Al llegar a mi casa siento olor a comida, y mi cara de invade de una gran sonrisa al pensar que esta noche cocino mi mama.
Entro a la cocina saltando de la felicidad, pero me encuentro a Pedro, mi hermano, junto a su novia cocinando, y mi sonrisa cayo.
-¿Mamá y papá?- Le pregunte a secas a mi hermano.
-No se, llegue de la facultad y ellos se estaban yendo a una cena, pero no se de que.- Me respondió mientras mezclaba lo que estaba haciendo, y la chica que yo supongo que es la novia le ponía sal.
Me fui a mi habitación y la mire sin saber que hacer.
¡No sabia si tenia ganas de dormir, de salir junto a Palo y los chicos, o ir a la cocina a comer con mi hermano y esa mina, que no conozco!
Se abre la puerta de golpe y entra Pedro.
-Si podes ir a dormir a la casa de Paloma, seria increíble.- Me dice rogando.
-Te queres levantar a la mina y necesitas estar solo.- Dije sarcásticamente.
-Aunque sea unas dos horas déjame.- Me ruega de nuevo.
-No, no te preocupes, igual me iba a dormir a lo de Palo. Me preparo la ropa para mañana y me voy, si podes hacelos acordar a mama y papa que mañana bailo.- Le dije mientras buscaba en los cajones que llevarme.
-Dale, yo les digo.- Me dijo cerrando la puerta.
Me sentía estrenada, sentía que tenia las lagrimas a punto y no tenia ganas de ver a nadie.
Así que metí la ropa que necesitaba para bailar al día siguiente en un bolso, abrí el cajón de mi mesita de luz y saque mi llave "mágica", como le decía desde chica, salí tan rápido que no tuve tiempo ni de saludar y me subí al primer taxi que paso por el frente de mi casa.
Nunca paso tanta adrenalina como cuando entro a escondidas al instituto, me siento una ladrona. Una ladrona que nunca roba nada, pero ese es el único lugar en el que me siento segura, tranquila y cómoda.
Entro sigilosamente, para que los perros del vecino no ladren y cierro con llave la puerta. Como me da un poco de miedo estar sola y en la oscuridad, salgo corriendo por todo el instituto hasta que llego a una puerta blanca y vieja, que supuestamente lleva años cerrada.
-Hay Maria, como necesitaría tenerte acá para que me hagas compañía.- Dije en voz alta como si de esa forma mi profesora Maria, la que tuve acá en el instituto cuando tenia 8 años, me escuchara.
Al pasar por esa puerta me espera un largo camino en escalera, que lo hago corriendo. Al llegar arriba de todo, vuelvo a abrir otra puerta y termino en mi lugar secreto. La terraza.
La tenia bastante cuidada y linda. Un verano la había llenado de flores y plantas y desde entonces tenia que venís por lo menos cada dos días a regarlas y cuidarlas. Había puesto también unos sillonsitos, luces de colores y un equipo de música para poder escuchar música.
Puse la canción "por una cabeza" de Carlos Gardel, y empece a sentir la música.
Se me venia a la cabeza Juan, mi querida pareja de tango, sí me estuviera viendo en este momento bailar con una pareja invisible y con los ojos cerrados, me trataría de loca. No podía evitar sonreír, pensar en el y en el tango, me hacían olvidar de todo lo demás.
Me iba moviendo por toda la terraza, bailando al compás de la canción, e imaginando que estaba bailando en el Colon, en el barrio de la Boca, por las calles de mi Buenos Aires, y por todo el mundo. Sentía que mi corazón aceleraba cada vez más y más.
Como amaba el tango. Si pudiera vivir toda mi vida bailando sin parar, no lo dudaría ni un segundo.
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Pasión Mía
Любовные романыA veces, aunque pueda ser arriesgado, uno tiene que hacer lo que ama. Uno siempre hace con pasión lo que ama y para Mía, el tango era su pasión.