cielo.
____...
Eran las 14:50 p.m. y estaban a unos pocos kilómetros de Holmes Chapel. Ambos tenían hambre y hagas de ir al baño, por lo que se detuvieron en un pequeño lugar en el centro de la ciudad y comieron allí.
El cielo estaba gris, pero no tenía pinta de que iba a llover. Una pequeña brisa sacudía delicadamente las hojas de los árboles de la plaza del frente y se podía ver a los niños jugar en los juegos. Riendo y gritando.
—Piensas... —Harry interrumpió el silencio que se había producido entre ambos mientras almorzaban, mirando a los pequeños revolotear por la arenilla—. Piensas que... ¿algún día po... podríamos...? —Sus palabras se cortaron y habló pausadamente. Louis lo miró con expresión dulce y fijó la vista a donde Harry miraba. Sonrió.
— ¿Adoptar un niño? —completó la frase en forma de pregunta.
Harry soltó una especie de risita mezclada con tos y negó con la cabeza. La mata de rizos, no-tan-rizos, se movieron con destreza sobre su cabeza y le sonrió, mostrando su perfecta dentadura blanca y los hoyuelos a los costados. El verde de sus ojos, a pesar del día, brillaba como si el sol le diera directo. Louis ladeó la cabeza un poco.
—Tal vez —contestó Louis—. Quiero decir, me gustan los niños, pero no sé si estoy listo para uno ahora mismo.
—Lo sé. Yo tampoco pero... —Harry miró hacia la plaza—, sí quisiera tener uno propio algún día lejano —Louis sonrió.
—Yo igual.
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Al llegar a la casa de Harry, notaron que en la puerta había unos ramos de flores marchitas, en tarros y jarrones sin agua. Algunos pétalos secos estaban esparcidos en el suelo e incluso había flores cortadas tiradas sin cuidado alguno.
Harry tragó saliva cuando se acercó y vio unas fotos pegadas contra la madera de la puerta. Su madre aparecía en una, y Robin también. Había una de Gemma con una niña que solía vivir del otro lado de la calle. Velas fundidas y un rosario permanecían a los costados.
— ¿Qué...? —Louis ni siquiera pudo terminar la frase.
Harry comenzó a quitar todo. Sacó las fotos de la puerta antes de abrirla y entró hecho una bestia. Louis se quedó afuera, atónito. A los pocos segundos, el menor volvió a salir con una bolsa negra apretada en un puño. Las venas se le marcaban en la muñeca y los músculos de los brazos parecían querer explotar las mangas de la remera. Agarró cada ramo seco y los metió con rabia en la bolsa, al igual que las velas y todo lo que había allí. Algunos papeles con plegarias para la familia Styles volaron al rincón del pórtico pero Harry se abalanzó contra ellos y los rompió en miles de pedazos.
—Harry, espera. Cálmate —Louis se acercó a él y, cuando quiso tocarle el hombro, le quitó la mano de un golpe. Se levantó de su lugar y siguió metiendo más cosas al saco negro gruñendo.