CAPÍTULO 12

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Los personajes de INUYASHA no me pertenecen sino a RUMIKO TAKAHASHI
Esta obra pertenece a ROGERS ROSEMARY, ha sido adaptada y modificada por mí
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(LOS PERSONAJES DE MIROKU, KOGA Y AYAME PUEDEN TENER OoC)
(ESTE CAPÍTULO CONTARÁ CON OTRO CORTO LEMON)
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CAPÍTULO 12

Ayame POV
Ayame estaba sentada en el tocador, cepillándose el pelo lentamente, cuando se abrió de golpe la puerta de su dormitorio.
Apenas se inmutó.
A pesar de la preocupación que la había acompañado desde que se había levantado de la cama, se había obligado a seguir la misma rutina de siempre. Se había tomado un café mientras leía la carta que le había mandado una amiga de París, había elegido el vestido que quería que le planchase la doncella y se había dado un baño caliente antes de vestirse.
Todo ello mientras se preparaba mentalmente para aquella confrontación.
Por eso pudo dejar el cepillo tranquilamente cuando Koga entró en la habitación hecho un torbellino de furia.
-¿Acaso pensabas que no descubriría que me habías traicionado?
Ayame se puso en pie con elegancia. Inconscientemente, se fijó en la chaqueta negra de su amante y en el chaleco gris que se le ajustaba al cuerpo de manera impecable. Los pantalones negros le marcaban los muslos antes de desaparecer bajo las botas altas. Como de costumbre, estaba arrebatador.
-Non -respondió ella y la poca fuerza de su voz fue lo único que hacía pensar en su incomodidad-. Sabía que te enterarías de mi visita al lord de Inugami.
-Fue algo más que una visita -se acercó lo suficiente para permitirle oler el aroma a agua de laurel de su piel-. Lo ayudaste a escapar.
La risa fría de Ayame retumbó en la habitación.
-Por desgracia, no puedo presumir de eso. La verdadera heroína resultó ser tu bella Kagome.
Koga se quedó inmóvil, mirándola con sorpresa.
-¿Estás celosa de ella?
El muy tonto. ¿No se había dado cuenta de la tortura que la estaba obligando a soportar?
-Naturellement.
Ayame cruzó la enorme alfombra que cubría el suelo de la elegante habitación, se detuvo cerca de la mesa ovalada en la que había una pequeña colección de miniaturas y se quedó mirando con gesto ausente la figurita de un niño de rostro angelical, ojos azules y sonrisa inocente. Instintivamente, se llevó la mano al vientre, vacío.
-Es joven, bella, valiente y al mismo tiempo tremendamente vulnerable -explicó-. El tipo de mujer por el que mueren los hombres.
-Lástima que no lo haga su marido -murmuró Koga.
-Ya sabes que la muerte del lord no te daría lo que deseas.
-Te equivocas. Deseo con todas mis fuerzas que Kagome quede viuda.
Ayame se llevó la mano al corazón y reunió fuerzas para mirar a los ojos a su amante.
-Los he visto a los dos juntos, Koga.
-¿Y?
-Que está locamente enamorada de él.
-Eso es imposible -protestó, enfadado-. Ese hijo de perra la abandonó solo unas horas después de la boda. Ella no sería tan tonta de querer a semejante cerdo.
Eso le arrancó de los labios una sonrisa triste y burlona.
-Todo el mundo sabe que las mujeres solemos querer a los hombres que menos lo merecen.
-Él la considera inferior. ¿Cómo podría hacerla feliz?
-No sabes lo equivocado que estás -le dijo suavemente-. He visto el modo en que mira a su esposa el lord de Inugami. Está encantado por ella -una incómoda sensación de envidia la hizo estremecer-. Como parecen estarlo todos los hombres que la conocen.
La única respuesta que recibieron sus palabras fue el silencio, hasta que Koga comenzó a caminar hacia ella con paso lento y decidido.
-¿Por qué dejaste escapar a los prisioneros?
Merde. ¿Por qué había sido tan tonta de dejar que la controlasen las emociones? Antes de Koga, siempre había conseguido alejarse de sus distintas relaciones con el corazón intacto.
Pero ahora...
Ahora se sentía sensible y vulnerable, como si su alma hubiese quedado al descubierto.
-Eran peligrosos -farfulló.
Koga la agarró por los hombros y la miró con dureza.
-Valían una cuantiosa fortuna que necesitamos desesperadamente.
-No había ninguna certeza de que fueras a recibir rescate alguno por el lord -rebatió ella, negándose a disculparse por lo que había hecho-. Con la buena relación que tiene con el príncipe, lo más probable es que hubiéramos descubierto cientos de soldados ingleses asediando el palacio.
-¿Y Kagome?
-Estaba distrayéndote de lo importante.
-¿De ti?
-No, de tu compromiso con el emperador.
Entonces la miró con incredulidad y furia.
-¿Tú te atreves a hablarme de lealtad después de haberme traicionado?
-No creo que sea una traición haber evitado una refriega innecesaria con el ejército inglés.
-¿Y el haber robado los dos objetos que me aseguraban la lealtad del señor Taisho Steel sí que lo es?
Eso sí la obligó a bajar la cabeza, avergonzada. No esperaba que lo descubriese todo tan rápidamente.
-¿Qué quieres que diga?
Sintió su mano en la barbilla, obligándola a levantar la cara y a mirarlo.
-La verdad.
-La verdad es que quería que lady Inugami desapareciera de aquí y de Francia, y me pareció que la manera más eficaz de conseguirlo sería liberando a su esposo -le explicó con una sinceridad tan absoluta que los sorprendió a ambos-. ¿Estás satisfecho?
Por un instante, el gesto de Koga se suavizó ligeramente y Ayame albergó una pequeña esperanza. Creyó ver en sus ojos algo del afecto que en otro tiempo le había profesado y quizá también cierto sentimiento de culpa por haberle hecho daño.
Pero al instante siguiente volvió la furia a su rostro y dio un paso atrás.
-Non -dijo bruscamente-. No estoy en absoluto satisfecho, ni mucho menos. Tu egoísmo puede hacer que se descubra la mejor arma de la que disponemos para luchar contra los británicos. No puedo permitir que Inugami llegue a Inglaterra.
La decepción se alojó en la boca del estómago de Ayame como una bola de acero.
-Inuyasha Taisho no sirve de nada mientras esté escondido en Francia -replicó con voz vacía mientras luchaba contra la horrible certeza de que se había arriesgado y lo había perdido todo-. En realidad, no es más que una carga.
-En cuanto capture a Inugami, su hermano podrá volver a Londres a buscar un nuevo espía dentro del Ministerio de Interior.
-El gobierno británico ya conoce la existencia de traidores en su seno -se echó los brazos alrededor de la cintura, pues tenía frío a pesar de la cálida brisa de verano que entraba por la ventana-. Si Inuyasha aparece de pronto en Londres sin su distinguido hermano, todo el mundo sospechará.
-Inventaremos una historia creíble para distraer la atención el tiempo que sea necesario mientras obtenemos toda la información que nos permita vencer a Inglaterra.
-No, es demasiado tarde -insistió Ayame, agitando la cabeza-. Hace ya horas que escapó lord Inugami -no pronunció el nombre que se interponía entre ellos, Kagome, ni mencionó tampoco que el empeño de Koga por capturar a los prisioneros se debía más a la necesidad de salvar a lady Inugami que al deseo de que Inuyasha volviera a Londres. Era como un muro que se había alzado entre los dos-. Es imposible que lo alcances.
-No tendré que hacerlo. Lo que voy a hacer es estar esperándolo -observó un momento la tensión de su cara-. Y eso es posible gracias a ti, ma belle.
Ayame frunció el ceño con confusión.
-¿Cómo?
-Estoy seguro de que, además de contarle que Inuyasha es mi cómplice, también le dijiste que ahora mismo se encuentra en Calais -adivinó.
Ayame hizo un esfuerzo para mirarlo a los ojos con una indiferencia que ocultaba lo que en realidad sentía.
-¿Y qué si lo hice? -preguntó, orgullosa.
-El honorable lord de Inugami se verá obligado a ir en busca de su hermano y tratar de evitar que venda su alma a los malvados franceses -aseguró.
-Lord Inugami no es ningún tonto -protestó ella-. Me parece que todos sabemos que no hay salvación posible para Inuyasha Taisho.
-Entonces querrá retorcerle el cuello -repuso Koga antes de inclinarse ante ella y dirigirse a la puerta, donde se detuvo un momento antes de salir-. En cualquier caso, sé que no se marchará de Francia sin encontrar primero a su hermano y, cuando lo haga, volverá a ser nuestro prisionero.
De pie en el centro de la habitación, Ayame derramó unas cuantas lágrimas por primera vez en varios años.

Kagome POV
Kagome no habría sabido decir cuánto tiempo estuvo acurrucada entre los brazos de Sesshomaru y lo cierto era que ni siquiera intentó calcularlo. Prefería seguir flotando llena de satisfacción mientras la tormenta amainaba y por fin pasaba.
Quizá debería haberse arrepentido de entregarse a Sesshomaru con tal ímpetu, pensó. Debía recordar que su marido la había insultado, abandonado y, sobre todo, la había tratado con una alarmante falta de respeto.
Y ella no iba a perdonarlo.
Pero estaba demasiado a gusto como para arrepentirse.
No importaba que hubiese acudido a Francia con la intención de salvarla, ni que hubiese hecho todo lo que estaba en su mano por hacerla sentir cómoda a pesar de las circunstancias. Ella no era tan ingenua como para creer que de verdad se preocupaba por ella; eso solo podía conducir a la decepción y Dios sabía que ya había sufrido demasiadas decepciones en lo que llevaba de vida.
Pero era una mujer y por eso apreciaba la maestría de un amante experimentado. Dado que se esperaba que se acostase con su esposo al margen de lo que sintiese, ¿por qué no disfrutar de lo que él podía darle?
Todo era muy lógico hasta que sintió sus dedos en la cintura y, tras ellos, un escalofrío de impaciencia.
Al encontrarse con su mirada dorada, Kagome sintió algo más que simple deseo. La sensación de calidez que invadía su cuerpo denotaba unas emociones tan peligrosas que sería mejor destruir antes de que le rompieran el corazón.
-Ha dejado de llover -consiguió decir.
Él se rio suavemente sin dejar de acariciarle el pecho sin ningún pudor y jugueteando con el pezón entre sus dedos.
-¿Ah, sí?
Kagome miró hacia las ventanas, cerradas con postigos, intentando no dejarse llevar por el placer que le provocaba cada uno de los movimientos de sus dedos.
-Sí -respondió en lugar de gemir y lo miró a los ojos-. ¿No deberíamos irnos?
En su rostro apareció una fugaz expresión de dolor antes de que bajara la cabeza y empezara a besarle el cuello.
-Sin duda -murmuró.
Kagome sumergió los dedos en su cabello y por un momento estuvo tentada de poner fin a sus caricias, hasta que se perdió por completo en el goce del momento.
Sin embargo sí se percató de algo. Sesshomaru intentaba ocultarle algo, algo que lo tenía visiblemente inquieto.
-Sesshomaru.
-¿Umm?
-¿Qué te preocupa?
Le pasó la lengua por el pecho.
-En este momento, nada.
-Pero... -Kagome se mordió el labio inferior. No tenía más remedio que aceptar que Sesshomaru podía estar dispuesto a compartir su pasión con ella, pero era evidente que aún no la consideraba digna de ser su confidente. ¿Por qué habría de hacerlo? Ya le había dejado muy claro que para él el matrimonio no era más que un mal necesario. Así pues, se tragó el nudo que se le había formado en la garganta y zanjó el tema-: No importa.
Él levantó la cabeza y la miró con el ceño arrugado.
-Una respuesta típicamente femenina con la que en realidad estás diciendo que importa y mucho.
-Yo no me ando con esa clase de juegos -aclaró ella, ofendida por tan injusta acusación-. Si no quieres decirme lo que piensas, me parece estupendamente.
Pensando que le daría alguna otra respuesta mordaz, Kagome se sorprendió al ver que se ponía en pie y se pasaba la mano por el pelo en un gesto de frustración.
-¿Se te ha ocurrido pensar que quizá quiera escapar de mis pensamientos durante un rato?
Su voz y sus palabras estaban cargadas de tensión e inquietud. Kagome se olvidó de todo pudor y se puso en pie como si no estuviese completamente desnuda, igual que él.
Le puso una mano en el brazo.
-¿Y es posible escapar?
Sin previo aviso, Sesshomaru la estrechó entre sus brazos y la apretó contra su cuerpo con fuerza.
-Depende de la distracción que tenga -respondió al tiempo que le cubría el rostro con sus besos, hasta que llegó a la boca. Fue entonces cuando se dio cuenta de que ella estaba rígida; no lo rechazaba, pero tampoco lo alentaba a seguir. Echó la cabeza hacia atrás y la miró con frustración-. Maldita sea. ¿Por qué tengo la sensación de que me estás llevando por donde quieres?
Ella levantó la barbilla con dignidad.
-Ya te he dicho que yo no...
-Para ser una mujer que no se anda con juegos, la verdad es que se te dan muy bien -la interrumpió con furia, pero, al darse cuenta de que la había herido, respiró hondo y apoyó la frente sobre la suya-. Perdóname, Kagome. Tienes razón, estoy preocupado.
Kagome se quedó callada un momento, por miedo a estropear el momento.
-¿Te preocupa que no podamos escapar de los franceses? -se atrevió a preguntarle por fin.
Él la miró con gesto divertido.
-¿Pretendes insultarme?
-No, claro que no.
-Me alegro. Puedes estar segura de que antes de que caiga la noche, estarás sana y salva a bordo de mi barco.
-¿Entonces de qué se trata?
Se hizo un tenso silencio mientras Sesshomaru luchaba contra la arraigada costumbre de enfrentarse solo a todos sus problemas. Llevaba toda la vida haciendo frente a sus responsabilidades y protegiendo a los demás sin la ayuda de nadie. Nunca le resultaría fácil contar sus problemas a alguien.
Kagome tuvo la sabiduría de esperar pacientemente, pues imaginaba que, si lo presionaba, solo conseguiría que volviera a retraerse.
Finalmente, Sesshomaru levantó la cabeza sin dejar de abrazarla, como si necesitara sentir la proximidad de su cuerpo.
-He descubierto algo sobre mi hermano que no consigo asimilar -le confesó.
-Dios mío, no habrá...
-No -se apresuró a decir-. Tiene la buena salud de la que gozan la mayoría de los pecadores -apretó los dientes un momento antes de continuar-. Me he enterado de que está viviendo en Calais.
-¿En Francia? -Kagome trató de aclarar su creciente confusión.
-Sí.
-Es absurdo. ¿Qué está haciendo en Calais?
-Esconderse de los hombres en su busca, para empezar. Y también... -hizo una mueca de asco.
Kagome le puso una mano en la mejilla.
-¿Sesshomaru?
Un brillo de profundo pesar invadió sus ojos plateados. Kagome tuvo un terrible presentimiento.
-También está intentando desplumar a Koga Wolf y conseguir así los fondos necesarios para seguir aquí, en Francia, con su vida de excesos.
¿Inuyasha y Koga se conocían? Seguramente se habrían visto alguna vez en Devonshire, pero a Kagome le extrañó que Inuyasha hubiese querido entablar amistad con un pastor, por mucho que viviese en las propiedades de su familia. Además estaban en Francia, lo que quería decir que, si Inuyasha sabía que Koga estaba allí, también debía de saber que era un espía.
Lo que podría significar que... cortó la idea antes de que terminara de tomar forma.
-No entiendo nada.
-Ojalá yo tampoco lo entendiera -farfulló Sesshomaru-. Inuyasha es un traidor.
A pesar de haber presentido algo terrible, Kagome se quedó estupefacta.
-No, no puede ser -se apartó de él, meneando la cabeza.
Sesshomaru se sacó un papel del bolsillo.
-Mira.
Kagome agarró la nota y tras leer la confesión escrita y firmada de su puño y letra, miró a Sesshomaru con el corazón encogido. Dios, siempre había sabido que Inuyasha era un hombre débil, de comportamiento reprochable, pero aquello...
-¿Cómo ha podido hacer algo así? -le preguntó al tiempo que le devolvía el papel.
-No puedo responderte -admitió él con profunda tristeza-. Mi madre siempre lo mimó mucho, pero hay muchos otros nobles malcriados y no por eso se convierten en espías.
-A ti no -murmuró Kagome sin pararse a pensar.
Sesshomaru la miró, arqueando las cejas.
-¿Qué?
-Que a ti no te mimaron -aclaró, a su pesar.
Entonces él se agachó, agarró su chaqueta del suelo y se la echó a ella por los hombros.
-No, cuando no estaba estudiando, debía aprender todas las labores de un lord -reconoció sin lamentarse por no haber tenido una verdadera infancia. De hecho, se le enterneció el gesto al mencionar a su padre-. Una de las primeras cosas que recuerdo es haber conducido unas mulas por un campo mientras mi padre ayudaba a los arrendatarios a echar el heno en un carro.
Kagome lo observó detenidamente, con absoluta atención. La belleza de su rostro de ángel caído, la elegancia de su cuerpo y la seguridad de un hombre que siempre había sentido la adoración de los demás...
De pronto, se acordó de la sospecha que había tenido sobre Inuyasha cuando había pensado que seguramente llevaba toda la vida viviendo a la sombra de su hermano mayor.
-¿Inuyasha no te acompañaba?
-A él no le interesaban nuestras propiedades, salvo por el hecho de que servían para costear todos sus lujos.
-Puede que tuviera envidia de que tú estuvieras tan unido a vuestro padre -sugirió Kagome con mucho cuidado-. Eso explicaría que tu madre lo mimara tanto y le consintiera todo.
Sesshomaru reaccionó airadamente.
-Mi padre no fue el culpable de la traición de Inuyasha.
-Por supuesto que no -se apresuró a decir-. Pero es posible que su resentimiento empezara cuando era niño y fuera aumentando a medida que tú ibas ganando popularidad entre la alta sociedad -esbozó una sonrisa antes de añadir-. Tienes que reconocer que tú haces sombra a la mayoría de los caballeros.
-¿Ahora resulta que tengo yo la culpa? -preguntó con una mezcla de indignación y orgullo masculino.
-No. Todo el mundo tiene algún trauma de la infancia; a algunos los hace más fuertes y a otros... -se apretó la chaqueta alrededor del cuerpo, pues le daban escalofríos al pensar en que Inuyasha hubiese albergado tanto mal como para traicionar a su país. Debía encontrar las palabras justas para no hacer que Sesshomaru sufriese más de lo que ya estaba sufriendo-. Otros utilizan el pasado como excusa para no luchar contra sus debilidades.
Él se encogió de hombros.
-Ya da igual por qué eligió el camino que eligió.
-Supongo que sí -Kagome lo miró con preocupación-. De lo que se trata ahora es...
-De qué pienso hacer con él.
-Sí.
El dolor volvió a su rostro. La estrechó de nuevo entre sus brazos y apoyó la mejilla en su cabeza.
-No lo sé -admitió-. No creo que haya ninguna solución buena.
Kagome se abrazó a él, apoyó la cabeza en su pecho, donde podía sentir los latidos firmes de su corazón, y deseó poder decirle algo que lo consolara de algún modo.
-Lo siento mucho, Sesshomaru.
Él comenzó a acariciarle la cabeza.
-Si lo juzgan y lo declaran culpable, el escándalo perseguirá a la familia durante generaciones, y acabará con mi madre.
-¿Crees que es necesario que se sepa lo que ha hecho?
Lo sintió estremecerse y a continuación notó sus manos por debajo de la chaqueta, buscando el calor de su piel.
-Aunque yo estuviese dispuesto a vivir con la vergüenza de tener que proteger la reputación de mi familia a costa de mi país, este tipo de cosas siempre acaban saliendo a la luz -aseguró fríamente-. De hecho me sorprende que Inuyasha haya sido capaz de esconder sus pecados durante tanto tiempo. La discreción nunca ha sido su fuerte.
No había que ser muy lista para saber lo increíblemente doloroso que sería para Sesshomaru tener que delatar a su propio hermano.
-Entonces deja que las cosas sigan su curso y que el destino se encargue de todo -le sugirió-. Tú no tienes por qué ser el que elija lo que tiene que ocurrir.
Lo oyó respirar hondo.
-Siempre me he sentido responsable de mi hermano.
Kagome lo miró con una sonrisa de tristeza en los labios, consciente de que ella era una de las cargas que había tenido que echarse al hombro por culpa de su hermano.
-Sí, ya sé todos los sacrificios que has hecho por Inuyasha.
Pensando que se limitaría a darle la razón, a Kagome se le estremeció el corazón al ver que esbozaba una cálida sonrisa.
-Unos son más placenteros que otros -dijo en voz baja.
Esa vez no protestó cuando se acercó a besarle la cara y luego bajó hasta su boca.
Probablemente no pudiera hacer desaparecer sus problemas, ni evitar el desastre, pero al menos podría ofrecerle unos minutos de distracción.
Tratando de no pensar en sus propias emociones, Kagome dejó caer la chaqueta al suelo y le echó los brazos alrededor del cuello.
Sabía que cada minuto que pasara con Sesshomaru no haría más que intensificar el dolor que sentiría cuando le rompiera el corazón, pero no podía resistirse al deseo que le transmitía con cada beso y con cada caricia.
Respondió a él con tal entusiasmo que le hizo gemir de aprobación mientras la tumbaba sobre el lecho de paja.
-Kagome... -susurró, mirándola con una vulnerabilidad que habría bastado para destruir cualquier barrera que ella quisiese interponer entre los dos-. Mi bella gitana.
Ella recibió el apelativo con una sonrisa.
-Me llamas unas cosas muy curiosas. Bruja, gitana...
-Esposa -respondió él justo antes de besarla.
Aquella simple palabra hizo que algo cambiara dentro de ella. Incapaz de afrontar las peligrosas emociones que estaba sintiendo, optó por centrar toda su atención en las sensaciones físicas que despertaban sus caricias.
Quizá nunca tuviera el corazón de Sesshomaru, pero al menos podía disfrutar de su cuerpo.
No quería pensar en cuántas mujeres habrían estado a antes en su lugar y cuántas estarían en el futuro, así que cerró los ojos y se entregó al placer del momento.
Ahora era suyo y solo suyo.
Sesshomaru fue bajando por su cuello y continuó hasta encontrar uno de sus pechos, que recorrió con la lengua antes de centrarse en el pezón.
-Sí -gimió ella, encantada.
Sin dejar de chuparla, le agarró una mano y se la llevó a la erección.
Kagome se quedó inmóvil un instante, por pura timidez, pero enseguida le pudo la curiosidad y comenzó a recorrer el miembro con los dedos.
Sesshomaru maldijo entre dientes mientras ella le tocaba de arriba abajo.
-Dios -ahora era él el que gemía-. Con solo tocarme, estoy perdido.
No era el único, pensó ella al sentir su mano en el centro de su feminidad, húmeda de excitación. Levantó las caderas de manera instintiva en cuanto notó el dedo que se sumergía en su interior.
Sí, sí. Cerró los ojos, ya sentía esa creciente y maravillosa presión en el vientre. Apretó ligeramente su erección.
-Espera, Kagome -le suplicó al tiempo que ponía su mano sobre la de ella.
-¿Qué?
-No tengo tanto control como quería pensar -admitió humildemente al tiempo que la colocaba de lado.
-¿Sesshomaru? -le preguntó, confusa.
-Te prometo que vas a disfrutar -le dijo al oído, al tiempo que se apretaba contra su espalda.
Kagome no podía dudar de su talento, pero se inquietó cuando le agarró una pierna y se la levantó.
Eso no podía estar bien.
El placer de sentir sus manos en los pechos, jugueteando con los pezones, era innegable. Y fue aún mayor el gozo que experimentó cuando esos mismos dedos bajaron por todo su cuerpo y se zambulleron en la humedad de su sexo. Y entonces, lentamente, sintió su erección abriéndose camino dentro de ella.
-Dios... mío.
No podía hablar, solo podía disfrutar del goce que le daban sus dedos a la vez que la tomaba con movimientos lentos y superficiales.
-¿Quieres más, Kagome?
¿Más? Se preguntó, sin saber si podría soportar más sin romperse en mil pedazos. Pero entonces él cambió de ángulo y se sumergió un poco más. Kagome echó la mano atrás, buscándolo hasta que pudo clavarle las uñas en las caderas.
-Sí, sí, por favor.
El aire se llenó de jadeos y gemidos. Kagome cerró los ojos, acompañándolo con sus propios movimientos, cada vez más rápidos y desesperados.
-Kagome -rugió justo antes de que su semilla la llenara.
Ella gritó de placer al entregarse a su propio éxtasis, olvidándose de dónde estaban y del peligro que los acechaba.
En aquel momento no importaba nada más que lo que estaban compartiendo y lo que le hacía sentir el notar los latidos de su corazón contra la espalda.
De pronto Kagome se acordó de su abuela y de todas las veces que le había dicho que disfrutara del momento.
Después de todo, los dos estaban solos en el mundo y el destino había querido unirlos.
¿Por qué resistirse a la fuerza del destino?
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P.D: Agradecería su apoyo y si no fuera molestia algunos review. Gracias de antemano por darse un tiempo en leer esta historia.
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Alguna traducción de las palabras en francés de este capítulo, se los dejo por si alguien no entiende...

Naturellement - Naturalmente
Merde - Mier**

Tiempo de TraicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora