-¡Rembrandt!
Ella yacía a la puerta de su despacho, pálida, algo despeinada y con las manos temblorosas apuntando al frente. Su labio temblaba levemente. Calder se incorporó, y ella dejó caer los brazos en sus costados.
Calder los notó enrojecidos y lastimados.
-¡Calder! Oh, Dios, eres tú... -se puso la mano en el pecho, y de inmediato enrojeció como una fresa. -¿Qué rayos haces aquí? ¡Tengo tres semanas sin saber nada de ti! ¿Dónde estabas?
-Aileen ¿Qué te pasó?
-¡El... un... un ehm...! Un hom- quiero decir un... un monstruo como... como el que lo atacó a usted, estaba, yo...
Empezó a intentar esconder cosas que evidenciaban que vivía en su despacho, pero estaban por todas partes. Calder la miró dar saltos de un lado a otro, guardando ropa que tenía colgada para que no se arrugase, le pareció ver una braga por ahí, y ella lo volteó a que mirase la pared antes de que pudiera siquiera imaginarse nada.
-Rembrandt...
-¡Quédate ahí! Tenemos que irnos de aquí... Peter estaba...
-¿Peter?
-¡Sí! –Calder siguió escuchando cómo ella recorría el despacho de un lado a otro, tomando y guardando cosas- Yo... yo estaba en el callejón esperando un envío, y no llegó y... cuando iba a entrar un... ¡otro monstruo me atacó! ¡No era el mismo que vimos!
Calder se volteó, y la vio meter de cualquier manera algo de ropa en una maleta, vaciar una pequeña caja con billetes y un par de cheques a una bolsita de cuero y luego lanzarla en la maleta.
-Rembrandt... ¿Por qué no me dijiste?
-Te dije que ya no viviría con mi prima. –dijo, cerrando la maleta con fuerza.
Calder se acercó a ella, se sorprendió sentirse dolido por la falta de confianza.
-Pero vives aquí. Rembrandt, ni siquiera tienes baño propio. Me pudiste haber llamado y... ¿Desde cuándo fumas?
Ella recobró el fuerte color rojo en sus mejillas, y el valor.
-¿Y desde cuándo aspiras cocaína?
Él apretó los labios.
-Desde que tengo veinte años.
-Pues yo fumo desde el viernes antepasado ¿qué problema hay? –miró su reloj. -¡Hay que irnos! ¡Peter...! ¿De dónde habrá salido?
-¿Qué ocurre con ése...?
-¡Me salvó! Tampoco lo entiendo, te diré después.
Se apresuraron a salir por la entrada principal del teatro, donde estaba estacionado un auto negro, de donde se asomó Peter.
-¡Vamos! ¡Ya!
Calder fue halado dentro del vehículo por Aileen, apenas había puesto el pie dentro cuando Peter comenzó a acelerar.
-Peter ¿qué es lo que está...?
-Aquí no, Aileen. Agachen la cabeza,
Calder se agachó y vio por el espejo retrovisor que la piel de Peter se movía de sitio, se estiraba o arrugaba para dar paso a un rostro distinto. Lo tomó por el cuello y le puso el revólver en la sien.
-Más te vale que expliques eso.
Peter seguía manejando, demasiado sorprendido para hacer nada.
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La falta de orden en la vida del Doctor Calder
Misteri / ThrillerRick Calder ha sido detective, paramédico, policía, investigador y redactor. Ha enfrentado asesinos y criminales, pero nunca algo como esto, y menos en su propia casa... Aileen Rembrandt, su pupila, lo ayudará quiera o no en solventar el extraño cas...