Extra. La habitación.

40 3 0
                                    

—No me gusta el color rojo, casi tanto como odio el pelo rubio.

Mi necesidad de tranquilizarla iba a destruir por completo mi plan de alejarla, pero verla molesta debido a que asistiría a ir a ese estúpido baile con Krishna, era difícil. No me gustaba ser la razón de su infelicidad ¿No podía ver que esto era lo mejor para ella?

El ceño fruncido en su rostro y la gama de emociones intermitentes en sus ojos, me dijo que no me creía. Por mucho que yo necesitara poner espacio entre nosotros, no podía dejarla así. Poniéndome de pie, cerré la distancia que nos separaba, sólo por esta vez me olvidé del por qué tocar a Alice estaba mal.

Cuando mi pecho rozó su espalda, su pequeño cuerpo se estremeció. Cerré los ojos y reprimí una maldición. Ya no sería capaz de detenerme. Esta era una forma de control que nunca había ejercido. No estoy seguro de que siquiera supiera cómo hacerlo.

Envolví mis brazos alrededor de ella, la presioné firmemente contra mi pecho. El placer corría a través de mí y apreté mi abrazo. El temor de que nunca fuera capaz de dejarla en libertad ahora, me abrazó, filtrándose en mis pensamientos.

—Ella no significa nada para mí.
Su cuerpo se estremeció y mi necesidad de poseerla se volvió insoportable. —Yo nunca te mentiría, Alice. —Susurré contra su oído. Se recostó hacia atrás, para mirarme. Bajando la cabeza, le di un beso en la piel suave de la parte superior de su oreja.

El aroma en ella era delicioso. A diferencia de cualquier cosa que jamás hubiera experimentado. Continué besando la delicada piel a lo largo de su rostro. Inhalando el aroma embriagador que tenía. Mis manos se encontraron con sus caderas y temí que el feroz agarre le provocara algún daño. Pero no me podía forzar a soltar mi demandante abrazo.

—Tú me tientas. No puedo caer en la tentación. No vivo para ser tentado pero, Alice Cook, me tientas. Desde el momento en que te vi me sentí atraído. Todo sobre ti... —Necesitaba tocar más de ella. Deslicé mi mano por la piel expuesta de su brazo. Se calentó bajo mi toque— Me vuelves loco de necesidad. De deseo. No lo entendí al principio. Pero ahora lo sé. Pero toda tú se ha convertido en mi obsesión.— Alice se apoyó contra mí, llena de confianza. Su cuello al descubierto, mientras su cabeza caía hacia atrás sobre mi hombro. Esa piel sería cálida y delicada. Bajé la cabeza y besé la suave curva allí. Disfrutando de la emoción de su pulso acelerado bajo mis labios.

—Quiero matar a ese chico cada vez que veo sus manos sobre ti.— Dejé un rastro de besos a lo largo de su cuello, mientras ella se acomodaba más cerca de mí, llena de expectación— Quiero arrancar los brazos de su cuerpo para que no pueda tocarte de nuevo. —Incapaz de retener el gruñido dentro de mí provocado por una posesiva emoción que solo Alice había despertado en mí. Esto estaba mal. Ella no me pertenecía. No podía tenerla. La agonía me recorrió.

—Pero no puedo tenerte, Alice. No estás hecha para mí. —Susurré con dureza.

Queriendo más que nada cambiar esta situación. Necesitaba dejarla. Esto solo iba a lastimarla más al final.

Levantándola, la acuné contra mí solo un momento. Dejando atrás el recuerdo de cómo se sentía envolverla en mis brazos, la recosté sobre la cama y rápidamente me puse de pie. No podía continuar tocándola.

—Por favor. —Susurró. No podía ser testigo de la súplica en su rostro.

Cerrando fuertemente mis ojos quise explicarle todo. Hacerle entender. Pero no pude. Mientras menos supiera, más segura estaría. Asi que, le dije la única que cosa que podía decirle.

—No puedo, Alice. Nos destruiría a ambos.— Sin abrir los ojos para verla por última vez, bajé por la ventana.

ABISMODonde viven las historias. Descúbrelo ahora