Fueron pasando las semanas y mi vida se basaba en ir al colegio, estudiar y dormir.
Mis papas estaban felices porque me pasaba casi todo el día en casa y estudiando, en lugar de bailando por toda la ciudad.
No tenía ganas de ver a mis amigos, ni de salir con ellos, ni de hacer nada. Estaba deprimida, me sentía mal conmigo misma, pero no todo era culpa de Franco, para nada, él fue la gota que derramo el vaso que venía llenándose hacia años.
De camino a mi casa después del colegio, decidí hacer un camino más largo por que no tenía ganas de volver temprano y seguir con mi aburrida rutina. Así que, empecé a caminar y caminar y sin darme cuenta, estaba parada en frente de la zapatería de Franco.
Mire para adentro del local rezando en mi interior que no estuviera, pero al mismo tiempo rogando que salga a buscarme.
Leo el cartel de cerrado en la puerta y miro la hora en mi celular, eran las dos de la tarde y ellos siempre cerraban una hora al mediodía para almorzar, así que respire hondo y seguí caminando.
Seguí caminando hasta la esquina y mire para ambos lados, si iba a la derecha iba a terminar en la academia, y si iba a la izquierda iba a terminar en mi casa. ¿Por qué estaba dudando en ir a la academia?
-¡MIAAAAAAAAAAA!- Escucho que me gritan de atrás y me doy vuelta sorprendida al ver a Franco corriendo hacia mí.
Quería salir corriendo, tenía la idea de subirme a alguno de los taxis que iban pasando, pero mi cuerpo estaba clavado en el piso y no se quería mover. Cuando al fin puedo tener control de mi cuerpo Franco me agarra justo para que no me pueda escapar.
-Ya sé que no queres que te hable, te busque ni nada, pero vos viniste hasta acá.- Me dice buscando mi mirada.
-No era mi intensión terminar en tu zapatería.- Le digo mirando el piso.
-¿Me podes mirar un segundo?- Me ruega él agarrando mis costados de la cara.
-No quiero llorar, y si te miro no voy a parar más.
-Sé que te rompí el corazón, fui un estúpido y es en lo único que soy bueno.- Me dice y termino mirándolo.- Ya no bailo más con Lara, eso duro una semana.
-No me importa cuánto duro, pero me dejaste por ella.- Le digo esforzando mi voz para que salga el sonido, mientras empiezan a caer lágrimas de mis ojos.- Puse toda mi fe en nosotros como pareja, bailar era lo único que me gustaba en el caos de mi vida y vos causaste que se destruya eso.
-Y te juro que me voy a arrepentir toda mi vida por eso.- Me responde sincero... Creo.
-Está bien, no me importa. Todo esto me sirvió para prestar más atención en el colegio y empezar a averiguar que quiero hacer de mi vida... de mi futuro.
-¿Ya sabes que vas a estudiar?- Me pregunta.
-Por ahora abogacía.- Dije lo más segura posible. En verdad no tenía ni idea, pero me quería mostrar fuerte y bien en frente de él.
-¿Vos abogacía? ¿Acaso queres ser la persona más infeliz del mundo? ¡Pensé que me ibas a decir algo que tenga que ver con danza!- Me responde sorprendido y molesto.- Vení.
-¿A dónde?- Le pregunto sorprendida cuando me agarra de la mano.
-Solo vení-
Me arrastra por las calles de la mano hasta llegar a una parada de subte y nos subimos en una de las líneas.
Ninguno de los dos hablaba, mirábamos la nada pensando.
Nos bajamos en el barrio la boca y me guio todavía sosteniendo de la mano hasta un caminito en la que se encontraban exposiciones de arte en la calle, artistas tocando tango y al final de la cuadra, había dos parejas bailando tango. Una de esas parejas las conocía del mundial del tango del año anterior, habían sido los ganadores.
-¿Me trajiste a verlos bailar?- Le pregunte sarcásticamente mal humorada.
-No, te traje para que bailemos junto a ellos.- Me dijo eso y me mire la ropa, estaba con el uniforme del colegio.
-¿Así vestida?-
No le importo mi pregunta y me agarro de la cintura guiándome hasta donde estaban estas parejas bailando. Después de tanto tiempo sin mirarlo a los ojos, tenía miedo de no poder hacerlo, pero apenas me empezó a guiar con la música me olvide de todo lo que había pasado y no deje de mirarlo.
No sé cuánto tiempo habremos estado bailando, pero las canciones iban cambiando y nosotros no podíamos dejar de mirarnos y bailar.
En un momento, el hombre que estaba cantando felicita a los bailarines y miro a mi alrededor. Estaba lleno de gente aplaudiendo, sacando fotos y grabándonos a NOSOTROS. ¡Los otros bailarines ya no estaban!
-¿En qué momento se fueron los otros?- Pregunto sorprendida al ver tanta gente mirándonos.
Una mujer se nos acerca y me pide mi número para contratarnos para una fiesta y otros chicos nos piden fotos. Me sentía famosa por un minuto y me daba gracia. Esto me había cambiado radicalmente el humor que había tenido durante las últimas tres semanas.
-¿Me llevarías a mi casa?- Le pido a Franco.
-Sí, pasemos primero por mi casa, busco el auto y te llevo.- Me responde.
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Pasión Mía
Storie d'amoreA veces, aunque pueda ser arriesgado, uno tiene que hacer lo que ama. Uno siempre hace con pasión lo que ama y para Mía, el tango era su pasión.