CAPÍTULO 15

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Los personajes de INUYASHA no me pertenecen sino a RUMIKO TAKAHASHI
Esta obra pertenece a ROGERS ROSEMARY, ha sido adaptada y modificada por mí
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(LOS PERSONAJES DE MIROKU, KOGA Y AYAME PUEDEN TENER OoC)
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CAPÍTULO 15

Kagome POV
Acababan de cruzar las murallas de Calais y lord Houshi se empeñó de nuevo en soltarle el mismo sermón que Kagome llevaba soportando desde que habían bajado del barco.
—No —lo interrumpió por fin. No podía escuchar una vez más todas las razones por las que lord Houshi quería que permaneciese escondida cerca de las murallas mientras él iba en busca de Sesshomaru—. No me voy a quedar en ninguna parte.
Miroku suspiró con resignación, aunque al mismo tiempo la miraba con una extraña fascinación; como si no supiera muy bien qué pensar de ella.
—Maldita sea, ¿siempre es usted tan terca?
Kagome se cuadró de hombros, preparándose para la batalla.
—No soy terca, es que sé qué es lo que debo hacer.
—Porque Sesshomaru le importa.
No era una pregunta, sino una afirmación y Kagome se encogió de hombros, avergonzada de que se hubiese dado cuenta tan fácilmente de la necesidad que sentía de volver a estar con Sesshomaru.
—Es mi esposo.
—Eso significa muy poco en nuestra sociedad.
En eso tenía razón. El matrimonio en la clase alta era algo que se negociaba para consolidad el poder, la fortuna o la posición social de los contrayentes. Y a menudo era una combinación de las tres cosas.
Las bodas no tenían nada que ver con algo tan tonto como el amor.
—Para mí significa mucho —murmuró. Qué importaba revelar emociones que habría preferido seguir ocultando? Lo importante ahora era rescatar a Sesshomaru, no proteger su orgullo—. No puedo quedarme aquí esperando sin hacer nada mientras Sesshomaru está en peligro.
Lord Houshi meneó la cabeza lentamente.
—Ya me advirtió que era usted una mujer única.
Kagome se estremeció al oír la palabra. Era otra manera de decir que era rara, un insulto que había recibido incesantemente desde su llegada a Londres.
—No me voy a disculpar por preocuparme por el bienestar de mi marido —declaró con firmeza.
Inesperadamente, Houshi estiró el brazo y le apretó la mano suavemente.
—No, soy yo el que debo disculparme.
—¿Por qué? —preguntó, desconfianza.
—Porque he caído en la absurda costumbre de juzgar a alguien basándose en algo tan insustancial como los rumores —suspiró de nuevo—. Algo que siempre he criticado y que sin embargo he hecho con usted.
¿De qué le estaba pidiendo perdón aquel noble arrogante? Habría apostado el collar de perlas de su madre a que aquel hombre no había reconocido haberse equivocado en toda su vida.
Kagome lo miró a los ojos, algo confundida.
—Estaba usted preocupado por su amigo.
Él asintió.
—Sí, pero incluso después de darme cuenta de que el casarse no lo había hecho infeliz en absoluto, seguí dejándome guiar por los prejuicios —esbozó una sonrisa de arrepentimiento—. No volveré a cometer dicho error.
Kagome sonrió también. Después de tanta sinceridad, ella no podía ser menos.
—No, no fue un error —le aseguró al tiempo que perdía su mirada en el suelo de la Place d’Armes, que en otro tiempo había sido el centro de Calais, con su atalaya medieval—. Yo nunca seré digna del título de lady de Inugami.
—Se equivoca —le puso un dedo bajo la barbilla y la obligó a mirarlo de nuevo—. Quiero mucho a Sesshomaru, pero no se puede negar que en los últimos años ha estado... perdido.
—¿Perdido?
Houshi se tomó unos segundos para escoger cuidadosamente las palabras.
—Siempre fue muy consciente de sus obligaciones como heredero, pero tras la prematura muerte de su padre se fue aislando más y más y eso hacía que desconfiara de todo el mundo.
Era exactamente lo mismo que le había confesado su ama de llaves el día de la boda. En aquel momento, no habría imaginado que serían precisamente las debilidades de su esposo lo que la volvería loca.
—Estaba muy solo —susurró ella.
—Sí —confirmó Houshi—. Y tengo la impresión de que un matrimonio al uso lo habría dejado aún más solo. No necesitaba la fría perfección de una doncella de la alta sociedad, sino la calidez de una mujer —levantó la mirada hasta sus ojos antes de apartarse—. Su calidez, milady.
Aquellas palabras le llegaron a lo más hondo, al lugar donde residía su temor a no ser nunca más que una pesada carga con la que Sesshomaru tendría que vivir por el bien de su familia.
La idea de que pudiera ofrecerle algo que no pudiera darle una bella debutante era tan maravillosa que deseaba desesperadamente creer que era cierto.
—Gracias —murmuró.
—No he dicho nada más que la verdad —la expresión de su rostro se endureció después de decir aquello—. Por eso precisamente no puedo permitir que se ponga en peligro. No sé qué sería de Sesshomaru si la perdiera a usted.
Kagome lo miró y pensó que había sido muy hábil para dejarla sin argumentos.
—Es usted muy inteligente, lord Houshi —le dijo a modo de regañina—. Pobre de la mujer con la que decida casarse; tendrá que estar siempre alerta para que usted no la manipule con sus encantos.
Houshi arqueó una ceja.
—No será necesario ningún tipo de manipulación porque tengo intención de asegurarme de que mi esposa esté siempre encantada de hacer lo que le pida.
Kagome se rio ante tanta arrogancia. Era muy típico de los nobles hablar de una esposa como si se tratara de un perro bien entrenado y no de una mujer de carne y hueso, con sus propias ideas y necesidades.
Y cuántas mujeres había que permitían que las tratasen de ese modo.
Por suerte, ella ya no se veía amenazada por las constantes expectativas de la sociedad. Haría todo lo que fuese necesario para encontrar y rescatar a Sesshomaru, pero jamás volvería a ser una esposa sumisa y obediente.
—Ahora sí que siento lástima por esa mujer. Me temo que Sesshomaru no ha tenido tanta suerte —le dijo—. Voy a ir con usted y no hay nada más que hablar.
Después de mirarla un segundo más, Houshi meneó la cabeza y la agarró del brazo para conducirla hacia una calle que salía de la plaza.
—Qué mujer tan terca —farfulló.
Kagome empezaba a acostumbrarse a que la llamaran terca, así que sonrió y se dejó llevar por las oscuras calles de Calais, satisfecha por su pequeña victoria. Tarde o temprano, lord Houshi decidiría que era demasiado peligroso y entonces no podría hacer ni decir nada para convencerlo de lo contrario.
Siguieron avanzando en silencio, alejándose cada vez más de las murallas de la ciudad y adentrándose en barrios más elegantes. Miroku caminaba con una determinación que hacía pensar que supiera adónde se dirigía, un lugar que, aparentemente, no estaba entre aquellas casas de tejas rojas y grandes ventanas redondeadas.
Kagome lo seguía mirando a todos lados, a cada rincón oscuro y a cada callejón, aunque realmente no esperaba toparse con Sesshomaru. No podían tener tanta suerte. Pero tal certeza no impedía que se sobresaltase cada vez que veía un caballero alto caminando por las calles o saliendo de alguna casa.
Acababan de dar la vuelta a una esquina y parecían estar a punto de abandonar aquel barrio cuando Kagome se detuvo en seco y agarró del brazo a su acompañante.
—Espere.
Lord Houshi se detuvo también, pero la miró con impaciencia.
—¿Qué ocurre?
Ella señaló al edificio de la esquina de enfrente, una enorme casa de piedra con el tejado a dos aguas. Había un pequeño jardín que la separaba de las demás casas y un callejón que daba a la calle sin salida de detrás.
—Ahí está Koga Wolf.
Houshi frunció el ceño.
—¿Cómo puede estar tan segura?
—Porque conozco su carruaje —señaló el coche granate y dorado que había visto tantas veces en el palacio del francés. No creía que hubiera muchos iguales—. Además, es lógico que el empeño por vengarse de la aristocracia lo haya llevado a hacerse con la mejor residencia de Calais.
Houshi se quedó inmóvil, como un cazador que acabara de localizar a su presa. Kagome sintió un escalofrío; de pronto se dio cuenta de verdad de lo peligroso que sería como enemigo aquel hombre.
—Puede que el que esté aquí no tenga nada que ver con Sesshomaru —señaló Miroku.
—¿Usted cree en las coincidencias?
—No.
—Yo tampoco.
Kagome dejó que la escondiera entre los matorrales que delimitaban el terreno de la casa. Solo podía pensar en Sesshomaru. ¿Lo habría encontrado ya Koga? ¿Lo habría vuelto a convertir en su prisionero, o quizá lo había...?
Como si hubiera podido percibir el pánico que la invadió, Houshi le pasó un brazo por los hombros y le dijo al oído:
—No llegue a ninguna conclusión precipitada —le advirtió—. No estamos seguros de que Sesshomaru esté ahí dentro.
—Es posible, pero sí que sabemos que es muy probable que trajeran aquí a Inuyasha como cebo para atrapar a Sesshomaru —de pronto vio un movimiento en la puerta principal de la casa, era una persona y, por la rigidez de su porte, debía de ser un soldado. Levantó la mirada y vio que había otro en el balcón del segundo piso y dos más junto al carruaje. No había duda de que Koga Wolf estaba allí, pues un ciudadano normal no necesitaría soldados vigilando su casa—. Lord Houshi, tenemos que encontrar la manera de entrar.
—No creo que sea fácil, puede que sea imposible —murmuró con la mirada puesta en los guardias—. Parece que hay hombres en todas las entradas.
Kagome se quedó pensando las opciones unos instantes.
—No es imposible.
Houshi la giró para poder mirarla a la cara.
—¿Por qué tengo la sensación de que no me va a gustar lo que está pensando?
—Necesitamos algo que los distraiga.
—¿Y usted piensa ser ese algo?
Kagome se encogió de hombros.
—Es lo mejor. Koga no me hará daño...
—No.
El tono de Houshi hacía pensar que no iba a ceder, pero Kagome tenía que intentarlo de todos modos. Era la mejor solución para poder acceder a la casa, quizá la única. Al aparecer ella de pronto, crearía la confusión necesaria para que Houshi se colara por alguna ventana.
—Pero...
—No.
—¿Tiene un plan mejor? —le preguntó con un suspiro de frustración.
—Sí, usted se queda aquí y yo me cuelo por la puerta de servicio. En cuanto descubra si Sesshomaru está ahí o no, volveré y decidiremos qué hacer a continuación.
—Está bien —dijo, aceptando la derrota.
¿Por qué los hombres eran incapaces de asumir que a veces necesitaban la ayuda de una mujer?
Adivinando de nuevo sus pensamientos, Miroku la agarró del brazo y la obligó a mirarlo.
—Kagome.
—¿Qué?
—Si se mueve de aquí aunque sea un milímetro, le daré unos azotes. ¿Comprende?
No la soltó hasta que consiguió que asintiera a regañadientes, luego se sacó una pistola de debajo de la chaqueta y se escabulló entre los arbustos hacia la parte trasera de la casa.
—Hombres —farfulló Kagome.
Quería pensar que lord Houshi se las arreglaría para colarse en la casa sin ser visto y volver para decirle que Sesshomaru no estaba allí, pero al verlo desaparecer sintió un escalofrío de terror.
Permaneció escondida entre los matorrales sin apenas atreverse a respirar con la atención puesta en la casa y una extraña sensación de peligro que le recorría la piel.
O quizá no fuera tan extraña, pensó al sentir el cañón de una pistola en el costado.
—¡Ay... Dios! —exclamó al tiempo que se giraba lentamente para encontrarse con la mirada aterciopelada de Koga Wolf.
En sus labios apareció una sonrisa encantadora mientras alargaba la mano para quitarle un mechón de pelo de la cara.
—Bonsoir, ma petite. Pensé que quizá te encontrara escondida en la oscuridad.
 
Sesshomaru POV
La biblioteca era la típica de un aristócrata más preocupado por impresionar que por crear un lugar agradable para disfrutar de los libros.
Las estanterías llegaban hasta el techo decorado con frescos de las musas griegas. Sobre la alfombra de flores, había varias butacas de madera tallada y tapizadas en raso de color verde claro. Hasta las figuritas de cristal que había sobre la repisa de mármol de la chimenea tenían el brillo frío de la belleza intocable.
Claro que seguramente a Sesshomaru le habría parecido todo más acogedor de no encontrarse en el suelo, con las manos atadas a una columna sobre la que apoyaba la espalda. Su estado de ánimo no mejoró al ver aparecer a Koga Wolf con una arrogante sonrisa en los labios.
Hijo de perra.
Habían pasado menos de tres horas desde que el “francés” lo había capturado y trasladado hasta allí, pero tenía la impresión de que hiciera una eternidad desde que lo habían atado a esa columna y Koga había desaparecido acompañado por Inuyasha, que no se había atrevido ni a mirarlo.
En ese tiempo, Sesshomaru no había parado de culparse por haber sido tan estúpido de dejarse atrapar.
Otra vez.
—Espero que esté cómodo —dijo Koga.
—¿No le parece algo excesivo? —respondió Sesshomaru, escondiendo su rabia tras una sonrisa burlona—. Soy un simple noble, no un tigre salvaje.
Koga sonrió, disfrutando sin duda de su humillación.
—Siempre trato de aprender de mis errores, milord. Esta vez no voy a ofrecerle la oportunidad de escapar.
—¿Entonces voy a estar aquí atado hasta que acabe la guerra? ¿O piensa devolverme a las bodegas del palacio?
Koga se cruzó de brazos y dejó de sonreír.
—Ninguna de las dos cosas, me temo.
Sesshomaru frunció el ceño mientras trataba de descifrar la misteriosa expresión de su rostro. Había en él una tensión que no presagiaba nada bueno.
—¿Podría preguntarle cuáles son sus planes entonces?
—Le alegrará saber que me tomé muy en serio vuestra amenaza.
—Me halaga, por supuesto —respondió Sesshomaru con cautela—. Pero me permitirá que me resulte difícil de creerlo. Si realmente me hubiese hecho caso, ahora no estaría aquí atado como un animal.
—Me refería a lo del regreso de Inuyasha a Inglaterra.
Sesshomaru apretó los dientes para soportar el dolor que le provocaba el simple hecho de oír mencionar el nombre de su hermano. ¿Dónde estaría? ¿Seguiría en la casa o habría olvidado ya que su hermano estaba allí atado y habría ido en busca de diversión?
—Puede hacerlo volver cuando desee, pero muy pronto toda Inglaterra conocerá su traición y entonces ya no le será a usted de ninguna utilidad.
Koga se echó a reír.
—No se apresure, Taisho. Puede que Inuyasha sea aún muy valioso.
—Si usted lo dice.
Koga miró a su espalda y con un movimiento de mano, dio una orden que sus hombres siguieron de inmediato. Dos soldados entraron llevando a cuestas a un hombre delgado, inconsciente.
—Dejadlo en el sofá.
El cuerpo inmóvil de lord Houshi cayó como un peso muerto sobre el sofá verde y dorado, que crujió a modo de protesta por su antigüedad.
La ira estalló dentro de Sesshomaru ante la imagen del rostro ensangrentado de su amigo, que parecía haber recibido un golpe en la sien.
—Maldito sea, Wolf —bramó tratando de alcanzar a su amigo como si no existiesen las cuerdas que lo inmovilizaban.
—No hace falta que se comporte como un loco. Su amigo está vivo, al menos por ahora.
Sesshomaru se dejó caer sobre la columna, aliviado de saber que Miroku seguía con vida. Jamás se habría perdonado que su amigo hubiese muerto por culpa de su estupidez. Pero a medida que amainaba el temor, empezó a comprender lo que significaba que Miroku estuviese en Calais.
¿Qué demonios estaba haciendo allí?
Se suponía que estaba en el barco con Kagome, asegurándose de que ella volvía a Inglaterra sana y salva.
—¿Dónde lo ha capturado?
—Lord Houshi fue tan amable de caer en mis manos como una fruta madura. Igual que usted —explicó Koga con arrogancia—. Ya ve, el servicio que Inuyasha presta a Francia sigue siendo un secreto.
—No —Sesshomaru se negaba a aceptar la derrota—. Lady Inugami y mi tripulación están ya muy lejos. Ella no permitirá que Inuyasha continúe traicionando a su país.
Koga se rio de la bravuconería de Sesshomaru.
—Se olvida de que conozco a Kagome mejor que usted, Inugami.
El francés tenía suerte de que estuviese atado porque de otro modo habría muerto solo por aquellas palabras.
Kagome era suya y solo suya.
—Tú no sabes nada de mi mujer, hijo de perra.
La sonrisa de Koga le recordó dolorosamente que Kagome había acudido a él en busca de consuelo cuando su marido la había dejado abandonada en el campo.
—Sé que quiso asegurarse de que un par de rufianes no hicieran daño alguno a un pobre pastor rural, a pesar de que eso implicaba ponerse ella en peligro —señaló con voz suave—. Y que también arriesgó su vida por salvar a un esposo que no merece tanto. Y sé también que jamás se habría marchado de Francia sabiendo que usted estaba en peligro.
Se le alojó en el corazón un terrible pálpito. Era cierto que no se habría marchado, dejándolo a él en peligro, por eso no le había contado sus planes.
Pero aunque hubiera descubierto su marcha antes de que zarpara el barco, no podía creer que la tripulación y Miroku hubieran sido tan tontos como para permitirle que fuera en su busca.
—A pesar de lo que ella hubiese querido, Miroku habría insistido en que Kagome volviese a Inglaterra.
—Él podría haber insistido todo lo que quisiese, pero ella no se habría ido.
La seguridad con la que hablaba el “francés” empezó a parecerle sospechosa. El pálpito se convirtió entonces en una certeza aterradora.
—La has capturado.
Koga inclinó la cabeza burlonamente.
—Oui.
Dios. No debería haberse bajado del barco. El orgullo y esa estúpida conciencia le habían exigido que buscara a su hermano y lo llevara a Inglaterra para que se enfrentara al castigo que merecía, pero el corazón le había advertido que debía quedarse con Kagome.
Por desgracia, el día que había enterrado a su padre había olvidado cómo se escuchaban los mandatos del corazón.
Ahora su esposa estaba pagando una vez su absoluta incapacidad para ser el marido que merecía.
—¿Dónde está?
—A salvo en mi dormitorio —Koga hizo una provocadora pausa—. Donde le corresponde.
Sesshomaru imaginó el placer que sería borrar esa sonrisa del rostro de Koga Wolf, o quizá podría ahogarlo con sus propias manos.
Sí, eso era lo que le hacía falta para acabar con aquella terrible frustración.
Pero trató de olvidarse de que su esposa estaba de nuevo en manos de aquel sinvergüenza y se concentró en analizar qué opciones tenía.
No podría hacer nada para ayudar a Kagome si antes no conseguía escapar. O mejor aún, convencer a Koga de que lo soltara.
—Aunque no hayamos podido regresar a Inglaterra, no puedes pretender que Inuyasha vuelva a espiar para ti —dijo con la misma seguridad con la que hablaba cuando defendía una ley en la Cámara de los Lores.
Era increíble lo que se podía llegar a lograr con un poco de audacia.
—Nadie tiene motivos para sospechar de su hermano o pensar que es algo más que un canalla que abandonó a su prometida en el altar y desapareció con la dote —el rostro de Koga se ensombreció levemente—. Aunque es cierto que en las actuales condiciones quizá no pueda moverse libremente por Londres sin llamar la atención por culpa del reciente escándalo. Por eso tengo intención de hacer que se le abran todas las puertas.
—¿Y cómo piensas conseguirlo?
El aire de la biblioteca se llenó repentinamente de tensión.
—Voy a convertirlo en el lord de Inugami —anunció Koga con orgullo—. Nadie se atreverá a rechistarle en cuanto sea el dueño del título.
Sesshomaru apretó los dientes.
Dios, qué imbécil era.
Había imaginado que Koga lo tomaría como rehén y exigiría cuantiosas sumas de dinero a cambio de liberarlo. Era lo que habría esperado cualquier noble secuestrado por el enemigo.
Pero en ningún momento había considerado la posibilidad de que Koga estuviese dispuesto a sacrificarlo para hacer que Inuyasha volviese a Londres como lord de Inugami.
Ahora le costaba asimilar la crueldad del inglés traidor, lograba pasar como un vil francés.
—¿Piensas matarme?
—Así es la guerra. Hay que hacer sacrificios —Koga miró a Miroku, todavía inconsciente—. Es una lástima, la verdad. Habría obtenido un buen rescate por ustedes dos.
El terror de Sesshomaru no hacía sino aumentar. Una cosa era que lo amenazara a él y otra muy distinta no poder hacer nada mientras su amigo yacía inconsciente sin poder defenderse.
—¿Y Kagome? —preguntó—. ¿También vas a sacrificarla a ella?
—Non —replicó Koga, ridículamente ofendido por la pregunta—. Ella no sufrirá el menor daño, pero no podrá marcharse de Francia... Claro que tampoco deseará hacerlo —añadió con una ligera sonrisa.
Las provocaciones de Koga eran más de lo que podía soportar.
Recordó el modo en que Kagome se había entregado a él y supo que, al hacerlo, le había dado algo más que su cuerpo.
Le había dado su confianza y su lealtad. Dos regalos más valiosos que cualquier tesoro.
—No deberías mostrarte tan seguro —le advirtió con profundo desprecio—. Puede que yo no merezca a Kagome, pero es una mujer de una lealtad inapelable. Jamás podrá perdonar al hombre que asesinó a su marido.
Koga se pasó la mano por el pañuelo del cuello.
—Yo puedo ser muy persuasivo cuando me lo propongo —dijo con la seguridad de un hombre acostumbrado al éxito entre las damas—. Y usted querrá que sea feliz, ¿verdad?
Sesshomaru apretó los labios con asco.
—Lo que quiero es que te pudras en el infierno.
—No tengo duda de que ese será mi destino, pero antes conduciré a Francia a un futuro glorioso.
—¿Sirviéndose de mi hermano?
—Exacto —asintió el francés—. ¿No cree que será un magnífico lord de Inugami? Y, formando parte de la Cámara de los Lores, tendrá acceso a los secretos mejor guardados del Imperio Británico. Ambos saldremos tremendamente beneficiados con nuestra asociación.
Sesshomaru sintió que se le helaba la sangre en las venas.
Koga tenía razón. Aunque Inuyasha siempre había tenido un hueco entre la alta sociedad, sus malas costumbres le habían borrado a menudo de las listas de invitados de los acontecimientos sociales. Además, como era lógico, ningún caballero habría hablado de temas confidenciales de estado con un jugador empedernido que siempre andaba en busca de dinero.
Sin embargo siendo el lord de Inugami...
Inuyasha se convertiría de pronto en el invitado más solicitado de cualquier celebración, donde tenían lugar importantes conversaciones sobre política y, cómo no, sobre la guerra. Y, como bien había mencionado Koga, sería miembro del parlamento, lo que le permitiría relacionarse con las máximas personalidades de las tropas británicas.
Incluso podría pedir audiencia con el príncipe sin levantar la más mínima sospecha.
Bastaría una conversación indiscreta o un simple vistazo a unos mapas para que estallara el desastre.
Sesshomaru meneó la cabeza. El plan de Koga prometía desencadenar un sinfín de horrores. Pero optó por no pensar en el futuro hasta estar seguro de que aquel fatídico plan no era producto de la imaginación del francés.
—¿Has hablado de todo eso con mi hermano? —le preguntó.
Koga enarcó una ceja.
—¿Acaso alberga la esperanza de que Inuyasha rechace la idea de ocupar su lugar? —le dijo, provocador—. Le aseguro que no existe tal posibilidad. Él mismo apretaría el gatillo si fuese necesario para conseguir el título que siempre ha deseado.
Sesshomaru meneó la cabeza bruscamente. No quería recordar la última conversación que había tenido con su hermano, ni lo conflictiva que había sido su relación desde hacía años. Por muchas diferencias que hubiera entre ellos, eran hermanos. Al final, Inuyasha haría lo que tenía que hacer.
No podía pensar otra cosa.
—A pesar de sus muchos pecados, Inuyasha nunca me desearía la muerte —aseguró.
Los labios de Koga se curvaron con una fría sonrisa al tiempo que se volvía hacia la puerta.
—Entonces está claro que conoce a su hermano tan poco como a su mujer.

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P.D: Agradecería su apoyo y si no fuera molestia algunos review. Gracias de antemano por darse un tiempo en leer esta historia.
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Tiempo de TraicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora