CAPÍTULO 23

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Los personajes de INUYASHA no me pertenecen sino a RUMIKO TAKAHASHI
Esta obra pertenece a ROGERS ROSEMARY, ha sido adaptada y modificada por mí
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(LOS PERSONAJES DE SESSHOMARU, MIROKU, KOGA Y AYAME PUEDEN TENER OoC)
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CAPÍTULO 23

Kagome POV 
Kagome trató de recuperar el aliento mientras la estrechaba con fuerza entre sus brazos.
Habían pasado la mayor parte del día recorriendo la propiedad para ir a visitar a los arrendatarios. Todos ellos se habían mostrado jubilosos de verla sana y salva; cualquiera habría pensado que había estado fuera años en lugar de días.
Claro que ella no había protestado. Lo cierto era que las muestras de cariño de toda esa gente habían hecho que sintiera que había vuelto a casa, algo que jamás habría creído posible solo unos meses antes.
Finalmente, Sesshomaru había insistido en que volvieran a la mansión para que ella pudiera descansar e incluso la había llevado en brazos al dormitorio ante la asombrada mirada de los criados. Pero, una vez allí, parecía haber olvidado tal necesidad de descanso y, aunque sí que la había tumbado en la enorme cama con dosel que ocupaba la mayor parte de la cálida habitación, lo que había hecho había sido besarla apasionadamente.
Kagome había intentado regañarlo, pero en cuanto había sentido su deseo y sus manos, no había podido resistirse.
La verdad era que había gozado tremendamente de su pasión.
Quizá fuera ridículo, pero había albergado cierto temor de que, al regresar a Inglaterra, Sesshomaru volviese a ser el hombre frío y crítico con el que se había casado.
Hubo algo deliciosamente reconfortante en sus besos y en sus gemidos de placer cuando por fin se sumergió en su cuerpo.
Ya con la respiración controlada, Kagome miró la hora y trató de levantarse de la cama.
—¿Adónde crees que vas? —le preguntó él, reteniéndola por la espalda.
A punto estuvo de cambiar de opinión al volverse hacia él y ver la gloriosa desnudez de su cuerpo. Era un regalo de los dioses.
—Tenemos que vestirnos para la cena.
Pero Sesshomaru no hizo el menor amago de dejar de acariciarla; de hecho, una de sus manos bajaba peligrosamente por las caderas.
—¿Para qué? —murmuró—. Podemos pedir que nos la traigan aquí.
—De verdad, Sesshomaru, eres un pésimo anfitrión —lo reprendió a pesar de los escalofríos de placer—. No podemos abandonar a lord Houshi.
—El caso es que Miroku se ha marchado a Londres esta misma mañana.
Kagome se quedó inmóvil, sorprendida por la noticia de que Miroku se hubiese ido sin despedirse de ella. Después de sus recelos iniciales, creía haberse hecho amiga suya durante el trascurso de sus aventuras y por eso le dio tristeza que se hubiera ido de ese modo.
—¿Se ha ido sin decir adiós?
—Ha sido una decisión muy repentina. Ha dejado un mensaje diciendo que tenía unos asuntos que reclamaban su presencia en Londres y que no podía posponer.
—¿Y no podía esperar a que volviéramos para decírnoslo en persona?
Sesshomaru se encogió de hombros, pero Kagome vio algo extraño en su gesto.
—Miroku es un hombre muy inteligente, se habrá dado cuenta de que prefería estar con mi esposa a tener que atender a un invitado no deseado.
Kagome lo miró sin decir nada durante unos segundos. Después se puso en pie y se puso una bata de raso.
Conocía lo bastante bien a su marido como para saber cuándo le mentía.
—No dudo de la inteligencia de Miroku, pero recuerdo que me dijo que pensaba quedarse en Carrick Park hasta que tú volvieses a Londres.
—Pues es evidente que cambió de opinión.
—¿Cambió de opinión o tú lo obligaste a que lo hiciera? —indagó Kagome con desconfianza.
—Juro que yo no tuve nada que ver con su repentina marcha —aseguró Sesshomaru levantando las manos en señal de inocencia.
—Ya —se limitó a decir Kagome, lo que provocó la impaciencia de Sesshomaru.
—¿Qué te pasa?
—No lo sé —admitió, tercamente—. Pero sé que me estás ocultando algo.
Su esposo se echó a reír.
—A ti es imposible ocultarte nada.
—Muy bien. Ya se lo preguntaré a Miroku cuando lleguemos a Londres.
—Como quieras —respondió Sesshomaru, estirándose para agarrar el cinturón de su bata y tirar de él.
Pero Kagome se lo quitó de las manos.
—¿Y cuándo será eso?
—De verdad, Kagome, no deberías someter a tu marido a un interrogatorio mientras trata de seducirte.
—Podrás seducirme cuanto quieras después de responder a mi pregunta —le prometió, negándose a dejarse distraer—. ¿Cuándo salimos para Londres?
Hubo un largo silencio antes de que Sesshomaru cruzara los brazos sobre el pecho y suspirara con resignación.
—Mañana por la mañana.
Ella lo miró, boquiabierta.
—Por el amor de Dios, ¿cuándo pensabas decírmelo? Le prometí a la señora Grossman que le llevaría un emplasto para el pecho y pensaba pasar a ver al señor Clark para escribirle una carta a su hermana, que vive en Yorkshire y hace cincuenta años que no se ven. Y también tengo que hacer el equipaje.
—No es necesario.
—Si no hago unas cuantas cosas esta misma noche, no podré salir por la mañana —dijo con gesto apresurado.
—Escúchame, Kagome.
—No puedo perder el tiempo, Sesshomaru.
—Tú no vas a venir conmigo mañana.
Estaba tan inmersa en sus planes, que tardó unos segundos en escuchar realmente las palabras de Sesshomaru. Cuando por fin lo hizo, se volvió a mirarlo con gesto amedrentador.
—Va a ser un viaje corto y pretendo que sea lo más discreto posible para no levantar las sospechas de los traidores.
Era una explicación lógica, pero Kagome no se dejó convencer.
Quizá fueran sus propias inseguridades lo que la hacía desconfiar, pero el caso era que no iba a permitir que la escondiese como si fuese un vergonzoso secreto. Otra vez, no.
Se obligó a sí misma a reconsiderar la estrategia. De nada serviría acusarlo de querer dejarla allí abandonada porque solo conseguiría que él lo negara. No, debía ser más inteligente.
Así pues, fue hasta la cama, se sentó en el borde mirándolo a él y dejó que se le abriera la bata lo bastante para que Sesshomaru pudiera vislumbrar sus pechos. Como era de esperar, él bajó la mirada hasta el escote y Kagome tuvo que contenerse para no sonreír.
—Cuanto más discreto intentes ser, más rumores vas a provocar.
—¿Qué sugieres que haga, entonces?
—A nadie le extrañará que lord y lady Inugami vuelvan juntos a Londres y es de esperar que me presentes al rey —siguió diciendo mientras Sesshomaru no apartaba la vista de sus pechos—. Solo tenemos que preparar una cena e invitar a los caballeros con los que desees hablar y nadie sospechará de algo tan inocente como una fiesta.
Él la miró fijamente a los ojos y frunció el ceño con impaciencia.
—Dios mío, Kagome, ¿es que no sabes el revuelo que va a causar nuestra llegada? Los rumores no tardarán de propagarse por toda la ciudad.
—Eso es precisamente lo que buscamos, ¿no?
—¿Es que te has vuelto loca?
¿Qué rumores eran los que tanto temía? ¿Los relacionado con su apresurada boda, o con la repentina desaparición de ambos? ¿O quizá que su esposa era la hija de Mitzuo Higurashi Wells, lo cual era una humillación para los Inugami?
Una vez más, estaba a punto de enfrentarse a la dolorosa decepción que tan bien conocía, pero trató de no dejarse llevar.
—Piénsalo, Sesshomaru —insistió, poniéndole una mano en el brazo—. La gente estará tan ocupada chismorreando sobre nuestro regreso a Londres, que no tendrán tiempo de pararse a pensar con quién te has reunido y con quién no —esbozó una tensa sonrisa—. ¿No crees que eso compensará los chismorreos?
Sesshomaru la miró con exasperación, como si fuese algo malo querer estar con su marido.
—¿Es que quieres que te acosen todos esos buitres?
—No, por supuesto que no es eso lo que quiero, pero es inevitable.
—No si te quedas aquí.
El corazón se le encogió de dolor. Después de todo lo que habían pasado juntos y de toda la pasión que había entre ellos, Sesshomaru aún quería mantenerla escondida de la sociedad.
—No puedo pasarme la vida sin ir a Londres —consiguió decir a pesar del nudo que tenía en la garganta.
Aparentemente ajeno a su sufrimiento, Sesshomaru levantó la mano para ponérsela en la mejilla.
—No, pero tampoco es necesario que vuelvas hasta la próxima temporada.
—Aún quedan meses para eso.
—Pensé que te gustaba Carrick Park —le espetó arrugando el ceño como si hubiese creído que iba a aceptar la derrota.
—Y me gusta, pero... —Kagome apartó la mirada de él, consciente de que había tomado una decisión y que nada ni nadie iba a conseguir que se echase atrás—. ¿Por qué quieres alejarme de Londres, Sesshomaru?
Hubo una extraña pausa antes de que él se aclarara la garganta con evidente incomodidad.
—Ya te he dicho que va a ser una visita rápida; no merece la pena que cambies tus planes por unos cuantos días.
Kagome bajó la mirada.
—Comprendo.
—Te prometo que estarás más cómoda aquí y que yo volveré lo antes posible.
—Claro.
Sesshomaru se dio cuenta por fin de que no le gustaba nada la idea. Entonces le acarició la mejilla y la obligó a levantar la cara.
—No vas a enfadarte, ¿verdad, querida?
Lo primero que se le ocurrió a Kagome fue salir corriendo de allí y echarse a llorar en algún rincón. Había albergado la esperanza de poder construir con Sesshomaru una relación de respeto mutuo, aunque no hubiera amor. Por eso resultaba tan doloroso comprobar que seguía avergonzándose de ella.
Pero respiró hondo e hizo un gran esfuerzo para no dejarse llevar por ese sentimiento de derrota. Esa vez no.
Ya no era la muchacha frágil que permitía que otros manejasen su vida y que se alejaba del mundo en lugar de enfrentarse a aquellos que le hacían daño.
En las últimas semanas había descubierto dentro de sí la capacidad para luchar por lo que deseaba.
Y eso era lo que pensaba hacer.
—¿Kagome? —le dijo Sesshomaru, buscando su mirada con preocupación.
Parpadeó para espantar las lágrimas que no quería derramar y esbozó una sonrisa. Ya pensaría en lo que debía hacer para salvar su matrimonio.
Pero por el momento...
Se inclinó sobre él y le dio un beso en los labios.
—Claro que no.
—Bien —Sesshomaru respiró aliviado mientras le tomaba el rostro entre sus manos—. Porque no quiero malgastar nuestra última noche juntos en discusiones.
Kagome le mordisqueó los labios y disfrutó de su reacción de placer.
—Ya me imagino qué quieres hacer en lugar de discutir.
—Qué bien me conoces —la besó apasionadamente antes de apartarla lo justo para mirarla a los ojos—. Pero primero te debo un baño. Y luego cenaremos en la cama.
—¿Y después?
En el rostro de su esposo apareció una enorme sonrisa de picardía e impaciencia.
—Después voy a dejar que te aproveches de mí cuanto quieras.
 
Sesshomaru POV
Londres nunca le había resultado tan poco acogedor.
Después de una semana de constantes lluvias, el sol se había asomado por fin entre las nubes grises e inundaba la ciudad con un calor asfixiante. Pero lo peor era el hedor de los muelles, que ahogaba cualquier brisa de aire fresco y hacía que fuera insoportable tener las ventanas abiertas.
No era de extrañar que la mayoría de la gente hubiese huido de la ciudad al campo. Sesshomaru habría hecho lo mismo si hubiera podido. Además de por el clima, estaba impaciente por volver a Devonshire a los brazos de su esposa.
No había dejado de pensar en Kagome en toda la semana. Solo tenía que cerrar los ojos para ver la pálida belleza de su rostro y su cuerpo tentador. Pero lo que le atormentaba realmente no era el deseo de ella, sino la sensación de que algo no iba del todo bien al marcharse de Carrick Park.
Menos mal que por fin se había ocupado de todos los asuntos que lo habían llevado a Londres.
¿Quién iba a haber pensado que necesitaría dos días solo para convencer al rey y al primer ministro de que aquella lista de importantes nobles ingleses no era ningún engaño de los franceses y otros tres para hacer lo propio con los miembros más importantes del Ministerio de Interior?
Así pues, necesitaba esa copa de brandy tanto como el amigo con el que iba a compartirla.
Porque Miroku estaba de tan mal humor como Sesshomaru.
—Hay veces que me pregunto cómo es posible que las Islas Británicas no se hundan en el mar con el peso de todos esos payasos arrogantes —murmuró Miroku aceptando su copa.
Sesshomaru esbozó una irónica sonrisa.
—Esos payasos son nuestros nobles dirigentes —le recordó.
—Pues llevan tres días parloteando como niños —respondió Miroku, asqueado—. No creo que les importe un comino el peligro que acecha a nuestras tropas, lo único que les importa es convencer a los demás de que ellos no tienen relación alguna con los traidores. Y sin embargo todos ellos quieren mantener en secreto los nombres de la lista.
Sesshomaru asintió con pesar. El papel de diplomático lo había dejado exhausto.
—Por lo menos nos hemos asegurado de que esos sinvergüenzas no sigan traicionando a su país —dijo, resignado a aceptar que no podían hacer nada más—. Aunque no tengan que enfrentarse a la justicia.
—Sí —Miroku apuró la última gota de brandy y lo miró de nuevo—. ¿Crees que conseguirán convencerlos de que den información falsa a los franceses?
—En el Ministerio hay una o dos personas lo bastante inteligentes para hacerlo, lo que no sé es si lograrán que no intervengan los demás.
Miroku no parecía muy satisfecho, pero enseguida derivó la conversación hacia temas más importantes.
—Bueno, nosotros hemos cumplido con nuestra misión.
—Sí —él, además, se había asegurado de que la traición de su hermano no saliese tampoco a la luz, aunque no sabía si eso estaba bien o mal—. Inuyasha está protegido.
—Esperemos que haya aprendido la lección.
Sesshomaru asintió porque, a pesar de todos sus pecados, seguía siendo su hermano y, hasta que volviese a Inglaterra, lamentaría haberlo perdido.
Hubo una breve pausa durante la que los dos amigos pensaron en cómo había terminado su peligrosa aventura. Después, Sesshomaru miró a Miroku y se fijó en que tenía ojeras y arrugas de cansancio en toda la cara. Algo no dejaba dormir a lord Houshi y Sesshomaru habría apostado a que no tenía nada que ver con espías franceses y arrogantes nobles ingleses.
—¿Cuándo piensas volver a Carrick Park? —le preguntó Miroku.
—Después de cenar.
—¿Vas a viajar de noche?
Sesshomaru sonrió con impaciencia. Viajaría en medio de una tormenta de nieve para poder volver junto a Kagome.
—Si bien disfruto enormemente de tu compañía, viejo amigo, prefiero la de mi esposa.
Miroku se echó a reír, llevándose una mano al pecho.
—Me ofendes.
—¿Y tú, cuándo te vas a Derbyshire?
Houshi se puso tenso y clavó la mirada en la pared.
—Aún no lo he pensado.
—¿No? —Sesshomaru fingió estar sorprendido.
—Tengo asuntos de los que ocuparme aquí.
—¿Qué asuntos?
—¿Qué más da?
—Pensaba que estarías deseando marcharte de Londres —Sesshomaru titubeó deliberadamente—. A menos, claro está, que haya algo que te retenga en la ciudad.
Miroku resopló con impaciencia y clavó la mirada en el rostro de su amigo.
—¿A qué viene tanto interés en mis planes?
—Te marchaste muy bruscamente de Devonshire en compañía de la señorita Taijiya Yamada.
Miroku apretó los dientes, pero no pudo disimular el rubor que coloreó sus mejillas.
—Me pediste que me librara de ella.
—Es cierto —asintió Sesshomaru—, pero me refería a que consiguieras que se marchara, no a que tuvieras que acompañarla hasta Londres.
—Podría haberla echado cien veces y la muy testaruda habría vuelto —gruñó, yendo de un lado a otro de la habitación—. Estaba empeñada en hablar con Kagome, así que me pareció que lo más sencillo era asegurarme de que se alejaba lo más posible.
Sesshomaru habría aceptado aquella explicación si su amigo no hubiese llevado una semana comportándose como un lunático. Un momento parecía distraído y al siguiente se ponía como una furia por cualquier cosa y luego se quedaba mirando al vacío durante horas, absorto en sus pensamientos.
—Muy generoso por tu parte sacrificar tu estancia en Carrick Park para pasar varios días de viaje con una joven fea y aburrida.
Miroku se acercó de pronto a él, lo agarró de la chaqueta y lo zarandeó.
—No vuelvas a hablar de ese modo de la señorita Sango —le advirtió—. ¿Entiendes?
Sesshomaru no pudo contener la risa por más tiempo. ¿Quién habría sospechado que el bruto y taimado lord Houshi, que aterrorizaba a muchos caballeros de la ciudad, acabaría cayendo ante una mujer que era la mitad de su tamaño?
—Lo entiendo perfectamente.
Al darse cuenta de lo que estaba haciendo, Miroku lo soltó rápidamente y se pasó las manos por el pelo.
—Perdóname. Estoy...
—¿Desconcertado, aturdido y perplejo? —le sugirió.
—Sí —admitió con un suspiro—. ¿Puedes darme algún consejo?
Sesshomaru observó a su amigo con gesto pensativo. No había olvidado lo mucho que había luchado al principio contra lo que sentía por Kagome y cómo había permitido que su estúpido orgullo hiciera daño a una mujer que no merecía nada más que admiración. No sería un buen amigo si no hacía todo lo que estuviese en su mano para que Miroku no cometiera el mismo error.
—Me parece que tienes dos alternativas. Puedes volver al campo y olvidarte de la señorita Taijiya —no le sorprendió ver el modo en que Miroku recibía tal sugerencia; con tensión y con rabia. Ya era tarde para hacer lo más sensato—. O...
—¿Sí?
Sesshomaru dejó el vaso y agarró a su amigo del hombro.
—O puedes aceptar lo inevitable con más dignidad y elegancia de lo que lo hice yo.
Miroku meneó la cabeza.
—No estás haciendo que me sienta mejor, Inugami.
Sesshomaru sintió curiosidad por la mujer que había sido capaz de despertar el interés de su amigo. Era evidente, desde luego, que no era otra debutante más como él había pensado.
—Dime, Miroku, ¿qué tiene la señorita Taijiya que te ha cautivado de ese modo?
—No estoy seguro —admitió Houshi con una sonrisa que le iluminó los ojos—. Su belleza me resulta atractiva y me gustan las mujeres con curvas, pero es evidente que no es una mujer al uso —hizo una pausa como si estuviera evocando su imagen—. Tiene el cabello castallo oscuro, en lugar de rubio, y no se molesta en llevarlo perfectamente peinado. Tiene unos bonitos ojos marrones oscuros, pero mira a los hombres con un gesto de censura que nada tiene que ver con las miradas coquetas de la mayoría de las mujeres.
Sesshomaru suspiró, pues sabía bien lo que era sentirse atraído por una mujer que jamás debería haber llamado su atención.
Era fácil confundir el deseo con amor. Esos encaprichamientos se iban igual que venían y no solían costarle a un hombre más que unos cuantos regalos caros. Pero cuando uno se fijaba en la mujer que estaba destinada a adueñarse de su vida, entonces el riesgo era mucho mayor.
—¿Y qué me dices de su carácter?
—Tiene por costumbre decir lo que piensa, pero yo prefiero su sinceridad a los halagos sin sentido de la mayoría de las féminas —continuó diciendo Miroku como si estuviese defendiéndose—. No dudó en viajar hasta Devonshire, a riesgo de que su familia la castigara, porque estaba preocupada por Kagome y necesitaba saber que estaba bien. Es una verdadera amiga.
Sesshomaru asintió.
—Es un alivio oírte decir eso. Me alegra saber que Kagome tiene una amiga tan leal.
Miroku soltó cierta tensión, lo que le permitió esbozar una sonrisa.
—Aún no sé si conseguí convencerla de que no eres ningún villano capaz de acabar con su esposa.
—¿Qué? ¿Esa mujer está loca? ¿Por qué iba a pensar que yo querría acabar con Kagome?
—Puede que lea demasiadas novelas —sugirió Miroku.
La llegada de un mayordomo interrumpió la conversación.
—Pensé que querría saber que lady Inugami llegó mientras usted estaba fuera —anunció el criado.
—Maldita sea —Sesshomaru se sirvió otra copa. El día no hacía más que empeorar—. Pensé que estaba en Kent. ¿Ha dicho qué es lo que la trae a Londres?
El mayordomo se aclaró la garganta con un ligero toque de desaprobación.
—No me refería a la lady viuda, milord, sino a la actual lady Inugami.
Soltó la botella con tanta fuerza que temblaron todos los vasos que había sobre el mueble.
—¿Kagome?
—Sí, milord.
Sesshomaru respiró hondo, tratando de controlar la frustración. ¿Acaso no le había dicho que quería que se quedase en Carrick Park?
Claro que tampoco le sorprendía que su esposa fuese en contra de sus deseos. Kagome ya no era la muchacha tímida con la que se había casado, ahora era una mujer con sus propias ideas, perfectamente capaz de tomar sus propias decisiones. Una cualidad que él admiraba enormemente la mayoría de las veces.
Pero, ¿cómo iba a protegerla si se negaba a cooperar?
—¿Cuándo llegó?
—Poco después de la comida —el mayordomo no ocultó su reprobación—. Pidió que llevaran sus cosas al dormitorio principal.
Sesshomaru sintió una explosión de furia al ver el gesto arrogante de su mayordomo.
—Escúchame bien, Vale —le ordenó—. Kagome no solo es la señora de la casa, sino que además es mi queridísima esposa. Si sospecho que alguien del servicio no la trata con el debido respeto, os despediré a todos de inmediato —esperó a ver palidecer a Vale—. ¿Queda entendido?
—Sí, milord, por supuesto —el mayordomo se inclinó tanto que le crujieron las articulaciones—. Mis más sinceras disculpas, milord.
—Eso es todo.
Sesshomaru lo vio marchar sin mayor preocupación, pues sabía que todos los miembros del servicio acabarían queriéndola tanto como los de Carrick Park.
Su madre, sin embargo, y el resto de la sociedad no serían tan fáciles de convencer.
Y eso era precisamente por lo que le había pedido que se quedara en Devonshire.
Se volvió a mirar a Miroku como si todo aquello fuera culpa suya.
—¿En qué demonios estaría pensando Kagome?
—Puede que quisiera ir de compras —sugirió su amigo—. A las mujeres les gusta mucho ir de tiendas.
—A Kagome no. A ella no le interesa la moda.
—Entonces quizá quiera ver a su padre —dijo con una mueca—. Por mucho que nosotros lo detestemos, es su única familia.
—Ahora su familia soy yo y si ese sinvergüenza intenta poner un pie en esta casa, lo mando a las colonias.
—¿Y piensas mandarme a mí también, Sesshomaru? —dijo una fría voz femenina que hizo que los dos se volvieran hacia la puerta.
A Sesshomaru le dio un vuelco el corazón al ver a su mujer. Llevaba un bonito vestido de gasa que resaltaba sus delicadas curvas, el cabello recogido en un moño alto con algunos mechones sueltos y un sencillo collar de perlas alrededor del cuello.
Estaba preciosa y llena de luz como una mañana de primavera.
Pero entonces se fijó en la expresión de furia de su rostro y se olvidó por completo de la primavera. No solo había viajado a Londres en contra de sus deseos, además había oído sus palabras.
Desde luego, estaba siendo un mal día.
Dio un paso hacia ella, tendiéndole una mano.
—No digas tonterías, Kagome.
—¿Por qué? —había un frío helador en su mirada—. Sería la manera perfecta de librarte de una esposa a la que no deseas.

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P.D: Agradecería su apoyo y si no fuera molesta algunos review.
Gracias de antemano por darse un tiempo en leer esta historia.

Tiempo de TraicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora